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Macri sintió las movilizaciones del 1A como un espaldarazo a su gestión de gobierno.
PANORAMA POLÍTICO DE LA SEMANA

El plan que enlaza la gestión con la estrategia electoral de Cambiemos

“Cuando a alguien se le interponen escollos, algunos dicen que es el típico libreto peronista. Pero yo digo que eso es guión y dirección de Francis Ford Coppola y no es un manual peronista, sino el guión de la película El Padrino”. La frase bien pudo ser pronunciada por estos días de tensión entre el Gobierno y los sindicalistas, en los que el presidente Macri prometió enfrentar a “las mafias”.
Pero en rigor, la frase tiene casi 12 años y la sentenció Cristina Kirchner en el lanzamiento de su campaña para las elecciones de 2005, que encabezó en el Teatro Argentino. La por entonces primera dama se refirió así a Eduardo Duhalde, a cuya esposa Chiche derrotaría en las urnas bonaerenses. Esa victoria le permitió acceder al Senado y dos años más tarde, a la Presidencia.
La referencia a la historia reciente viene a cuento de la estrategia inaugurada por Cambiemos frente a la campaña electoral en ciernes. Tanto el presidente Macri como la gobernadora Vidal y los ministros de ambos gabinetes dejaron en claro que buscarán identificar a los gremios en particular y al peronismo en general con las prácticas más enviciadas de la política doméstica.
Pero no deja de llamar la atención que la alianza gobernante desempolvara el libreto político-electoral que en su momento utilizó Cristina Kirchner cuando en la Argentina no era habitual que se forzara la polarización.

Alivio oficial
Las diferencias entre un caso y otro saltan a la vista, pero hay que apuntarlas: Cristina Kirchner jugó sus fichas sobre seguro, a sabiendas de que cuando al PJ se le corta una cabeza, enseguida le crece otra si es que emerge desde adentro. En cambio, Macri se coloca en la vereda de enfrente, con el objetivo de emparentar al peronismo con el pasado y actualizar la propuesta de cambio.
El contexto económico también es diferente: el kirchnerismo llegó a la elección de 2005 con la economía en pleno crecimiento, mientras que ahora el macrismo no logra aún que el nivel de actividad salga de la parálisis. Ayer mismo, la gobernadora Vidal escuchó de boca de comerciantes de San Fernando que las últimas semanas de febrero y las primeras de marzo fueron muy duras.
Pero tanto en la Gobernación como en la Casa Rosada sienten por estas horas el alivio que significa que los gremios docentes hayan levantado los paros como medio de protesta en la Provincia, aunque el conflicto no esté resuelto. La mesa chica de Cambiemos también anotó como un punto a favor que pudo transitar el primer paro general de la CGT con relativa tranquilidad.
En efecto, el estado de ánimo mejoró en el oficialismo cuando el Presidente y sus principales colaboradores recibieron –la noche anterior a la huelga del jueves- una encuesta en la que se reflejó que la mayoría de los consultados estaba en desacuerdo con la medida de fuerza. Esa certeza derivó en la activación del protocolo antipiquetes, que se verificó en la Panamericana.
Pero los estrategas oficialistas se llamarían a engaño si confundieran el rechazo mayoritario al paro con apoyo al Gobierno. De hecho, en un distrito del sur del Conurbano la imagen negativa de Macri traspasó la barrera del 60%. “La crisis nos presenta una oportunidad a nosotros y los castiga a ellos”, deslizó un intendente del PJ-FpV en esa región de la Provincia adversa a Cambiemos.

Cristina, el PJ y Massa
Allí mismo, Cristina Kirchner es la que mejor mide en las encuestas de intención de voto, pero el jefe comunal consultado para esta columna expresó serias dudas de que la ex presidenta vaya a ser candidata a senadora este año. Sus problemas judiciales –acaba de ser procesada en la causa de Los Sauces- y las resistencias que genera al interior del peronismo se lo harían cuesta arriba.
El primero en comprender esa situación es Scioli, que en la última semana encaró una recorrida que lo llevó a fotografiarse con intendentes peronistas del Gran Buenos Aires. El ex gobernador se presenta como una alternativa para esos jefes comunales, que sin embargo no le garantizan un apoyo interno. Algunos de ellos siguen aguardando que salga a la cancha Florencio Randazzo.
La incertidumbre no es sólo patrimonio del PJ bonaerense. En el Frente Renovador se registraron algunos chisporroteos por la estrategia de Massa de bajar el perfil mientras el Gobierno choca contra el kirchnerismo y los sindicatos. El prolongado silencio del tigrense molestó a quienes advierten que con esa actitud, el diputado no logrará alterar la inercia de la polarización.
En el oficialismo, en tanto, ya consideran prácticamente descartada la posibilidad de que Carrió sea candidata en la Provincia, sobre todo por la reaparición de Lousteau en la escena electoral porteña. “Lilita está muy bien con Larreta”, sostuvo un dirigente que conoce a Carrió desde hace 20 años. En buen romance, significa que la jefa de la CC sería candidata en la capital federal.
A los amantes de los detalles no se les pudo haber escapado que Lousteau hizo conocer su renuncia a la embajada en Washington el mismo día en que sesionaba, aquí en La Plata, la Convención Nacional de la UCR. En ese encuentro, los radicales habilitaron la conformación de alianzas por afuera de Cambiemos para los casos especiales. Ergo, respaldaron a Lousteau.

Entre Carrió y Lousteau
El alcalde Larreta, que no habilita las PASO para dirimir las candidaturas de Cambiemos en el distrito base del PRO, inició entonces un raid mediático de proporciones, lo cual terminó de comprobar que le teme más a Lousteau que a cualquier dirigente opositor. Y Carrió le vendría como anillo al dedo para bloquearlo. Cuenta para ello con el aval de la gobernadora Vidal.
La jefa de la CC calma por ahora su ansiedad política con una andanada furibunda contra el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, a tal punto que le pidió el juicio político. Visiblemente incómodo, el juez supremo le mandó una carta documento. Se trata de una cruzada que no contaría con el aval político de Macri y que genera desconcierto en el oficialismo.
Ese conflicto es visto como inoportuno por la Casa Rosada, en momentos en que las energías de los funcionarios están canalizadas en hacerle frente a la oleada de demandas sindicales. El propio Macri se aventuró a afirmar que “no hay plan B” para la economía, cuando el triunvirato de la CGT comenzó a insistir en la necesidad de un cambio de modelo para resucitar el nivel de actividad.
Los triunviros Daer, Schmid y Acuña, que llegaron forzados al 6A, consolidaron gracias al paro su posicionamiento entre los popes sindicales, algunos de los cuales habían comenzado a retacearles su apoyo. Al mismo tiempo, lograron limitar la influencia del kirchnerismo, que ahora se volcará fogonear conflictos desde la CTA. “Nosotros no alimentamos la fogata social”, los atajó Schmid.
Sin embargo, el desencuentro entre la Casa Rosada y los sindicatos –incluso los que tienen posturas moderadas- se mantendrá en el candelero mientras no mejoren algunas variables clave de la economía. Previendo ese escenario, Cambiemos apela a la vieja estrategia de convertirlos en adversarios funcionales, lo cual no deja de ser bastante riesgoso para un gobierno no peronista.
Pese a ello, el plan oficial enlaza los objetivos gubernamentales con la estrategia electoral de Cambiemos.

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