ANÁLISIS

Un paro con las PASO como telón de fondo

El paro fue contundente, al igual que la reacción de la Presidenta. Y ahora los sindicalistas van por más: una huelga de 36 horas con la cual aspiran no sólo a doblarle el brazo a Cristina Kirchner, sino también -aunque no lo confiesen- a influir en la campaña electoral.
El Gobierno, a su vez, persiste en su actitud de no modificar el impuesto a las Ganancias pese a que salta a la vista la grave distorsión que provoca ese gravamen en un contexto económico inflacionario.
En el medio, millones de argentinos asisten con resignación a un conflicto anunciado, que parece inexorable a raíz de la intransigencia con la que actúan los protagonistas.
Tanto la Casa Rosada como los gremios no encolumnados con el kirchnerismo tienen a la mano una lista de argumentos-excusa para iniciar una carrera hacia el choque frontal. “Me siento con espaldas como para bancarlo”, advirtió ayer la Presidenta al rechazar el paro, en un acto en La Matanza.
La definición de la mandataria surge de su concepción de la política.
La Presidenta entiende que Hugo Moyano y compañía están pulseando con ella lisa y llanamente por una cuestión de poder y no defendiendo los intereses de los trabajadores. Por eso los invitó –con ironía- a armar un partido y presentarse a elecciones. Cristina Kirchner no ignora que el jefe camionero ya tiene su propia fuerza, ni tampoco que no es una figura taquillera en términos electorales.
El jefe de la CGT Azopardo la había aguijoneado previamente con una chicana que sabe que la molesta: dijo que la Argentina nunca fue gobernada por un trabajador, esto es, un sindicalista del movimiento obrero organizado. Ya se sabe que Moyano suele ser hiriente con el hecho de que la mayoría de los dirigentes políticos son abogados. Y que hace rato que no acepta la conducción de Cristina Kirchner en el PJ, al que considera arrodillado a los pies de La Cámpora.
Por eso el ministro Axel Kicillof es, para el gremialismo tradicional, el blanco sobre el que hay que disparar.
El exabrupto de Luis Barrionuevo -que en un giro antisemita lo tildó de “rusito”- lo dejó en evidencia. En términos históricos, parece reflotarse la vieja disputa entre la izquierda y la derecha del peronismo, a tal punto que no faltan los que temen algún brote de violencia. Son los que acusan a la Presidenta de generar “una pelea de pobres contra pobres”.
Es decir, de los asalariados afectados por Ganancias con los que cobran sueldos bajos, que son la gran mayoría.
Moyano recordó ayer sugestivamente los trabajadores que provocaron la rebelión del Cordobazo en 1969 eran los mejor pagos de aquel momento. Por su parte, la Presidenta invocó dos veces a Evita –sin afán de compararse, aseguró- para situarla en los talleres ferroviarios reclamando que se levantara una huelga contra el Gobierno peronista.
“Le tengo más miedo al corazón frío de los compañeros que a los oligarcas”, soltó entonces la mandataria, retomando la oratoria de los años cuarenta. Aunque los sindicalistas no le fueron en zaga a la hora de las frases desafortunadas: “Hoy no pararon los que mataron a Nisman”, vociferó Julio Piumato, de los Judiciales, mientras que el jefe de la CTA díscola Pablo Micheli dijo que aquellos que querían ir a trabajar debían procurarse transporte “por su cuenta”.
Pero más allá de los cruces verbales, el plan de acción de los sindicalistas no apunta solamente a presionar al actual Gobierno, sino también a advertir a los candidatos presidenciales con mayores posibilidades de suceder a Cristina Kirchner en diciembre próximo.
De hecho, el jefe de la UTA, Roberto Fernández, propuso una serie de reuniones con los postulantes antes de lanzar otro paro. Y Sergio Massa ya prometió eliminar Ganancias a partir de enero de 2016.
Menos activa parece la actitud de Mauricio Macri, ya que en su equipo analizan que se trata de un conflicto dentro del peronismo.
A su vez, Daniel Scioli no puede ni quiere dejar de seguir los pasos que vaya a dar la Presidenta, mientras que Florencio Randazzo ataca a los gremios pero su flanco débil es que el paro se organizó en torno a los gremios del transporte.
No obstante, en las fuerzas de oposición sospechan que Cristina Kirchner se guarda un as en la manga. “¿Qué pasaría si el cambio en Ganancias lo anuncia antes de las PASO?”, se preguntan allí. Y se responden que los costos fiscales de esa medida “los pagará el próximo gobierno”.
Aunque la Presidenta dijo ayer que espera que el kirchnerismo siga en el poder tras su gestión, en coincidencia con la reaparición pública de Máximo Kirchner para rechazar acusaciones de corrupción. En medio, quedó la impresión generalizada de que madre e hijo serán candidatos.
Por lo pronto, a la Argentina le aguardan cuatro meses calientes, hasta las primarias de agosto. Y los sindicatos ya avisaron que no se quedarán sentados en la platea mientras las fuerzas políticas definen en la arena electoral el rumbo del país.