Las PASO bonaerenses arrojaron enorme paridad entre Cristina Fernández de Kirchner, de Unidad Ciudadana, y Esteban Bullrich, de Cambiemos.
LA COLUMNA DE LA SEMANA

Balance electoral

Disímiles, como siempre, resultan las conclusiones que es posible extraer de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) que acontecieron hace una semana.
Claro que en la primera conclusión observadores avezados y ciudadanos del común, analistas y legos, sabios y superficiales concluirán, casi por unanimidad, sobre la inutilidad de semejante ejercicio electoral para no concretar nada o casi nada con alguna extraña excepción que, en este caso, no justifica la regla.
Tal vez por esa pasión argentina por lo inútil y lo superfluo –siempre conviene recordar aquel “argentinos a las cosas”, clarividente sentencia pronunciada en la ciudad de La Plata por el entonces exiliado filósofo español José Ortega y Gasset-, las PASO, que todo el mundo critica, continúan vigentes.
Responden a una especie de conservadurismo mental que invade a la sociedad argentina, en general, y a la clase dirigente, en particular. Todo queda. Todo se anquilosa. Nada cambia. O cambia con mucho esfuerzo. Aun cuando es comprobada su inutilidad.
Con todo, el resultado de las PASO muestra un gobierno eufórico aunque algo preocupado por los resultados de las generales de octubre, particularmente en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, frente a una oposición que no logró encuadrarse detrás de una figura con vistas a las presidenciales del 2019.

Buenos Aires y Santa Fe
Cristina Kirchner perdió su chance de resurgir como la figura que galvanizara al disperso peronismo nacional a partir de un claro y contundente triunfo en la provincia de Buenos Aires.
No lo logró y todo parece indicar que resultará derrotada en las generales de octubre próximo, dada su escasa capacidad para atraer votos independientes o provenientes de quienes optaron por otras opciones en las PASO.
Su posible triunfo por un par de décimas en las primarias es más que suficiente para que, a partir de ahora, se la considere una mera dirigente provincial, a la altura de cualquier jefe político del interior del país.
El virtual empate técnico con Cambiemos solo le produce una sensación de salvoconducto judicial hasta alcanzar la senaduría el próximo 10 de diciembre. Un refugio, una guarida, más que un porvenir de liderazgo.
El sueño del retorno se esfumó. Y así lo entiende una parte de sus propios partidarios. La parte que no está dispuesta a inmolarse y que conserva lazos con los dirigentes peronistas del resto de los distritos del país. Para ellos, el futuro implica una reconversión. La reconversión que inauguraron, en su momento, los senadores Miguel Angel Pichetto y Juan Manuel Abal Medina.
En derredor de Cristina Kirchner pulularán los sin votos. Los no peronistas reconvertidos. Algunos del otrora disciplinado Partido Comunista. Otros, tránsfugas del radicalismo. Y La Cámpora, cuyas acciones están en pronunciada caída en casi todo el país.
En la vereda de enfrente, el oficialismo de Cambiemos oscila entre imaginar y proclamar un nuevo liderazgo, el de María Eugenia Vidal, o asignar un rol mayor al retorno al pasado que implica Cristina Kirchner.
Esta dicotomía deberá ser resuelta en los próximos dos años, tras la elección general de octubre. Allí, los méritos del oficialismo deberán superar a los esfuerzos de una oposición que, probablemente, no se verá afectada por los deméritos del kirchnerismo, hace poco con Aníbal Fernández y ahora con la propia Cristina Kirchner.
Ya no se tratará de una opción entre el pasado y el presente, sino una elección por el futuro que tendrá en cuenta a Sergio Massa, a Margarita Stolbizer y a Florencio Randazzo, aunque nadie puede predecir el rol de cada uno.
Una mirada por el mapa de la provincia de Buenos Aires muestra tres zonas geopolíticas claramente identificadas. 
La sección Tercera –Conurbano Sur- francamente opositora al gobierno de Cambiemos. La sección Primera –Conurbano Norte y Oeste- dividida por mitades entre oficialismo y oposición. Y las secciones del interior, Segunda –norte-; Cuarta –oeste-; Quinta –la costa-; Sexta – sur-; Séptima –centro-; y Octava –La Plata-, favorables al gobierno.
Por último, una mirada hacia el interior del frente oficialista. Tanto el PRO como la Unión Cívica Radical, aliados en Cambiemos, lograron penetrar en bastantes más distritos en comparación con aquellos donde debieron resignar su primer lugar. Ergo, y al menos por dos años más, el frente Cambiemos resulta una opción válida para todos.
El caso de Santa Fe es parecido, pero no similar.
Si en Buenos Aires, Cambiemos deberá atraer voluntades que se encuadraron detrás de Sergio Massa y Margarita Stolbizer o aquellas que resolvieron no expresarse en las PASO; en Santa Fe, la coalición deberá atraer votos que fueron al Frente Progresista conformado por socialistas y sectores radicales.
El resultado de las PASO muestra una levísima diferencia a favor del justicialismo sobre Cambiemos solo algo más de seis décimas con un Frente Progresista que reunió el 12 por ciento de quienes optaron.
Pero, el panorama es por demás oscuro para el peronismo. Ocurre que, allí sí hubo PASO y se impuso el sector que lidera el ex ministro de Defensa de Cristina Fernández de Kirchner, Agustín Rossi.
Así las cosas, todo indica que Cambiemos estaría en condiciones de imponerse, tanto en provincia de Buenos Aires como en Santa Fe, y contar así con los cinco distritos de mayor población del país.

