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ESTO QUE PASA | ANÁLISIS POLÍTICO DE LA SEMANA

Desde ahora se juega lo principal

Muy probablemente hastiada de las especulaciones periodísticas en torno de lo que hoy resolverán los electores, es probable que la sociedad argentina pondere con mayor entusiasmo adivinar cómo sigue la Argentina entre el 28 de octubre de 2013 y el 10 de diciembre de 2015.
Con la salvedad de un tsunami electoral que luce improbable en toda dirección, lo más serio hoy es manejarse con lo que dejaron como saldo las primarias del 11 de agosto. Los países cambian, claro está, pero hay conductas y decisiones bastante previsibles.
En 2011 el triunfo clamoroso obtenido por Cristina Kirchner en las primarias de ese año se ratificó en las elecciones verdaderas y de la primera a la segunda, la Presidenta creció un cuatro por ciento. ¿Por qué pasaría algo diferente ahora?
En las primarias de agosto, Sergio Massa se alzó con el 36,75 por ciento (3.137.323 votos), contra el 31,13 por ciento (2.656.887) del kirchnerismo. Es un 5,62 por ciento de diferencia a favor de Massa. Estos son los datos desnudos; lo que se debate es cuánto crecería cada uno de estos rivales tras los resultados de hoy.
Algo es indubitable: ambas vertientes reportan a prácticas, valores y mitos más o menos idénticos. Bastaba ver las fotos de anteayer viernes en los diarios, retratando el cierre de campaña de Massa y de Martín Insaurralde: en ambos casos los brazos levantados y los labios recitando una conocida “marchita”. Massa pone en valor viejos valores oportunamente asumidos por un peronismo que, al cabo de ciertos intentos, terminó olvidándose de tantas renovaciones.

Renovadores

El recuerdo del Antonio Cafiero de 1987-1988 es ineludible. Carlos Menem arrasó en la interna, en 1989 llegó al poder y allí permaneció diez años. Los Kirchner abominaron del “pejotismo” desde 2003 e hicieron varios intentos para diseñar herramientas nuevas que preservaran su conducción, desplegando ideas “post” PJ. Fueron caducando sin pena ni gloria los años de la transversalidad primero y de la concertación después.
Convencidos de que había llegado la era del cambio, se afanaron en la creación de nuevos dispositivos de comando, incluyendo primero a La Cámpora, y a Unidos y Organizados después. Pero el porrazo electoral del 11 de agosto congeló esos intentos y la campaña de Insaurralde para las elecciones de hoy fue una mediocre letanía de vaguedades optimistas impregnadas de “sciolismo” luminoso, y edulcoradas con toques un poco embarazosos de fotos besándose con la modelo Jessica Cirio.
En la vieja jerga política, el kirchnerismo se preocupó por correrse al centro, acicateado por el vertiginoso ascenso de Massa. Pero tampoco el intendente de Tigre ha conseguido, o tal ni siquiera ha podido, diseñar algo parecido a un perfil. Ha construido su notable ascenso sobre la idea básica de dar por terminado el ciclo de Cristina Kirchner.
Es una propuesta fornida y con mucho eco social, además de ser la colectora perfecta para agrupar al batallón de intendentes bonaerenses que resolvieron hace cien días apartarse del Gobierno. ¿Es Massa post peronista, post kirchnerista o, en verdad, se propone encabezar a sus 41 años una nueva época para lo cual sólo le basta prometer diálogo y pluralidad, precisamente los valores que siempre despreció el kirchnerismo?

