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La manifestación de los santacruceños frente a la residencia oficial de la Gobernadora, donde estaba la ex presidenta Cristina Kirchner.
PANORAMA POLÍTICO DE LA SEMANA

La imagen de Cristina se refleja en el espejo roto de Santa Cruz

La grave situación que atraviesa de Santa Cruz está destinada a ser el centro de la agenda pública durante un buen rato, por razones políticas, económicas y de relación entre el Gobierno nacional y la provincia patagónica. O lo que es lo mismo, entre el macrismo y el kirchnerismo, las dos fuerzas que convierten su antagonismo en una confrontación que tiene una notoria proyección electoral.
La debacle santacruceña -de otro modo no puede calificarse que los empleados estatales no estén cobrando el sueldo, a excepción de los policías- se debe a décadas de malas administraciones, en las que el presupuesto provincial fue inflado artificialmente, con ayuda extraordinaria de la Nación. Pero el nuevo mapa político del país alteró ese esquema, que se consolidó en la era anterior y que había convertido a esa provincia en la que, por lejos, más dinero recibía por habitante.
Tampoco ayuda la situación económica. La gobernadora Alicia Kirchner dijo que la provincia perdió el 17% de los ingresos que tiene por las regalías petroleras. Y salió a pedirle autorización al Gobierno nacional para tomar deuda en el exterior. Las negociaciones siguen en pie, pero en la Casa Rosada recuerdan que Santa Cruz está prácticamente en cesación de pagos y la propia gobernadora dice que su provincia está en quiebra.
Sin embargo hay funcionarios que intentan acercar posiciones, porque entienden que la crisis extrema en Santa Cruz no es buena para nadie. Por eso el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se comunicó ayer con el vicegobernador Pablo González. Y tras esa conversación, el Presidente condenó el “ataque” a la residencia de la Gobernadora y repudió la “violencia como método”.
Como un gesto político a Alicia Kirchner, Macri no aludió a la represión policial a los manifestantes, algunos de los cuales fueron heridos. Pero no mantuvo un contacto directo con la Gobernadora, fiel al trato que dispensa a Santa Cruz. De hecho, el Presidente no visitó la provincia en lo que va de su mandato y tampoco lo había hecho durante la campaña electoral que lo llevó a la Rosada.

Barril sin fondo
Al Presidente no le hace gracia tener que auxiliar económicamente a Santa Cruz –fuentes oficiales estimaron que la Nación le envió 25 millones de pesos por día desde que Cambiemos desembarcó en el poder- ni tampoco que se llegue a la situación de tener que mandar a la Gendarmería. En este contexto, la sola mención de la intervención federal le pone los pelos de punta al mandatario.
El problema de Macri no es con la Gobernadora ni mucho menos con los santacruceños, sino con Cristina Kirchner. La ex presidenta ordenó a sus seguidores que tengan una actitud hostil contra su sucesor, lo que derivó en los escraches a los que fue sometido el jefe de Estado, el último de ellos la semana pasada en Tandil. Por eso las apariciones del Presidente son mantenidas en reserva. Los estrategas de la alianza gubernamental decidieron preservar la figura presidencial en el Conurbano, donde su imagen negativa supera a la positiva.
De acuerdo a diversas encuestas, el apoyo a Cambiemos baja al 18% en la Tercera Sección Electoral, donde está fuerte Cristina Kirchner, aún sin confirmar ninguna candidatura. En algunos distritos de esa región del Gran Buenos Aires, la ex presidenta oscila el 40% de intención de voto, aunque la cifra llegó a ser mucho mayor poco tiempo atrás. Ese posicionamiento no sólo perjudica al Gobierno, sino también a opositores como Massa.
El tigrense -que tampoco confirma su candidatura- desarrolla una estrategia tendiente a sacarle a la ex presidenta unos 250.000 votos de diferencia en el interior bonaerense, para compensar el peso de la Tercera –sur y oeste del Conurbano, con municipios clave como La Matanza y Lomas- y aventajar a Cristina Kirchner con el apoyo de la Primera Sección, su zona de mayor influencia.

