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PUNTO DE VISTA

Política al ritmo de reggae

En un lúgubre boliche de una ciudad centroeuropea se llevó a cabo, días atrás, un concierto en el que tocaron tres bandas de reggae. El ambiente fue ameno y el público, en su mayoría, estuvo compuesto por jóvenes.
En medio del repertorio del segundo grupo apareció sobre el escenario un hombre mayor que comenzó a hablar con un micrófono todavía no abierto, por lo cual la primera parte de su discurso no se pudo escuchar. Paradójicamente, con su mímica logró llamar la atención del público que, lentamente, enmudeció tratando de escuchar la imperceptible voz del personaje.
Gerd Richter es un maestro de escuela jubilado, fundador del grupo 1589 de Amnistía Internacional de Alemania. Esa agrupación, activa desde hace más de 40 años, es la que organizó el recital en el marco de la semana internacional de los Derechos Humanos, con el fin de reunir firmas en una petición para excarcelar a un activista iraní apresado injustamente (según ellos) en su país.
La función principal del grupo 1589 de Amnistía Internacional es impulsar acciones solidarias en defensa de los Derechos Humanos fuera de su país (Alemania, en este caso).
Sin embargo, y más allá de las a veces casi utópicas empresas que se proponen, hoy en día algunos de sus proyectos son de incumbencia nacional.
Por ejemplo su propuesta para numerar con un código los uniformes de los policías alemanes, para su fácil identificación en caso de uso excesivo de la fuerza. Esa forma de identificar a los policías podría ser un freno a la disimulada violencia policial que las minorías sufren al expresarse en marchas en la vía pública en Alemania.
Lo que resalta en una conversación con Richter es su interés por el devenir de la política en materia de derechos humanos en Sudamérica, y lo muy informado que se encuentra, no sólo sobre el presente, sino también sobre los pasados regímenes militares que azotaron la región.
Si bien, debido a distancia geográfica y cultural que entre los grupos de amnistía y las problemáticas existe, dichos proyectos parecieran tratarse de utopías solidarias, o en algunos casos hasta de oportunas propagandas políticas (para los más escépticos). Cierto es que más del 50% de los proyectos del grupo 1589 se resolvieron satisfactoriamente y más del 70%, al menos, apareció en la prensa internacional.
Amnistía Internacional, representada esa noche por el grupo 1589, entendió que la “actualización” no es sólo una maniobra de mercado de los productores de software, o una campaña propagandística para la consumición desmesurada de tecnología, sino la búsqueda de contextos para una comunicación clara y directa.
Según esta última acepción del termino “actualización”, no hay medio más directo y claro que la palabra hablada, el cara a cara y el boca a boca. La mayor dificultad que esta forma de comunicación enfrenta es encontrar un espacio y un ámbito para expresar el mensaje. En ese sentido es que el concierto de reggae funcionó como medio de recolección de espíritus -no necesariamente críticos de la realidad circundante- que con el adecuado ambiente se encuentran listos para recibir la información e investigar al respecto, para así curarse el escepticismo.
Los argentinos no deberíamos preocuparnos por los efectos internacionales de nuestro circo político. La semana pasada tuvo lugar un hecho que, oportunamente en la semana de los Derechos Humanos, pareciera haber ayudado a la causa. En la ya no tan conmovida París (entiéndase: la extrema hipocresía con la que el atentado se ha tratado), tuvo lugar la Cumbre Climática de París, en la cual los mandatarios de 195 países llegaron a un acuerdo para limitar el aumento de la temperatura en el planeta, lo que será un bastión más para el fortalecimiento de los Derechos Humanos internacionales.
La regulación de la temperatura del planeta significa el control sobre las emisiones contaminantes, y podría significar también el puntapié inicial para una regulación mundial de la producción (el consumo) y la libre movilidad de las personas (en contrapartida a la libre movilidad de los mercados). Es decir que, visto desde un punto de vista socialista, este acuerdo tendría el objetivo de apoyar el derecho a tener una vida digna, en un planeta digno.
Pensando en una síntesis entre magnitud (Cumbre de París) y alcance (el reggae en un bar alternativo), no puede dejar de recordarse el mega recital que Amnistía Internacional llevó a cabo en Argentina en 1988 con Charly García, León Gieco, Sting, The Wailers, Peter Gabriel y hasta las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, entre otros. Y recordar el final del concierto en River, cuando Charly García, Sting, y Peter Gabriel, junto a The Wailers, cantaron una versión en español de “Get up, stand up”.
En esa ocasión Argentina fue testigo de otro tipo de acuerdo: uno cultural que logró trascender idiomas, estilos y trayectorias, y llegar a miles de personas de forma directa.
Salvando las distancias y las dimensiones, en ese recital fue el reggae, una vez más, el género abanderado de los Derechos Humanos y los fundamentos se comunicaron de forma clara y directa, tal como 27 años después ocurrió en un boliche en una fría noche boreal.

(*) Músico platense radicado en Alemania.

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