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ENFOQUE

Claves para dar la batalla contra las inundaciones

Se trata de un proceso que evoluciona en el tiempo, de una compleja situación que debe abordarse con todos los recursos disponibles, de una manifestación dinámica y caótica pero con reconocimiento de patrones espaciales. Así se nos presenta el problema de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires.
Entre los pasos iniciales que la experiencia nos sugiere seguir se encuentran los esfuerzos permanentes para mantener los inventarios físicos del sistema de desagüe, aquellos otros que nos permiten garantizar la continuidad y calidad de los registros de las principales variables hidrológicas y la del aprovechamiento de un conjunto de enseñanzas de nuestra historia reciente. Esto posibilita, a su vez, el análisis de escenarios críticos futuros con las herramientas de simulación disponibles. Con mayor o menor efectividad, es lo que se ha intentado realizar en los últimos decenios. Pero no está integrado regionalmente, no se comparte, no se discute, no se atiende.
Primera dificultad que algún milagro de cooperación vencerá o la tecnología lo hará por nosotros (o a pesar de nosotros).

Planificación
Lo que viene después es la planificación (o el acuerdo de metas) para tratar de preservar la seguridad de la población más expuesta y de atenuar los perjuicios materiales de una inundación. Esta etapa, que debería nutrirse de los pasos iniciales ya indicados, no siempre contó con la participación de los propios afectados a la hora de decidir cuáles medidas desarrollar, en qué secuencia, con qué prioridad. Las decisiones tomadas en nombre de todos no siempre coinciden con las expectativas de todos.
Segunda dificultad a vencer que el ejercicio comunitario sin temor a no entendernos, a no escucharnos, a no estar completamente de acuerdo, en algún momento decanta en una propuesta coordinada a la luz de poder compartir el conocimiento adquirido, de descubrir y justipreciar los límites de la alternativa elegida para desarrollar.

Implementación
Sigue entonces la implementación. Se debe contar con los recursos humanos y económicos a escala del problema que estamos enfrentando. Y que no se pierda nada en el camino, que ya se sabe de permanente evolución. La fortaleza para dar continuidad a esta cruzada está en el involucramiento de todos los actores sentados a la misma mesa de cada región hídrica: Asociaciones de vecinos, funcionarios de los gobiernos provincial y municipales, expertos e investigadores de disciplinas asociadas, representantes de productores e industrias, Defensa Civil, organizaciones no gubernamentales de ayuda humanitaria, fuerzas policiales, Bomberos, Cruz Roja, representantes de colegios profesionales e instituciones universitarias, asociaciones de comercio, agrupaciones de docentes escolares y profesionales de la Salud.
En los principios rectores de la política hídrica vigente en nuestro país desde comienzos de este siglo, este tipo de mesa se recomendó como la organización básica para trabajar en problemas que no sólo abarcan el tema inundaciones, incluyendo además sequías, agua potable y saneamiento. Se la denominó Comité de Cuenca. La única división que debería experimentar esta entidad es la que le imponen los límites hidrológicos en cada región. A saber, en la provincia de Buenos Aires se reconocen características distintivas para una docena de regiones hídricas y ya se ha definido un número dos veces mayor de Comité de Cuenca. El desafío está en transformar a estos últimos para que dejen de comportarse exclusivamente como organizaciones de carácter político y adquieran propiedades ejecutivas. Los instrumentos legales están próximos, falta completar la descentralización de este poder de decisión dotando a cada Comité de un presupuesto anual para su funcionamiento y de partidas acordes a su plan de acción consolidado, sea éste para obras estructurales y/o para estrategias de prevención.
Esta tercera dificultad vinculada a la implementación pareciera ser la más difícil de vencer. No deberíamos especular con la chance mínima de experimentar sucesos extremos en el corto plazo, ni provocar el agotamiento de la paciencia de los que sufren las consecuencias reiteradas de este flagelo.
Pero si avanzamos, queda entonces la tarea de documentar tanto los logros como los resultados adversos de esta implementación, verificando si se cumplen las hipótesis de trabajo y alimentando la memoria experimental de un sistema que nos permita a largo plazo plantearnos nuevas metas.
Se hizo así en otras regiones. La cita de la experiencia holandesa es frecuente en estos últimos tiempos. Hace 28 años, y respondiendo a una invitación del Ministerio de Trabajos Públicos de Holanda, tuvimos la oportunidad de conocerla en directo. Allí se nos indicó que el verdadero objetivo a cumplir era encontrar una defensa adecuada y posible ante los embates del Mar del Norte. Los holandeses se fijaron un plazo de 100 años para llegar a este objetivo, pero también asumieron que en ese período muchos cambios podían ocurrir (los mismos responsables de conducir ese desarrollo seguramente cambiarían, la tecnología iba a evolucionar, las posibilidades económicas podían ser diferentes), pero lo único que no iba a cambiar era el objetivo que se habían propuesto. A partir de orientarse de esa manera cumplieron con sus deseos pero también encontraron oportunidades de innovación, de producción, de transformar una realidad muy adversa que los terminó posicionando como referentes obligados de casi todos sus desarrollos.
Nuestro objetivo con el tema inundaciones es concreto, sólo debemos empeñarnos en conseguirlo.

(*) Ingeniero Hidráulico

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