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ENFOQUE

El Cura Brochero y su pasión por el asado

Es sabido que el Papa Francisco es fanático del asado y que, siendo obispo, no dejaba pasar la ocasión de comerse un asadito con los curas de la iglesia argentina en Roma o se "clavaba" un choripán al paso en sus recorridas por las villas de Buenos Aires. Sin embargo, no es el primer "sacerdote asador" que registra nuestra historia y otros prelados "famosos" se destacaron por sus habilidades (y debilidades) parrilleras.
Uno de ellos es el flamante Santo José Gabriel del Rosario Brochero, que nació el 16 de marzo de 1840 y falleció en Villa del Tránsito (localidad que hoy lleva su nombre) el 26 de enero de 1914.
Cuentan por esos andurriales -por entonces inhóspitos- que el cura Brochero dejó lonjas de su cuerpo y jirones del alma levantando escuelas, casas, parroquias, abriendo caminos y  arengando a los lugareños para que mejoraran sus condiciones de vida. Dicen, los mismos memoriosos, que el curita tenía una debilidad gastronómica: el asado y que en su campaña permanente por obtener beneficios para su comunidad no dudaba en agasajar a los visitantes con carnes a la parrilla.
La historia que nos ocupa, referida por Archi Lodero en la Revista Rumbos, cuenta que el cura Brochero estaba ansioso y entusiasmado por la visita, a principios del siglo XX, de  periodistas del ya desaparecido diario cordobés "Los Principios" a la localidad de Villa Tránsito: ellos podrían contar las necesidades de su gente en las páginas del matutino que se editaba desde 1894 en la capital de la provincia.
Para la ocasión el cura quiso agasajarlos con un asado especial, coronado por un nuevo producto que se había puesto de moda por entonces: los chinchulines trenzados. El único problema, para el sacerdote que estaba acostumbrado a manejar todo con "cincha corta", ocupándose personalmente de todos los detalles, es que no podía encargarse de las compras porque tenía que celebrar misa y los novedosos chinchulines trenzados costaban un potosí.
Fue así que llamó a Miguelito, un joven colaborador, y le encomendó la compra. Obviamente en el lugar había una sola carnicería, atendida por un tal David, que era un hueso duro de roer, de esos que ponen el cartelito "Hoy no se fía, mañana tampoco".
"Andá y pedile a David un kilo de chinchulines trenzados, que los anote a mi nombre que yo después se los pago en la semana", le dijo el sacerdote a Miguelito, que se fue alegremente a cumplir con el pedido. Entonces el cura se vistió de cura y se dispuso a celebrar la Santa Misa en la parroquia. Ese día, Brochero se refirió a un texto del Antiguo Testamento que tenía como protagonista al profeta David y, cuando llegó el momento de la homilía, abrió el diálogo con los feligreses, como lo hacía habitualmente.
"¿Y, entonces, queridos amigos, qué fue lo que nos quiso decir el profeta David?, disparó el curita a los presentes. Nadie le contestaba, así que insistió: "Vamos, no sean tímidos, qué fue lo que dijo David", insistió. En ese momento, Miguelito, que volvía de la carnicería, pensó que la pregunta estaba dirigida a él le dijo a viva voz: "Que si no manda la plata ahora, no hay chinchulines".
La anécdota, que parece ficticia o guionada para un sketch de TV, fue referida por Efraín Bischoff, el biógrafo más entusiasta del cura Brochero, que dedicó gran parte de sus 100 años de vida a ratificar o desmentir historias referidas al cura gaucho que acaba de ser canonizado por ese otro cura gaucho llamado Bergoglio, que comparte con el Santo José Gabriel el amor por los más humildes y la pasión por el asado.
Ahora sólo falta que el cura Brochero sea declarado patrono del asado argentino.<

(*) Periodista especializado.
Autor de Historias de la Carne.

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