Al haber terminado de pagar el último cupón de los Boden 2012, el Gobierno se sacó una fuerte mochila de encima. Resuelta y lanzada por el gobierno de Eduardo Duhalde hace diez años, esta operación de toma de deuda se convirtió en el termómetro de la capacidad argentina de cumplir con sus obligaciones, algo que había colapsado en 2001.
Emitido el 3 de febrero de 2002, el Boden 2012 se ofreció como una alternativa voluntaria, para compensar a los ahorristas cuyos depósitos en moneda extranjera habían quedado atrapados y pesificados, a un tipo de cambio de $ 1,40 por dólar, tras el "corralón".
Se trataba de que la gente recuperara la moneda original de sus ahorros, al convertirse en acreedores del Estado. Se emitieron bonos por US$ 17.462 millones, según decreto 975 de 2002 firmado por Duhalde a 30 días de asumir el poder. Fiel a sus concepción de la política como espectáculo y a su convicción de que capitanea una gesta épica, Cristina Fernández presentó el pago de estos casi US$ 2200 millones como una confirmación de su potencia y credibilidad.
Para Luciano Laspina, economista-jefe del Banco Ciudad, a falta de mejores noticias, el Gobierno presentó como un triunfo la cancelación de una vieja deuda "que se paga, por sus propios desaciertos, a costa de un flamante flagelo: la inflación". Hay un punto clave en esta lapidaria pero indesmentible mirada: si la abrumadora mayoría de los países se financian amortizando deuda vieja con nueva deuda, la Argentina -en cambio- no puede hacerlo.
Como no puede, dice que no quiere, reiteración de la clásica fábula las uvas están verdes. "Nuestra política económica es tan errática, impredecible y dispendiosa, que mantiene en vilo a los inversores más audaces, elevando el costo de financiamiento a niveles ridículamente altos: los títulos públicos argentinos tienen rendimientos que van del 13 al 15% anual, cuando Brasil, Colombia, México y Chile pagan tasas de interés del 2 al 4%", explica Laspina.
Por eso, por carecer de acceso a créditos internacionales a un costo moderado, el gobierno de Cristina Fernández optó por compensar sus desequilibrios de cuenta públicas manoteando el bolsillo popular con el muy antipopular impuesto inflacionario.
Entonces ¿qué pasó el viernes, al quedar cancelado el Boden 2012? La Argentina protagoniza una situación paradojal: abona los pagarés de bonos inventados precisamente para postergar el pago a quienes habían hecho depósitos luego incautados. "Está pagando con impuesto inflacionario, un tributo no legislado que golpea a los más humildes y que licua, a ritmo frenético, los ahorros de los actuales depositantes. Ya se sabe, ahorrar en la Argentina es como correr en una cinta", explica Laspina.
Sin embargo, alegre y dicharachero como siempre, el vicepresidente de la Argentina se mostró muy dichoso: "Los anuncios de la Presidenta Cristina Kirchner sobre la cancelación del Boden 2012 (…) le cierran la boca a la cadena del desánimo del desánimo y del miedo".
Firme en su obsecuencia, y pese a haber sido marginado del anuncio oficial en la Bolsa de Comercio, Amado Boudou agregó que "la realidad se modifica con políticas transgresoras que van contra el status quo".
El problema es que las llamadas "políticas transgresoras", como define Boudou, con infinita frivolidad, a lo actuado por el Gobierno, se desparraman por todos los ámbitos.
Para citar el caso más escandaloso, una de estas "transgresiones" ha sido la instrumentación de un programa ideológico de neta matriz "zaffaroniana", destinado a abrir cada vez más las cárceles y -sobre todo- permitir la abierta ofensiva de La Cámpora y su Vatayón (sic) Militante, orientada a reclutar presos para nutrir sus cuadros de combate político.
El tal "Vatayón" (apelativo de truculenta evocación paramilitar) se auto define como fuerza de choque de La Cámpora. Alineados en la peculiar doctrina de derechos humanos que adoptan como propia los jueces empapados de esta praxis, los mismos integrantes del Tribunal Oral Criminal 20 que autorizaron frívolamente las "salidas" seudo culturales del homicida Eduardo Vásquez, convicto por haber asesinado a su esposa Wanda Taddei quemándola viva, son quienes le habían dado al ex baterista de Callejeros solo 18 años de cárcel por el crimen, alegando como atenuante que el criminal fue acicateado por una "emoción violenta".
Además de Patricia Mallo y Pablo Laufer, se encuentra entre estos jueces Luis Fernando Niño, al que se describe como obsesionado por la posibilidad de no ser visto como él parece considerarse, un abnegado e implacable defensor de los derechos humanos.
Los banalizados derechos humanos que patrocinan estos jueces no parecen aplicables a las víctimas reales, como Wanda, o Gonzalo Acro, el hincha de River asesinado por Rubén Silva, otro de los presos que participa alegremente de las murgas armadas dentro de la cárcel por el director del Servicio Penitenciario Federal, el platense Víctor Hortel. En su cuenta de Twitter, Hortel se define literalmente como "negro de mierda y orgullosamente K".
Fue designado por el también platense y hoy ministro de Justicia, Julio Alak. Estos hechos trascienden el ámbito carcelario. La verba encendida y prolífica de la Presidente la hace merodear por terrenos curiosos y desconcertantes. El jueves, cuando recurrió nuevamente a su pasión por la cadena nacional de radio y TV, Cristina Fernández trató de halagar a la burguesía en el corazón de la Bolsa de Comercio y lo hizo con una frase memorable: "Esto es crecimiento y consumo popular, porque eso es lo que es el capitalismo. ¡Nunca ganaron tanta plata como con este Gobierno! ¡Nunca!".
¿Quiénes? En su enfervorizado reclamo para ser revalorizada por la clase propietaria, la "transgresora" Presidente se metió en honduras, al reconocer la formidable renta que el sector financiero ha venido cosechando en la Argentina en el marco de un gobierno que adora describirse como "nacional y popular".
Así transcurre este tiempo argentino, empalagado de palabras, ebrio de consignas, confundido con proclamas que aturden en un mundo de apariencias. Por eso, y en este marco, las imágenes de las autoridades carcelarias nacionales recorriendo las penitenciarías disfrazadas, en tren de murga y de la mano de homicidas convictos, solo admiten un calificativo: son tétricas. Nublan aún más el ya encapotado horizonte argentino.
Es imposible mirar para otro lado.
ESTO QUE PASA
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