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PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Macri surfea entre el peronismo y la inflación

Algunas veces, los detalles dicen mucho más de la política que los actos y los discursos. Sobre todo, cuando lo superficial se impone sobre las cuestiones de fondo. Algo de eso ocurrió ayer en territorio bonaerense, más precisamente en el Conurbano, donde el presidente Macri puso en marcha el nuevo servicio del tren Roca, ahora electrificado, entre Quilmes y Constitución.
La presencia de Randazzo acaparó el interés político del encuentro, pero hubo otros elementos que reflejaron la coyuntura política que atraviesa el país. Por caso, la aparición de carteles de repudio durante el trayecto que hizo el Presidente a bordo del tren. Y a la inversa, el apoyo de sindicalistas al jefe de Estado. Todas las demostraciones surgieron del peronismo.
Esto es, desde el cristinismo-camporismo por un lado y de los gremios de la UOCRA y la Unión Ferroviaria por el otro. Una división casi calcada de la que se está generando en el PJ como consecuencia de la férrea oposición del FpV al Gobierno y de la necesidad de otros actores del partido, como los sindicalistas y los gobernadores, de permanecer en el tren del poder.
Macri es consciente de esta situación y la fogonea. No trata con el kirchnerismo, sino con sectores peronistas que se sienten cada vez más incómodos con la conducción -ahora entre paréntesis- de la ex presidenta. Por eso recibió en la semana a los jerarcas de las tres CGT -Moyano, Caló y Barrionuevo- y los despachó sin anuncios, pero con promesas y sonrisas.
El Presidente cuenta con una ventaja cierta: su imagen pública trepa al 60 por ciento de aprobación, mientras que la de gestión gubernamental llega al 50%. Sobre esa base, reclama prudencia a los gremios -en la ronda de paritarias que algunos de ellos ya empezaron- y pide colaboración a los legisladores para que el Congreso no ponga escollos a la gobernabilidad.
En ese sentido puede interpretarse la aceptación del Senado al tratamiento de los pliegos de los dos jueces designados por Macri para la Corte Suprema, previo error de haberlo hecho por decreto y en comisión. El rol que desempeña Miguel Pichetto en la Cámara alta es clave, porque su perfil institucionalista lo aleja de los márgenes en los que se mueve el kirchnerismo.
En el Senado hay otros dos jugadores con peso propio: la vicepresidenta Michetti y Federico Pinedo. Ambos vienen participando de conversaciones para tantear la posibilidad de llevar a siete la cantidad de integrantes de la Corte Suprema de Justicia. Es decir, sumar otras dos sillas una vez que se aprueben –negociación de por medio- los pliegos de Rosatti y Rosenkrantz.
Los diálogos reservados entre el oficialismo y la oposición parlamentaria también posibilitaron que se ponga en funcionamiento la comisión bicameral que analizará los decretos de necesidad y urgencia (DNU) firmados por el Presidente, que no son pocos. Desde el martes, la presidencia de ese cuerpo será ejercida por un aliado del Gobierno, el radical Luis Naidenoff.
En la Cámara de Diputados, en tanto, se espera que el nuevo bloque justicialista -escindido del FpV- siga sumando adherentes, tal como en la semana lo hizo el ex gobernador riojano Beder Herrera. Al tiempo que el massismo presentará mañana un nuevo Índice de Precios al Consumidor (IPC-Congreso), con datos de noviembre y diciembre de 2015 y enero de este año.
“Espero que el Gobierno no lo tome a mal”, se le escuchó decir al líder del Frente Renovador, uno de los aliados estratégicos de Cambiemos a nivel nacional y bonaerense. Massa, que conoce a los gobernadores y no sólo a los del PJ -días atrás estuvo reunido con el chubutense Das Neves y con el santafesino Lifschitz- reclamará además por el 15% para las Provincias.
