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TRASTIENDA POLÍTICA

El PJ está que hierve

La reciente sinceridad brutal del intendente de Ezeiza y ex ministro de Seguridad, Alejandro Granados, graficó claramente el estado revulsivo que se vive en el peronismo bonaerense. “Yo soy peronista. No tengo nada que ver con el Frente para la Victoria”, dijo cuando asumió su cargo. Sus dichos, y los que seguirían luego de boca de otros referentes partidarios, vaticinan la gran discusión que se empieza a instalar respecto a la identidad y la conformación del justicialismo en la era post derrota electoral.
La división del bloque de senadores provinciales de lo que fue oficialismo hasta el 10 de diciembre y ahora es oposición patentizó, en los hechos, aquellas diferentes miradas sobre el perfil del peronismo que viene: de un lado quedaron los referentes de la agrupación hipercristinista La Cámpora y algunos aliados, como el ex secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni; del otro, referentes del peronismo clásico, con peso especial de dirigentes del Conurbano o de aquellos que terminaron alejados de la figura de la ex presidente Cristina Kirchner.
Fernando Espinosa, el titular del PJ bonaerense, tiene un filoso papel en ese ida y vuelta, donde no faltan análisis de la derrota y pases de facturas. El día de asunción de nuevas autoridades legislativas, el matancero estuvo en la Legislatura para acompañar a los referentes de su distrito. Entre ellos el senador Daniel Barrera, propuesto para conducir la bancada peronista. Un legislador de los que luego quedaría en ese bloque le pidió consejo para saber hasta dónde debían tirar de la cuerda. “Sigan adelante que esto es la cabeza de playa de lo que viene”, respondió Espinosa.
Dolido porque junto a Julián Domínguez perdió la Primaria Abierta del FpV, internamente Espinosa siempre rechazó, no sólo la candidatura a gobernador de Aníbal Fernández, sino la conformación de una fórmula con un no peronista como Martín Sabatella, el controvertido titular del Afsca que la mayoría del PJ tradicional desprecia.
La derrota frente a María Eugenia Vidal sirvió, aparentemente, para que empiecen a salir a la luz voces que venían calladas por sumisión a la autoridad de Cristina, quien supo retener la centralidad hacia dentro y hacia fuera de su partido prácticamente hasta el último día de su gestión. El del mencionado Granados es un caso paradigmático porque durante largo tiempo fue considerado el más kirchnerista de los funcionarios de primera línea de Scioli.
El entrante ministro de Seguridad provincial, Cristian Ritondo, fue de los primeros en escuchar las quejas de Granados respecto a la fallida estrategia electoral del FpV. Fue durante la muy buena transición que llevaron adelante. Se entiende: al fin y al cabo ambos vienen del peronismo y se conocen bien por cuestiones vinculadas al mundillo del fútbol.
Lo dicho: el PJ bonaerense vive una ebullición desacostumbrada debido a la derrota. Perdió el gobierno de la Provincia de Buenos Aires luego de 28 años con las varias formas en que fue cambiando su envoltorio: más frentista durante la era K o más pegado a las tradiciones partidarias, anteriormente.
La historia dice que con los propios que pierden el peronismo es especialmente cruel. Y eso también discute ahora en diferentes ámbitos internos: quién es responsable de la derrota y si esos sectores deben participar de la reconstrucción.
¿Perdió Cristina, en tanto estratega electoral de la oferta del FpV en la Provincia? ¿La culpa es de Aníbal, que a pesar de ganar la interna demostró no ser un buen candidato frente al vendaval Vidal? ¿Fue Scioli el responsable porque tenía una gestión floja de papeles? Esas y otras preguntas podrían derivar en una interesante e inédita discusión interna que defina el futuro del peronismo. Y no sólo a nivel provincial.
Están los que creen que la fractura entre los senadores bonaerenses anticipa una ruptura donde por un lado se volverá al tradicional PJ y por el otro quedará conformado un Frente para la Victoria más kirchnerista, al estilo de un Frepaso tardío. Y están los que dicen que, frente a la abstinencia de poder y a posibles resbalones del nuevo gobierno, la discusión se saldará en un proceso de reunificación, eventualmente con una interna para dirimir conducciones. Evidentemente, todavía no ha corrido suficiente agua bajo el puente.

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