Córdoba, CABA y Mendoza
Es que, de verificarse en octubre próximo, Cambiemos sumaría provincia de Buenos Aires y Santa Fe, a Córdoba, CABA y Mendoza, donde triunfó holgadamente.
En Córdoba, Cambiemos aventajó por 16 puntos a Unión por Córdoba, la agrupación del peronismo de José Manuel de la Sota y del gobernador Juan Schiaretti. Y por 34 puntos al residual kirchnerismo cordobés.
En la Ciudad de Buenos Aires, el triunfo de Lilita Carrió superó por 29 puntos al kirchnerismo de Daniel Filmus.
En Mendoza, ocho puntos fue la ventaja que obtuvo Cambiemos del gobernador radical Alfredo Cornejo sobre el Frente Somos Mendoza, donde kirchnerismo y peronismo tradicional concurrieron juntos sin lograr vencer al oficialismo.
Aunque mimetizado con el peronismo tradicional en Mendoza, el kirchnerismo confirmó su franco retroceso en los tres distritos.
A su vez, el peronismo cordobés no quedó en buena posición frente al resto de los gobernadores peronistas. La opción de la Sota-Schiaretti no está en condiciones de presentarse, hoy por hoy, como la alternativa para encabezar un desafío a Cambiemos.

El resto
El gobierno gana en Corrientes y en Jujuy, donde gobiernan los radicales Arturo Colombi y Gerardo Morales, respectivamente.
También vence en Entre Ríos, donde gobierna el justicialista Gustavo Bordet; en la Pampa, donde lo hace el justicialista Carlos Verna; en Neuquén, provincia cuyos destinos conduce hace décadas el local Movimiento Popular Neuquino; en San Luis, donde el incorporado a Cambiemos, Claudio Poggi, triunfa sobre la dinastía de los Rodríguez Sáa, por primera vez aliados con Cristina Kirchner; y en Santa Cruz, donde obtiene el 45 por ciento de los votos, frente al 29 por ciento del kirchnerismo.
De su lado, el peronismo gana en Catamarca, Chaco, La Rioja, Misiones, Salta, San Juan y Tucumán.
El kirchnerismo vence en Chubut, Formosa –aliado con el feuda Gildo Insfrán-, Río Negro y Tierra del Fuego.
Por último, en Santiago del Estero vence el desprendimiento del radicalismo que encabeza el senador Gerardo Zamora, hasta el 2015 aliado con Cristina Kirchner.
El balance da un indubitable avance de Cambiemos, una expectante posición de la desestructurada liga de gobernadores justicialistas y un retroceso claro de los K, salvo que logren un muy improbable triunfo en Buenos Aires y Santa Fe.
Con todo, para octubre nadie puede distraerse. Ya sea porque el panorama del distrito no quedó definido. Ya sea porque aun cuando se sabe a ciencia cierta quién ganará, hace falta conquistar el mayor número de bancas legislativas a nivel provincial o comunal.
Por tanto, los próximos dos meses, serán meses de campaña. De salidas, de actos, de publicidad, de poco gobierno, de dejar todo para noviembre. 
Es el producto inevitable de un país que se atosiga con elecciones, que acorta mandatos para producir reelecciones, que inventa PASO donde no hacen falta.
Pero, claro, de estos temas nadie habla. No son taquilleros. No generan votos. Aunque paralicen el país, al punto que se gobierna, en la práctica, poco más de un año por cada dos.

