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Qué deberíamos pedirle a una buena escuela

Guillermo Jaím Etcheverry instaló en su famoso libro, La tragedia educativa, la idea de que la gente era mucho más concesiva cuando opinaba de la escuela de sus hijos, que de la educación en general. Decía que era habitual que dijeran “la educación anda mal, pero la escuela de mis hijos es bastante buena”.
Esa mirada no nos ha hecho bien; la idea de tolerar a la escuela de nuestros hijos más allá de lo que deberíamos, de no generar mayor presión a nuestras exigencias, no nos hace bien a nosotros ni a la escuela. No se trata de supervisarla; se trata de ayudarla, acompañarla y exigirle.
La pregunta sería, ¿exigirle qué? ¿Qué es lo que deberíamos pedirle a una buena escuela?
En principio, que los maestros vayan todos los días, que exijan esfuerzos a los chicos, que se cumplan los horarios, que nos exijan a los padres ciertas pautas de orden, que la directora y las maestras tengan autoridad, que los chicos se sientan cuidados, que la escuela se comunique con nosotros, y que nosotros podamos hacer lo mismo con ella. Esto sería una buena escuela. También sería aquella a la que los chicos quieren ir, que es vivida como un lugar de aprendizaje, de crecimiento.
Y cuando eso pasa, es bueno que los docentes y directores lo sientan, que se sientan reconocidos. Lo mismo en el caso de los padres; que alguien les diga cuando hacen las cosas bien.
Creo que una nueva actitud ayudaría mucho a la mejora, demostraría que es distinto si hacemos las cosas bien o no; nos incentivaría a buscar el camino correcto. Esa percepción le hace bien a los docentes, a la directora y a nosotros mismos, devuelve la satisfacción por el trabajo realizado.
Si la escuela no está operando bien, si los docentes faltan, los chicos llegan tarde, si no aprenden, será bueno para la institución que alguien se los diga, que sientan que hay quienes están preocupados, que esperan y están dispuestos a acompañar mejoras. Esto también es bueno para la escuela.
Necesitamos que las escuelas vuelvan a ser círculos de mejora, que perciban padres interesados y preocupados, que demanden por el mejoramiento de los aprendizajes de sus hijos. Que directores y maestros sientan que los acompañan, que reconocen logros y exigen mejoras, que buscan una mejor escuela para sus hijos. Que cada uno tenga una idea de lo que cree que es “una buena escuela”.
Empecemos por construir ese sentido, por definir lo que buscamos, círculos de consenso, y vamos todos por una mejor escuela, por un mejor futuro para los chicos.
Puede tener las modalidades que nos gusten, pero debe preparar a todos para manejar los saberes básicos con los que entraremos a un nuevo mundo, no se trata de algo totalmente distinto, una escuela en la que creamos. Exijamos una mejor escuela, seamos parte del cambio por una buena educación para todos.

(*) Director del Centro de Estudios de Políticas Públicas (CEPP).

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