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IMPRESIONES

Una carta abierta realizada desde París

¿Porqué esta carta abierta? Por los que mostraron preocupación por lo que se vive en París. Por los llamados solidarios a las familias platenses aquí residentes ese viernes fatídico.
Los llamados angustiados, apoyados en las imágenes de la TV, nos encontraban -con inquietante simetría- en la exacta situación de descubrir, también a través de los noticieros, la realidad de lo que ocurría en la ciudad. Las sirenas parecían provenir tanto de las ventanas cerradas de nuestros hogares, cuanto de la pantalla del televisor como del otro lado del teléfono. En algunos casos, hasta asistíamos horrorizados, simultáneamente, al conteo progresivo de muertos, con la impresión de que ese macabro in crescendo iba a sacarnos de la incertidumbre cifrando la gravedad de los hechos.
En otros casos, el décalage (diferencia) se observaba menos en el huso horario que en la capacidad de reaccionar: la indignación y el repudio se articulaban mejor desde el otro lado del océano.
El existencialismo ya describió ese desfase témporoespacial para comenzar a pensar la complejidad inasible de la vivencia. Sin embargo, la estrechez de ese intervalo diferencial mantenía cierta obnubilación ante la experiencia traumática. ¿Pero dónde ocurrían dichos ataques? ¿Por qué órgano del cuerpo de Occidente se expresaba el dolor de su nuevo Mal?
Todo era una gran confusión. Para muchos de ustedes, la sorpresa; para todos nosotros, el encuentro con la concreción de una amenaza que no podía ser dos veces real. En efecto, lo atroz del asalto terrorista a Charlie Hebdo parecía habernos vacunado contra nuevos golpes. Esta creencia de inmunidad parecía reforzada por el exitoso desmantelamiento del atentado en el tren rápido Thalys  que cierra sus puertas en Bruselas, con trescientas personas a bordo, y vuelve a abrirlas en París. De no haber sido por los dos militares que reconocieron a tiempo lo que allí se estaba urdiendo, el Thalys se habría  transformado en un convoy fúnebre sin precedentes. Salvados, porque Dios es grande. O porque Allah akbar! Ya que la segunda religión de Francia es el islam. ¿Cuál? ¿el bueno o el malo ? ¿El de mi vecino o el del extranjero fanático? Abriendo así el viejo debate respecto al lugar de la religión en las confrontaciones más feroces de la historia y el debate sobre el rol que el estado francés, laico desde la ley de separación de la Iglesia de 1905, debería desempeñar para canalizar el Islam en su territorio.
Sabíamos que el Ministerio del Interior controlaba a diario amenazas. Porque Francia está en guerra en el territorio Sirio de Daesh. ¿Pero no es de ese país que provenían los miles de refugiados que fueron acogidos en este último trimestre? Refugiados, inmigrantes, musulmanes, desempleo, porosidad de las fronteras… La confusión parece total cuando la puja política la nutre en pos de formaciones conservadoras y de extrema derecha.
París no es una fiesta (Hemingway). A pesar de las banderas tricolores que cuelgan de los balcones y de la valiente congregación en la Place de la République en homenaje a los caídos, el miedo de la gente se mezcla con el fervor de la vida urbana y de su natural dinamismo.
La gente canta masivamente la Marseillaise, símbolo universal de los valores republicanos. Pero también, canto guerrero y marcial como asimismo arenga musical del partido ultranacionalista.
La línea divisoria de todas estas tendencias, no es fácil de identificar; aun menos en los bares donde las reacciones afectivas al traumatismo dan inadvertidamente un marco de desinhibición al odio xenófobo y racista. La confusión es cierta.
Los asesinos kamikazes, en cambio, no parecían confundidos. Su gesto criminal emanaba de una conciencia operatoria, tan automática como sus Kalachnikov.
¿Porqué la guerra?, le preguntó Albert Einstein a Sigmund Freud en 1932, en torno a la tendencia del ser humano a la destrucción. Desde Freud, sabemos que esa pulsión, en dialéctica con la pulsión creadora de vida, cohabita en todo sujeto y, por ende, en todo cuerpo social. La razón del Iluminismo no pretende más al triunfo definitivo, por voluntad civilizadora, sobre lo irracional sino que se ha transformado en la capacidad lúcida de acoger las diferencias y los múltiples niveles de análisis de la realidad.
Por eso, no tengamos vergüenza de estar confundidos. La “debilidad” pretendida de Europa es, sin embargo, su fuerza. Su derrota sería el pensamiento único que aparece como tentación para combatir la confusión. Conoce sus antecedentes de patologías paranoicas y, acaso por eso, Europa, la eterna, se sigue construyendo sobre estratos de civilizaciones siempre vivas. Sabe ya, por vieja y sabia, apostar al crecimiento tejiendo con la muerte.
¿Ignoraría Europa una nueva decadencia? Sólo hubo decadencia de imperialismos políticos no de sus ideas. Francia encarna esos baluartes y esperemos que su genio, de sangre gala y de derecho romano, siga defendiendo los tiempos controvertidos y costosos, complejos porque democráticos, de su lema republicano : Liberté, Fraternité, Egalité.

(*) Médico psicoanalista argentino, que vive en París desde 1987.

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