Exterior
El mundo asistió nuevamente a una seguidilla de atentados llamados de “bajo costo” en Europa. Dos en España, uno en Finlandia, uno en Alemania y uno en Rusia.
No todos parecen estar signados por el terrorismo djihadista. No obstante la modalidad “cuasi improvisada” de atropellar con un vehículo de peso o apuñalar a diestra y siniestra, parece haberse impuesto sobre los atentados sofisticados del tipo de las Torres Gemelas.
Es que este tipo de terrorismo es más fácil de practicar por parte de individuos aislados y auto radicalizados que no requieren de la logística de una organización.
Los atentados de Barcelona y Cambrils por el intermedio de un vehículo lanzado a gran velocidad contra los transeúntes de a pie, suman 2 a los cinco ya registrados, solo en Europa, desde comienzo de año.
Con explosivos, los atentados en Europa en lo que va del año totalizan 10, luego del pico de 27 del año anterior. Resultan los más sofisticados por los preparativos necesarios que requieren de expertos y de una costosa clandestinidad previa.
Cuatro fueron los atentados del año perpetrados con armas de fuego. Aquí la sofisticación es de menor grado aunque hace falta obtener y esconder las citadas armas.
Como se dijo, 7 fueron los atentados terroristas del año cometidos mediante el empleo de un vehículo, y 5 los cometidos mediante el empleo de armas blancas. Ambas modalidades casi imposible de detectar a priori, si los ejecutantes no acumulan antecedentes.
Si bien, la modalidad del vehículo lanzado revela antecedentes hasta el 2009 cuando un holandés intentó atropellar los vehículos de la familia real holandesa en la ciudad de Apeldoorn, fue el atentado de Niza del 14 de julio del 2016, cuando un único atacante llevó por delante a los paseantes de la costera Promenade des Anglais y mató a 86 personas e hirió a 458.
Desde entonces se sucedieron los atentados de igual modalidad en Berlín, 12 muertos; en Londres, 5 muertos; en Estocolmo, 5 muertos; de nuevo en Londres, 8 muertos; en París, sin muertos; en Levallois-Perret, Francia, 6 muertos.
Todo indica que el “terrorismo bajo costo” llegó para quedarse. Salvo excepción como el atentado de Niza, no genera igual cantidad de víctimas que los explosivos o las armas de fuego, pero resulta casi imposible de anticipar.

Venezuela
Dictadura total. Sin matices. Con un Tribunal Supremo que anula cuanta decisión toma la Asamblea Nacional. Y con una corporativa e inconstitucional Asamblea Constituyente que se arroga la totalidad de la actividad legislativa.
En síntesis, el chavismo retiene la totalidad del poder público.
Solo dos semanas después de formada, la Asamblea Constituyente compuesta de 545 miembros, todos, absolutamente todos, chavistas, decidió acumular los poderes legislativos que corresponden al Congreso venezolano, dominado democráticamente por la oposición.
Unos días antes, la Constituyente había destituido a la procuradora general del país, la ex chavista Luisa Ortega quién huyó el viernes de Venezuela a bordo de una embarcación que la depositó en la antilla holandesa de Aruba para trasladarse luego a Colombia donde pidió asilo y protección.
La Constituyente decidió “asumir el poder de legislar en todos los dominios sensibles para garantizar la preservación de la paz, la seguridad, la soberanía, el sistema socio-económico y financiero, los bienes del Estado y la primacía de los derechos de los venezolanos” (sic).
Hasta el momento, luego de la decisión del Tribunal Supremo de hace casi cuatro meses de declarar al Congreso fuera de la ley y de arrogarse la totalidad de los poderes legislativos, la rebelión popular deja un saldo de más de 120 personas muertas.
Con una economía en quiebra, una inflación que se aproxima a los cuatro dígitos anuales, una escasez de productos de primera necesidad, un desempleo masivo, y una inseguridad ciudadana generada por la violencia delictiva, Venezuela se aproxima a un conflicto social de proporciones que bien puede derivar en una guerra civil si las Fuerzas Armadas se parten, algo que ya da muestras –aún individuales- de ocurrir próximamente.