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TRASTIENDA POLÍTICA

Cristina, ¿la piedra en el zapato del PJ provincial?

La conducción del peronismo bonaerense se ha trazado un mapa de acción que, al menos por ahora, parece difícil de cumplir.

Hace poco menos de un mes, a propósito del aniversario de la muerte de Evita, el titular del partido, Fernando Espinoza, había logrado una foto que lo entusiasmó: a su distrito de origen, La Matanza, concurrieron para el homenaje casi todos los sectores internos, incluyendo los representantes de la agrupación juvenil kirchnerista La Cámpora, que durante los años de hegemonía K habían mirado con desdén a los peronistas más tradicionales de la Provincia, subidos al púlpito de la influencia decisiva que les daba la línea directa con Balcarce 50.
Sólo habían faltado al acto matancero los representantes del Grupo Esmeralda, el lote de intendentes jóvenes del peronismo que se ven a sí mismos como la renovación del partido, precisamente para desplazar a exponentes como Espinoza y ofrecerse como una oferta superadora del kirchnerismo. Eso, a pesar de que algunos integrantes, como el jefe comunal de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, supieron ser la crema y nata del proyecto de Cristina.
Como sea, en aquella ocasión Espinoza venía de cerrar un acuerdo nunca hecho público con Cristina según el cual el PJ bonaerense no impulsaría ningún tipo de apartamiento de los muchachos de La Cámpora y demás exponentes leales a CFK.
A cambio, los camporistas deberían aceptar las nuevas reglas del juego post derrota electoral: ya no tendrían las amplias potestades de la última década. ¿Cuáles? Entre otras, ser los dueños de la lapicera a la hora de confeccionar las listas de candidatos. La idea era que acepten, además, módicos lugares en las nóminas de 2017.
Fuentes del PJ explican, incluso, que Espinoza llegó a plantear a la ex presidenta una realidad que comparte la mayoría de los dirigentes con peso territorial del justicialismo: no reniegan de su gobierno e incluso defenderán los “logros”, pero Cristina debe aceptar que ya no es la conductora política del peronismo bonaerense, un sitial por ahora vacante. Abundan las fuentes: es crucial para ello extirpar el nombre Frente para la Victoria de las boletas y volver a la simpleza de la denominación Partido Justicialista.
Esa visión, compartida en reuniones privadas, habría incluido la idea de que CFK no se postule en la Provincia el año próximo. La estrategia de Espinoza era, aún lo es, que el partido una vez “deskirchnerizado” realice una gran interna, que contenga a todos los sectores, incluso a los que se fueron enemistados. “¿Por qué no a Sergio Massa también?”, se le escuchó decir al matancero.
Pues bien, los pasos de Cristina parecen ir en el sentido inverso a esa conversación. Instalada en la Capital Federal se dispone a recorrer los distritos bonaerenses cuyos intendentes se reivindican cristinistas en lo que, para muchos observadores, suena como el inicio de una campaña electoral que podría encontrarla como candidata al Senado de la Nación. Una pelea que ofreció, con éxito, allá por el año 2005. Otros tiempos.
La verdad es que la dirigencia oficial del partido preferiría no llevarla en la boleta. Tal vez estarían más contentos si se postula por Santa Cruz, su lugar en el mundo, donde incluso perdiendo la elección accedería al Senado en representación de la minoría. Nunca lo dirán en público, al menos por ahora, pero en cualquier charla fuera de micrófono el dato es admitido sin disimulos.
El problema para esa dirigencia tradicional es que a la ex presidenta nunca le importó realmente el partido y nada indica que ahora vaya a cambiar los gustos. Su “Frente Ciudadano”, parido en aquella primera citación judicial durante el acto masivo en Comodoro Py, parece ser el camino elegido. Integrado, además, por referentes que detestan el “pejotismo”. Como Martín Sabatella, Luis D’Elía, Fernando Esteche, Amado Boudou y demás.
Desde este sector, precisamente, esgrimen reivindicaciones como que “la dirigencia del PJ no representa a nadie”; o que “la gente sabe que estaba mejor con Cristina y eso es más fuerte que cualquier sello partidario”. Formas para explicar una visión según la cual la famosa “Lista 2” es inservible a la hora de la verdad. Confían en Cristina y su conexión con la gente, en especial la más humilde. Y, claro, reducen a la nada misma el peso que puedan tener en el electorado los obscenos casos de corrupción durante la era kirchnerista que florecen cotidianamente por allí y por allá.

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