Efectividades

Lo que se desprende de la matemática electoral es bastante escueto, además del hecho de que hoy están en condiciones de votar  más de treinta millones de ciudadanos. El Gobierno cuenta con 129 de los 257 diputados y con 41 de los 72 senadores. Deben elegirse este domingo 127 diputados nacionales (la mitad de la Cámara), 24 senadores (un tercio) y 396 legisladores provinciales de todo el país, incluyendo 30 de la ciudad de Buenos Aires.
La cuenta de lo que hoy suceda estará lista mañana por la mañana, pero hay un inexorable cálculo primordial, si se considera que la continuidad y sucesión de Cristina es la cuestión clave del oficialismo. Una reforma constitucional hipotéticamente destinada a lograr una hoy imposible re-reelección de la Presidenta le requeriría al oficialismo pasar de 129 a 172 diputados y de 42 a 48 senadores.
Algo menos contundente, pero igualmente significativo, el quórum en cada cámara, también puede estar en juego en caso de cambios fuertes, aunque eso sea poco previsible hoy. Digno de ser reiterado: entre los 11 millones 384.393 bonaerenses y los 2 millones 552.338 porteños, más del 48 por ciento del padrón nacional se concentra en el área metropolitana, una foto fiel que retrata la demencial y dañina macrocefalia argentina.
El Gobierno llega bastante dolido a las elecciones de hoy. La salida de Cristina Kirchner ha configurado un vacío importante. Producto de su propia centralidad, construida y preservada desde el núcleo cerrado el poder, la Presidenta, como Néstor Kirchner en vida, padecen, al salir de la cancha, el impacto de su propio protagonismo, absorbente y asfixiante.
Es el destino de los populismos el de beneficiarse de la concentración de poder, pero verse gravemente afectado cuando la titularidad de esa masa de recursos queda dañada por afecciones humanas o políticas. Desde el día en que ingresó en el quirófano de la Fundación Favaloro, la Presidenta se ha ausentado de un protagonismo exacerbado. Todo retorno a la anterior normalidad será costoso y, además, de espinosa concreción.
Las oposiciones al ciclo kirchnerista se han ido desplegando en dos direcciones mayores y una tercera mucho menor. Se presentan como opción al Gobierno el Frente Renovador de Massa, que por ahora sólo existe en la provincia de Buenos Aires, y el Frente Progresista radical-socialista con presencia en casi todo el país. Un tercer protagonista en la liza es el Frente de Izquierda, una conjunción marxista cuyas fracciones provinciales sumadas lograron unos 800 mil votos en todo el país el 11 de agosto.

Trascendencia

Pero la campaña termina y abre de inmediato un ciclo de decisiones económicas de gravedad. El país viene exhibiendo hace ya mucho tiempo las señales inconfundibles de un ciclo agotado. La Argentina no confronta ninguna catástrofe mañana a la mañana, pero con su poder concentrado en estado de jaque, el Gobierno deberá confronta decisiones impopulares y agridulces. Lo mejor ya ha pasado y el corto plazo preanuncia ajustes de diverso pelaje (tipo de cambio, inversiones, inflación, abastecimiento, déficits).
Además, para la Casa Rosada perder el senador por la Capital federal sería extremadamente doloroso, puesto que reforzaría la idea de que el Gobierno es visto con rencor e ira en la capital del país. En la Capital Federal, el 11 de agosto solo hubo elecciones primarias en UNEN, cuyo total para senadores fue de 607.594 votos (32,4%). Pero de ese total, al ganador Fernando Solanas fueron 252.406 votos. El oficialismo porteño, PRO, con boleta única, recogió 598.421 votos para Gabriela Michetti, mientras que el kirchnerista Daniel Filmus se alzó con 378.594 votos (20,2 por ciento). Solanas necesita retener la mitad de los votos que fueron en agosto a sus socios Alfonso Prat Gay y Rodolfo Terragno, para superar a Filmus, cuyo techo de mejoramiento es muy bajo y es bien poco lo que podría crecer hoy.
Figura polémica y a veces contradictoria, a Solanas lo votará mucha gente no muy convencida con él, pero que quiere darse el gusto de birlarle la banca de senador por la Capital al kirchnerismo. El resto es previsible.
La oposición ganará en Santa Fe (Frente Progresista), en Mendoza (UCR) y en Córdoba (peronismo). El Gobierno se ilusiona con triunfos rotundos en Entre Ríos y tal vez Chaco, pero teme por el destino de Jujuy, La Rioja y Catamarca.
En 48 horas la jerga electoral quedará en el olvido y los asuntos serán otros: la criminalidad, la inflación, la corrupción. No solo eso: está por verse qué será de la vida personal de Cristina Kirchner y de sus apetitos políticos, si es que tal cosa pueda ser concebida por ella aún.

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