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PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

La calle pone a prueba al Gobierno

El martes pasado por la noche, el Gobierno tenía decidido actuar contra los piquetes anunciados para la mañana del miércoles. La ministra Bullrich había recibido instrucciones concretas y dispuso el despliegue de fuerzas federales para impedir el bloqueo de los accesos a la ciudad de Buenos Aires. Pero todo cambió en pocas horas y de la Casa Rosada partió la orden de no ejecutar el plan.
¿Qué pasó en el medio? La mesa chica que asesora al presidente Mauricio Macri advirtió que las columnas que marchaban hacia la Capital eran numerosas y temió una eventual represión que terminara en un desmadre. Como consecuencia de ello, Bullrich debió cambiar rápidamente la hoja de ruta que había entregado a la Gendarmería y la infantería de la Policía Federal. Y lo hizo en un santiamén.
Pero la desprolijidad ya había quedado expuesta a raíz de declaraciones públicas de la propia ministra, que estuvo muy locuaz para comunicar el mega-operativo que desmanteló una banda narco-política en la pequeña ciudad correntina de Itatí. Bullrich le sacó provecho, ya que el intendente detenido era del Frente para la Victoria. Sólo el cura del pueblo quedó bien parado.
En ese tren con aire triunfalista, Bullrich anticipó que los piquetes serían despejados, pero eso finalmente no ocurrió. Esa mañana en que la Capital estuvo sitiada, el jefe de Gabinete Marcos Peña sostuvo en conferencia de prensa que no hay que tenerle miedo a los conflictos, que hay que procesarlos y que, en todo caso, reflejan que la sociedad está viva y no en la paz del cementerio.
El propio Peña había participado de la decisión de no disolver los piquetes. Pasados los días, esa misma mesa chica de la Rosada dejó trascender que, ahora sí, se aplicará un plan para afrontar las movilizaciones que bloqueen el derecho al libre tránsito, sin utilizar la palabra protocolo. Aunque se percibe un pase de factura por cierta inacción del gobierno porteño y también del bonaerense.

Clima de protesta
Con la discusión sobre los piquetes en la superficie, el fondo del asunto es que se registra una agudización del clima de protesta contra el Gobierno de Cambiemos. Las marchas de los docentes -que se repetirán esta semana, con paros incluidos- y de los movimientos sociales son parte de ese fenómeno. Algunas tienen motivaciones políticas, como sostiene el Gobierno, pero no todas.
En todo caso, lo que sindicalistas y piqueteros tratan de aprovechar es cierto repliegue del oficialismo en la discusión pública -contrariado porque no arranca la economía- y por ende aumentan la presión para recuperar el poder adquisitivo perdido el año pasado. La propia CGT entró en esa sintonía después de haber diluido las presiones para ir al paro durante meses.
Sin embargo, el triunvirato cegetista no atraviesa por su mejor momento, ya que quedó en el ambiente la impresión de que se dejó correr por los sectores más radicalizados -el kirchnerismo y la izquierda- después de aquel acto que concluyó con bochornosos incidentes. Y que le terminó poniendo fecha al paro -el jueves 6 de abril- presionado por los cuestionamientos externos.
Aunque también en el seno de la CGT hubo acusaciones cruzadas. Por caso, Pablo Moyano fue señalado como uno de los responsables de que la seguridad del acto fracasara, pero el hijo más combativo del histórico jefe camionero replicó que eran los gremios de Sanidad, Estacioneros de Servicio y Dragado y Balizamiento los encargados de cuidar a los triunviros Daer, Acuña y Schmid.
“¡Si no los cuidan ustedes!”, exclamó Pablo Moyano, que está en la búsqueda de reflotar el MTA que puso en el mapa a su padre y lo terminó catapultando a la CGT. A sabiendas de que hay descontento entre los camioneros, el sindicalista aliado al Gobierno “Momo” Venegas habría intentado un acercamiento político, pero por el momento no le respondieron los mensajes.

Operando a los gremios
Tal vez no lo parezca, pero el Gobierno está activo tratando de influir entre los sindicatos. Así fueron interpretadas en el mundillo gremial las repentinas complicaciones con la personería de los metrodelegados del Subte porteño, consideradas como un gesto oficialista hacia la UTA. No se trata de un asunto menor, ya que los colectiveros son clave a la hora de realizar un paro general.
Menos contemplaciones tiene el Gobierno con los docentes, tal como lo demostró el presidente Macri con la publicación de la foto de un maestro dando clases en medio de una Hiroshima devastada por la bomba nuclear y la advertencia de la gobernadora Vidal de que se podría revisar la personería de los sindicatos rebeldes.
Los sindicatos docentes ya están dando señales de cierta fatiga para mantener el conflicto en forma indefinida. Así se lo hicieron saber a las conducciones de la CGT y las CTA por canales informales. Sólo el espíritu de los maestros, que se consideran históricamente postergados en materia salarial, aún los mantiene amalgamados.
El ministro de Educación, Esteban Bullrich, sostiene firme la postura oficial de no convocar a la paritaria nacional del sector. En la semana estuvo con Vidal y los gobernadores Schiaretti (Córdoba) y Lifchitz (Santa Fe), buscando articular una postura conjunta. Pero sólo logró que el “gringo” mediterráneo saliera luego a bancar la parada al reivindicar las paritarias provinciales.
Ese encuentro fue en la Casa Rosada, en las oficinas del ministerio del Interior. Un piso más arriba, en la Jefatura de Gabinete, el titular del PAMI,  Carlos Regazzoni, fue eyectado de su cargo por Lopetegui, uno de los escoltas de Marcos Peña. El funcionario no ejecutó el recorte presupuestario que le habían ordenado -de $9.000 millones sobre una caja total de $100.000 millones- y fue echado.

Proyecciones electorales
“No se encolumnó con la dupla del Excel”, deslizaron fuentes gubernamentales en alusión al propio Lopetegui y también a Quintana. Tras su paso por la Rosada, Regazzoni fue a la quinta de Olivos, donde tuvo una charla personal con Macri y lejos de retirarse enojado, acordó que será el primer candidato a concejal de Cambiemos en el distrito de Almirante Brown, su base política.
Los estrategas de la alianza oficialista tienen en claro una cosa: no tendrán tiempo para instalar candidatos que no hayan sido probados en sus propios territorios, porque el peso de la gestión nacional y bonaerense es abrumador. Además, esperan que los referentes locales consigan amortiguar el impacto negativo de la política económica, que afecta el ánimo de la población.
El Gobierno insiste en polarizar con Cristina Kirchner, aún corriendo el riesgo de que crezca la figura de la ex presidenta en las bases electorales del Conurbano. Pero le adjudican más poder del que realmente tiene: la dama sigue por ahora más atenta a su defensa en los estrados judiciales y delega el armado político en enviados de confianza, como el diputado Depetris.
No por conocidos, algunos desvaríos kirchneristas siguen llamando la atención: el Instituto Patria dedicó la semana completa a actividades relacionadas a la causa palestina, justo cuando se cumplieron 25 años del atentado terrorista contra la embajada de Israel. Tampoco pasa inadvertido el silencio de Massa, el tercero en discordia, que ayer partió de viaje a China.
El diputado tigrense parece convencido de que, en esta oportunidad, el enfrentamiento entre macristas y kirchneristas lo puede terminar favoreciendo, en una estrategia que deberá probarse en las urnas. Aunque para eso faltan largos meses y ahora la que está a prueba es la capacidad del Gobierno de Cambiemos para saldar los conflictos sindicales y callejeros.<

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