ENFOQUE

Déficit y ajuste: encrucijada postelectoral

En la habitual reunión de gabinete nacional y en un encuentro de ejecutivos, el Gobierno puso en agenda la gran encrucijada postelectoral: cómo reducir el gasto para evitar que el excesivo endeudamiento proyecte viejos fantasmas sobre la economía.
El más crudo fue el expresidente del Banco Nación Carlos Melconian, enrolado entre los halcones de Cambiemos, quien afirmó que el gasto público es "muy elevado" y advirtió que si no se reduce de manera drástica "se puede ir todo a la mierda".
Mientras Melconian lanzaba el alerta al disertar en el Congreso Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF), la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, admitía al salir de la reunión de Gabinete presidencial que uno de los ejes del encuentro  fue el reclamo del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, a sus pares de ajustar las partidas para el Presupuesto 2018. 
"Todas las prestaciones sociales, jubilaciones y lo que le llega a la gente estará respetado y en muchos casos incrementados y vamos a ir por el lado de los problemas que nos dejó el  kirchnerismo en subsidios sobre subsidios y corrupción", desdramatizó Bullrich, aunque el debate está instalado.
En esa línea, el ministro del Interior y economista, Rogelio Frigerio, también trató de despejar las expectativas de una poda drástica postelectoral al afirmar que el gradualismo es una política del gobierno "por imposición de la realidad".
La Argentina tiene una historia de indisciplina fiscal. Luego de una década de superávit, el déficit volvió en 2012 para quedarse y actualmente el gasto público de Nación, provincias y  municipios está en el orden del 47,5% del PBI (casi la mitad de lo que produce la economía en bienes y servicios), según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF).
Al asumir Mauricio Macri, el Gobierno informó que en 2015 el déficit fiscal alcanzó el 6,8% del PBI y fijó metas para llegar al equilibrio en 2019. Luego, la realidad le impuso un nuevo objetivo: un rojo de 2,2% para el último año de mandato con la siguiente progresión 4,2% en 2017 y 3,2% en 2018.
Para financiar ese gasto superior a los ingresos, la administración Macri apeló al financiamiento externo y logró oxígeno extra este año con el blanqueo de capitales. El plan de endeudamiento continuará pero debe mostrar una planilla de reducción de gastos sostenida si quiere obtener tasas razonables.
El problema es recurrente: en los 80 la Argentina se financió con emisión monetaria y terminó en hiperinflación, en el 90 recurrió al endeudamiento y cayó en cesación de pagos (en 2001) y en la década pasada lo hizo con emisión y elevando la presión tributaria a máximos históricos, similares a los de los países nórdicos y con prestaciones del subdesarrollo.
El problema entonces es cómo se recorta. El plan oficial consiste en que el gasto nominal aumente al ritmo de la inflación y que el país crezca, de manera que el peso del gasto si se  mantiene constante, disminuya gradualmente en la economía. 
Al mismo tiempo prevé una reforma impositiva, pero es un trabajo de cirujano en un quirófano de alta sensibilidad política y social. De hecho, uno de los grandes rubros del gasto público son las jubilaciones, cuyos aumentos se calculan con la inflación pasada, por lo que si la inflación baja este año, de cualquier manera la inercia de aumentos y su influencia se sostendrán. 
El FMI ya recomendó, por caso, modificar la fórmula de cálculo de la actualización de las jubilaciones, reducir montos iniciales de los haberes y subir la edad jubilatoria de las mujeres. El Gobierno empezó por el primero y tuvo que retroceder. Ni hablar de los trastornos que tuvo con el ajuste de tarifas.
Pese a ser un gran contribuyente del actual atolladero, el kirchnerismo ya salió a advertir que el Gobierno ejecutará un "ajuste feroz" después de las elecciones. Cristina Kirchner, si es candidata, ensaya por allí su lema de campaña.
El massismo y el PJ también le facturan al oficialismo grados de responsabilidad en el manejo del déficit al haber recortado o eliminado retenciones al agro y la minería.
Macri apostó a que esos sectores sean pilares de la reactivación. Por ahora empata, pero el tiempo dirá si se justificó la poda de ingresos a las arcas públicas.
La refriega entre el Gobierno y la oposición seguramente conspirará contra la posibilidad de concretar la única salida que se vislumbra para el problema: un gran acuerdo político.

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