None
OPINIÓN

Se achica el margen de maniobra y el Gobierno nacional busca oxígeno

Al aflojar el cepo cambiario, el gobierno intentará un giro no tan brusco en el rumbo al tolerar menos intervencionismo, con la expectativa de evitar dar un volantazo de 180 grados que obligue a barajar y dar de nuevo. 

Pero deberá ser muy cuidadoso en la implementación de esta medida, porque la desconfianza de los operadores y ahorristas parece estar en niveles altos, y cualquier intento de engañar a los tenedores de pesos provocará una nueva disparada del dólar blue y sangría de reservas, que sellen el final de un modelo que viene trastabillando desde la pérdida de los superávits gemelos.

Mientras el sistema financiero profundiza su estrés, hay señales de que la economía real consolidó su caída en el nivel de actividad, tras conocerse que por segundo año consecutivo la industria bajó, según datos oficiales.

El sector fabril argentino está en recesión mientras que sólo una medición controversial del Producto Bruto estaría evitando que toda la economía refleje un parate.

Irónicamente, las dudas sobre cómo el INDEC calculó un crecimiento tan alto de la economía en el 2013, que superará el 4 por ciento, obligarán a los argentinos a pagarle 3.500 millones de dólares a los tenedores del bonos atados al PBI, entre los que se incluyen casi todos los funcionarios de cierto rango del kirchnerismo.

Esta semana será decisiva para saber si tiene alguna oportunidad el anuncio desprolijo realizado el viernes a primera hora por el voluntarioso jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el inquieto ministro de Economía, Axel Kicillof.

La medida, enunciada en apenas dos minutos pero cuya implementación demandará un esfuerzo descomunal para la burocracia estatal, mostró a un Kicillof desencajado, a quien se le notó demasiado que vivió la flexibilización del cepo cambiario como una derrota personal.

Hay dudas sobre si el daño hecho a la economía argentina por la impopular restricción cambiaria tiene cura. Por lo pronto, se impuso la línea bajada por el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, quien no parece dispuesto a dilapidar toda una carrera en el sistema financiero público a costa de caprichos.

Con esa lógica, Fábrega avisó que desde este lunes subirá las tasas de interés, en una medida ortodoxa destinada a mantener la salud del sistema financiero y evitar que los pesos de los plazos fijos se vayan al dólar en tropel.

La autoridad monetaria lanzará la suscripción de letras en pesos y ofrecerá 25% anual de rendimiento, y la novedad de una letra en dólares a cambio de billetes depositados a plazo fijo.

Al menos en un sector del equipo económico parece haber llegado la hora de poner algo de ortodoxia a semejante barullo de emisión descontrolada, que presiona sobre precios y distorsiona las principales variables de la economía.

Parece empezar a acabarse la idea de que la fiesta puede ser interminable sólo por tener la posesión de la máquina de imprimir billetes, lo cual representará un problema para un gobierno acostumbrado a bailar siempre al ritmo del festival del gasto.

Fábrega quiere acelerar la absorción de pesos para que no haya tanta liquidez dando vueltas que pueda ir a parar al blue. 

El titular del BCRA buscaría también que los bancos suban las tasas que pagan a ahorristas por tener sus dólares depositados, y de esta manera lograr ingresar al sistema bancario divisas que estén bajo el colchón o en cajas de seguridad. 

Pero toda estrategia fracasará si la AFIP no afloja lo suficiente el cepo ahora flexibilizado, y esa decisión deberá ser instrumentada por el debilitado Ricardo Echegaray.

Es que en cuanto el ahorrista detecte inconsistencias para limitarle la compra de dólares, la poca confianza despertada por este nuevo anuncio se evaporará con rapidez y el mercado paralelo volverá a tallar con fuerza en la economía.

Con esta apertura parcial del cepo, el equipo económico espera poder contener al dólar paralelo y reducir la brecha cambiaria. 

Los argentinos vienen teniendo que lidiar con la incertidumbre económica desde el 2007, cuando se intervino el INDEC, se disparó el gasto público, comenzó a insinuarse el déficit fiscal que luego se concretó y la desconfianza se hizo moneda corriente entre los operadores.

Aún es incierto el costo que tendrá haber devaluado 20 por ciento en menos de un mes y el impacto que esa decisión tendrá sobre los precios.

Por lo pronto, los supermercadistas ya avisaron que deberán revisar el tibio acuerdo de precios, que poco y nada impacta sobre los bienes y servicios consumidos por los ciudadanos.

A partir de esta semana, el mercado buscará encontrar un nuevo valor para el dólar, en una pulseada con el gobierno que tiene final abierto.

Las reservas del Banco Central cayeron a 29.000 millones de dólares y Kicillof le pone de nuevo velas a los sojeros para que entre marzo y abril liquiden todas las divisas posibles.

Paradojas de la Argentina: otra vez la supervivencia del modelo depende de un sector que despierta odios entre quienes deben conducir los destinos del país.

COMENTARIOS