Uno de los enigmas que perduran en la política es por qué no se produce un mayor conflicto generacional. Los jóvenes norteamericanos tienen todo el derecho de sentir resentimiento. No sólo se los lanzó a la peor crisis económica desde la década de 1930, sino que hay un consenso informal de que haga el gobierno lo que haga, debe proteger cada centavo del Seguro Social y de los beneficios de Medicar para los ancianos. Esas prioridades parecen sesgadas e injustas.
Las penurias generacionales no son una abstracción; se reafirman repetidamente. Recientemente, el Pew Research Center informó que el 36 % de las mujeres de entre 18 y 36 años vive con sus padres u otros parientes, marcando la proporción más alta desde 1940, también con un 36 %. Entre hombres de la misma edad, el 43 % vive con sus familias, pero ese nivel es menor que el de 1940, de 48 %.
Repartan los costos de la jubilación de los baby-boomers en forma más equitativa, dicen algunos. He aquí la opinión del reportero económico del Washington Post, Jim Tankersley: “Si alguien merece pagar más para sostener la red federal de seguridad, mediante impuestos más elevados o beneficios menores, son los boomers, la generación nacida en uno de los momentos de mayor crecimiento laboral en EE UU, que se comió la mejor parte y dejó a sus hijos y nietos con una gran cuenta a pagar. Los políticos no deben permitir que esa generación quede incólume.”
Para que conste, yo adopté una posición similar. Los boomers no deben quedar exentos de sacrificios. Hay millones de norteamericanos mayores y de más medios (incluyéndome a mí, nacido en 1945), que ahorraron adecuadamente y para quienes algunos recortes en los beneficios o algunos aumentos fiscales, aunque poco populares, no infligirían un sufrimiento genuino. Los incrementos graduales en las edades requisito, comenzando ahora, representarían, en forma similar, un ajuste de sentido común para una sociedad que envejece.
Tal como señala Scott Keeter, de Pew, esos argumentos no han avanzado demasiado en la población, especialmente, entre los jóvenes. Aunque 75 millones de baby-boomers están inundando el Seguro Social y Medicare a un ritmo de 10.000 por día, no hay un clamor de los jóvenes para que se transfieran algunos de los costos de los programas de los jóvenes a los ancianos.
¿Por qué? Quizás muchos jóvenes trabajadores -la así llamada Generación del Milenio, nacidos entre 1980 y mediados de 1990- piensan que sus problemas económicos son temporarios. A pesar de las altas deudas estudiantiles y los jornales bajos, son optimistas. Si las cosas mejorarán, ¿por qué pelear?
“Aunque (los del milenio) no están satisfechos con su situación financiera como sus homólogos mayores, son mucho más optimistas sobre su futuro financiero”, dijo Pew en 2014.
La partida masiva de los boomers de los puestos de trabajo también podría crear un mercado laboral apretado. Los puestos de trabajo podrían ser más fáciles de obtener y los jornales ajustados a la inflación podrían elevarse cuando los empleadores compitan por trabajadores más escasos. El poder de negociación se transferiría de las empresas a los trabajadores.
La magnitud de la necesidad de reemplazo es asombrosa. Los economistas de la Oficina de Estadísticas Laborales calculan que los empleadores necesitarán reemplazar a dos trabajadores que se jubilan por cada nuevo puesto creado por la expansión económica. Entre 2012 y 2022, se proyecta que los puestos de reemplazo serán 34 millones, comparados con 15,6 millones de puestos nuevos. Consideremos a los ingenieros. En el curso de la década, la economía necesitará 544.300 ingenieros más; se proyecta que tres cuartos de ellos serán reemplazos.
Aún así, la mejor explicación de porqué no hay una guerra generacional quizás sea la más simple. “Una guerra generacional necesita combatientes, y las generaciones se gustan mutuamente”, dice Paul Taylor, autor de “The Next America”.
El resultado es paradójico: Mientras la mitad de los del milenio no espera obtener beneficios del Seguro Social nunca , protege los beneficios de los jubilados actuales. Los del milenio parecen haber subordinado sus intereses económicos y políticos a los de sus padres. Dentro de la familia, eso quizás sea admirable; para el país, es un ejercicio de evasión. Estaríamos mejor con un poco menos de paz social y un poco más de conflicto generacional.
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