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PUNTO DE VISTA

El adiós a Vélez Sarsfield

Desde el sábado último, sin un mísero adiós, y después de 143 años, la sociedad argentina le dijo definitivamente adiós a Dalmasio Vélez Sarsfield y al Código Civil por el impulsado que, desde el 1 de enero de 1871, rigió la vida en sociedad de este país.
Dicen los entendidos, tanto los que están a favor como en contra, que la nueva norma se adapta a los tiempos que corren. Dicen los detractores que el nuevo ordenamiento deja un peligroso vacío en lo que respecta a la responsabilidad de los funcionarios, en cuanto a sus actos de gobierno.
Quienes están a favor hablan de las bondades de la modernización del Código, que contempla profundos cambios en la concepción de la familia, la responsabilidad entre cónyuges, los deberes como padres, las facilidades para adoptar e incluso, la libertad de decidir sobre la muerte.
Sostienen los opositores al nuevo Código, que no hubo debate, que las audiencias públicas fueron apenas una puesta en escena y que de la letra original del texto impulsada por el kirchnerismo, no se le pudo cambiar ni una coma.
El casamiento, la vida en pareja, la filiación de los hijos, el reconocimiento de la adolescencia como tal y la capacidad para decidir de ellos, el divorcio y la adopción, recibieron, por cierto, un baño de modernidad acorde a los tiempos y a la evolución.
La mujer puede optar por llevar, o no, el apellido del esposo. La pareja puede decidir si un hijo lleva el apellido de la madre, del padre -en cualquier orden- o los dos.
Desde los 25 años una persona puede aspirar a una adopción y, además, a los adoptados, se les reconoce el derecho a decidir por quienes quieren ser adoptados.
Las parejas del mismo sexo, conforme a lo dispuesto por el matrimonio igualitario, tienen plenos derechos. Terminar una relación de pareja -sea ésta casada, o no, será más sencillo. Incluso, para aquellas en las que no haya mediado el vínculo matrimonial, tendrán derechos y obligaciones: el código habla de ser responsable y solidario hacia el otro.
Deberá, en caso de una separación, ser contemplada la situación de aquel integrante de la pareja que postergó su desarrollo profesional en pos de la vida familiar, lo que casi en un 100% de los casos, representa un reconocimiento a la mujer.
¿Es mejor? Seguramente una gran porción de la sociedad dirá que sí. Seguramente, otra gran porción de la sociedad reaccionará poco menos que horrorizada ante cambios tan violentos como radicales.
Pero lo cierto es que, aún sin ser terminantes en uno u otro sentido, a partir de ayer la sociedad en general ha ganado en un aspecto: el de la sinceridad y ha perdido otro tanto en ocultamiento y pacatería.
Con el nuevo Código, tal vez, se haya dado un paso adelante en lo que refiere a la transparencia de las relaciones entre congéneres, lo que por cierto, no es poco.

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