Victoria PRO
Una cuenta parecida hacen en el PRO, la fuerza que conduce Cambiemos, como lo acaba de demostrar la salida de Elisa Carrió de la contienda electoral bonaerense. La diputada hizo todo lo posible por desembarcar en la Provincia, pero debió conformarse con volver a la capital, el distrito que representa hace 15 años. El partido de Macri y Vidal impuso su criterio político-electoral.
Aunque por el momento, la decisión parece más política que electoral. Se dice que hoy Carrió mide más que Esteban Bullrich, quien finalmente encabezaría la propuesta electoral por la Provincia. El ministro de Educación se encuentra en medio de la controversia por el conflicto con los docentes, pero hasta ahora no tiene un alto grado de conocimiento.
Ese fue el costo que decidió pagar el PRO para neutralizar a Carrió, a quien no sólo vetó en la Provincia, sino que además la ubicó en la capital, donde sí la necesita, pero no para derrotar a la oposición sino a un filo-oficialista como Lousteau. Las declaraciones de la diputada dieron cuenta de su derrota interna: “Durán Barba puede ganar elecciones, pero no cambiar un país”, advirtió.
En rigor, la mesa chica del PRO –en la que tienen cada vez más peso Vidal y el alcalde Larreta- dio por tierra con un escenario temido que ponía a Carrió con demasiada injerencia en la Provincia si es que llegaba a ganar las legislativas de octubre. Eso sí, ahora el macrismo está obligado a remontar una cuesta empinada: ayer mandó una tropa de 500 funcionarios a recorrer el GBA.
Y de todos modos, no tiene garantizada una victoria porque allí se concentran los dos grandes problemas que padece la Argentina: la falta de crecimiento de la economía y la violencia que deriva en terribles casos de inseguridad. Por cierto que no son males reprochables sólo a la actual gestión, lo cual también hace dudar a Cristina Kirchner de presentarse a la elección bonaerense.

¿Por los fueros?
De hecho, la ex presidenta no se encontraba en una visita social a su cuñada cuando el viernes por la tarde comenzaron a concentrarse manifestantes en las inmediaciones de la residencia oficial de la Gobernadora en Río Gallegos. Por el contrario, Cristina Kirchner llegó hasta allí para ultimar los detalles de un congreso del FpV santacruceño que sesionó ayer en la localidad de Piedrabuena.
Allí, la fuerza que gobierna Santa Cruz desde 1991 tenía que empezar a discutir sus candidaturas nacionales y provinciales de cara al proceso electoral en ciernes. El rumor más extendido por aquellas tierras lejanas es que Cristina Kirchner podría postularse para el Senado nacional y su hija Florencia para la Cámara de Diputados, con una referencia ineludible a los fueros parlamentarios.
La situación judicial de la familia Kirchner no es la mejor. Máximo es actualmente diputado y le quedan dos años de mandato, pero su madre y su hermana no tienen fueros. Mientras tanto, ambas pidieron autorización para salir del país en una gira por Londres, Atenas y Bruselas cargada de reuniones políticas con fuerzas de izquierda que reivindican el populismo latinoamericano, aun en los días en que la grave crisis de Venezuela exhibe las falencias y el autoritarismo de esa corriente latinoamericana.
El juez Bonadío debería decidir este lunes, porque el viaje sería en mayo. Un camino opuesto piensa recorrer Macri de cara a su reunión del próximo jueves en Washington con el presidente norteamericano Donald Trump. El jefe de Estado quiere que el Congreso repudie al régimen venezolano de Nicolás Maduro antes de esa cita, tras una sesión fallida la semana pasada.
Pero el titular de la Cámara, Emilio Monzó, no hubiera tenido que afrontar el papelón de sesionar en minoría si la comisión de Relaciones Exteriores, que preside Carrió, emitía previamente un dictamen sobre la dramática situación de Venezuela. Como eso no sucedió, Cambiemos optó por una salida política: la de emparentar al chavismo -o lo que queda de él- con el kirchnerismo.
El argumento oficialista es que la Argentina iba camino a ser Venezuela si el Gobierno no cambiaba el modelo económico. La crisis de Santa Cruz, que desnuda una provincia en pésimas condiciones, apuntala esa misma tesis política. Macri no quiere mirarse en el espejo roto de Cristina, pero la necesita como rival.

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