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El libretista Jaime Durán Barba supo afirmar que una parte grande del electorado no elige por ideas y/o conjeturas en torno a la política y/o la economía.
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El giro neoliberal del cinismo

“Filósofos perros” les decían a los cínicos en la Antigua Grecia. Diógenes era uno de sus principales referentes. No tenía hogar, comía, defecaba y se masturbaba en la calle. Pretendían encarnar la verdad, sin vueltas. Con transparencia, podría llegar a decir hoy algún incauto. Denunciaban escandalosamente las imposturas que suele imponer el lazo social. Mostraban en acto algunos de los núcleos pulsionales en que se enraíza todo discurso. Sobre todo los sádicos y masoquistas. Y pagaban un precio por ello, a veces muy alto. Vivían en la miseria y se arriesgaban a ser despreciados, humillados, atacados, esclavizados y a veces muertos. Se los llamaba perros porque su miseria y ferocidad los acercaba a los perros callejeros. También los hubo en Roma. Durante el cristianismo, de otra forma, supieron encarnar este desecho discursivo algunos hombres como San Francisco de Asís. 
El libretista Jaime Durán Barba supo afirmar que una parte grande del electorado no elige por ideas y/o conjeturas en torno a la política y/o la economía. Votan en contra de aquel a quien ven pegándole a un perro. Es decir, por identificación con el perro apaleado que desea que no le peguen más. Pero las cosas no son tan sencillas como el guionista ecuatoriano nos quiere hacer creer. También se vota por identificación con el apaleador. E incluso por el apaleador disfrazado de perro apaleado o por el apaleador desde una identificación con el apaleado. Tal vez lo interesante sean los fantasmas sadomasoquistas vehiculizados por la presencia del can.
Al poco tiempo de asumir la presidencia, negándose a hacerlo “por la patria”, como lo indica la Constitución Nacional, Mauricio Macri hizo circular por las redes fotos en las que su mascota perruna posaba sentada en el sillón presidencial. También circularon videos que mostraban a “Balcarce” corriendo por los jardines de la quinta de Olivos. Nótese que la mascota lleva por nombre el apellido de un político y militar de destacada actuación en la guerra por la independencia. Detalle a tono con el reemplazo, en los billetes, de personalidades nacionales por diversos animales. Tampoco faltaron últimamente medidas a favor de las mascotas (permisos para viajar en subte, prohibición de carreras de galgos, etc.). 
Lo llamativo es que en paralelo a este amoroso trato hacia las mascotas se fue desarrollando una política de maltrato hacia los humanos: despidos, rebajas de salarios, quita de medicación y servicios, represión violenta a trabajadores y jubilados, balaceras sin razón en lugares donde niños realizan actividades, presión policial a pasajeros en medios de transporte público, reivindicación de las violaciones a los derechos humanos, etc. Lo que podríamos llamar “un trato de perros” que produce exclusión, enfermedad, locura, delincuencia y muerte.

Mentira sistematizada
Uno de los rasgos discursivos fundamentales de los funcionarios actuales es el cinismo. Pero no se trata del cinismo de Diógenes, el perro, que por encarnar cierta verdad estaba dispuesto a correr el riesgo de ser marginado. El cinismo neoliberal es aquel que en nombre de la posverdad sistematiza la mentira. No se trata de un relato que puede ser portador de alguna mentira, exageración u omisión ni, como decía Lacan, de una verdad que tiene estructura de ficción. Allí la verdad es desconocida y se produce en discurso sorprendiendo al hablante y a su interlocutor, constatando que cuando alguien habla siempre dice más de lo que cree decir. En este caso se trata de una mentira planificada, guionada y repetida sistemáticamente por una red de medios de comunicación cómplices de la política de destrucción. Quien miente en forma guionada cree tener a la verdad apresada, ya que sería aquello que sólo él y algunos otros conocen y callan, o solamente hablan entre ellos. Adoptan de esta forma una modalidad sectaria. Al modo perverso creen poseer el secreto del goce y ser amos de la verdad. 
Estos cínicos del siglo XXI le ponen el cuerpo a la mentira que, como maniobra adaptativa, les permite acceder a privilegios socioeconómicos vedados para las mayorías. El precio a pagar es la obediencia y el servilismo a sus patrones del “círculo rojo” nacional y de las multinacionales financieras. Para sostener este “como sí” realizan retiros espirituales donde, a cambio de retirarles el espíritu, los saturan de discursos de autoayuda, con los que encubren uno de los gestos más valorados por el neoliberalismo: la traición a sí mismo. De esta traición suele dar cuenta el festival de actos fallidos que muestran a diario. Para alcanzar este grado de cinismo se torna necesario un devenir mascota, convertirse en un perro domesticado, al que le estará permitido ladrar y morder sólo en la dirección ordenada. 
Uno de los últimos ejemplos de este cinismo fue el del Jefe de Gabinete,  cuando intentó simular una crítica a la decisión de la Corte Suprema, respecto de la aplicación del 2 x 1 para los casos de delitos de lesa humanidad: “Consideramos que el 2 por 1 es el símbolo de la impunidad en la Argentina”, dijo Marcos Peña. Lo que en una primera lectura resulta una muestra más de su cinismo habitual, con una segunda más atenta se vuelve una confesión de la impunidad que están instalando desde que gerencian la patria.

(*) Psicoanalista

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