La caja y el déficit
“Que no se tienten con centralizar la caja”, dijo el tigrense, transformado en el referente de oposición con mejor imagen pública en todo el país, en referencia a los fondos que durante el kirchnerismo retuvo la Anses y que un fallo de la Corte restituyó para Córdoba, Santa Fe y San Luis. Y que ahora se convirtió en una demanda colectiva de los gobernadores provinciales.
Pero Macri y su ministro Frigerio les hacen llegar un diagnóstico delicado sobre el déficit del Estado nacional y les piden paciencia. Un argumento calcado escucharon los sindicalistas cuando pidieron la eliminación del impuesto a las Ganancias. Tanto, que el proyecto del Gobierno contemplaría subir el piso a $30.000, un monto bastante menor a lo esperado.
La preocupación central no es, sin embargo, el polémico impuesto, sino la inflación que de acuerdo a las mediciones del Gobierno porteño, llegó al 4,1% en enero y que tendría un piso de otro 4% este mes. La estadística muestra que, por el momento, el alza de precios no se estaría desacelerando, como proyectó el ministro Prat Gay y repiten distintos funcionarios.
Incluso, los alimentos se estarían encareciendo por encima de ese promedio, algo que impacta especialmente en los sectores carenciados. Así se enfría el consumo, lo que en forma paradójica puede contribuir a frenar la inflación. Pero el costo es grande, ya que se potencia la recesión y la economía recién volvería a crecer en 2017, según pronósticos independientes. Los argentinos que están por debajo de la línea de la pobreza no son representados por los sindicatos pero seguirán siendo los que más sufren.
Con el dólar rumbo a los $15, con lo que la devaluación post salida del cepo cambiario llegará a un 50%, la contrapartida es evidentemente el alza de precios. El Gobierno cree que tiene bajo control a los sindicalistas, pero no así a los empresarios. “Podría haber sancionados en cuanto abusen de sus facultades”, advirtió ayer Pinedo, el senador todo-terreno del macrismo.
Así, no es de extrañar que el malestar de los argentinos esté ahora más centrado en los supermercados que en la inseguridad. Y eso obligará a los sindicalistas -por más amigables que se muestren con el Gobierno- a reclamar aumentos salariales por arriba del 30%. “Déjennos negociar, que nosotros no somos locos”, deslizó Barrionuevo en la Casa Rosada.
El Gobierno lo entiende. De hecho, la gestión bonaerense de Vidal acaba de ofrecer un 24,1% de aumento a los docentes, a sólo un paso del techo nacional del 25%. Mientras que en el mediano plazo, apuesta a concluir las negociaciones con los “holdouts” para inyectar inversiones extranjeras.
Por esa senda, más gradualista que lo que Cambiemos sostuvo en la campaña electoral, Macri apuesta a bajar la inflación. Además, concatena gestos con distintos sectores de la economía. En la semana fue el turno de las mineras, que se vieron beneficiadas con la eliminación de las retenciones, pese a que desde la época de Carlos Menem eran de las más bajas del mundo.
En su concepción de la política económica, Macri también le otorga importancia a las relaciones internacionales. Por eso recibirá el martes al presidente italiano, Matteo Renzi, a quien conoce desde que era alcalde de Florencia. Su llegada a Buenos Aires, a la que se sumará la del francés Hollande la otra semana, indica que Macri mira hacia el mundo desarrollado.
Tanto es así, que Susana Malcorra se encuentra entre los candidatos para la sucesión de Ban Ki Moon al frente de la ONU, pese a que el turno le correspondería a un diplomático de Europa del Este, específicamente de Bulgaria. La canciller argentina es discípula del surcoreano, que la promovería a la hora de la verdad. En ese caso, Macri debería buscarse un nuevo canciller.
Algunos dicen que sería una oportunidad para que un justicialista llegue al Palacio San Martín. Mientras tanto, Macri debe surfear entre las oleadas peronistas y el avance de la inflación.

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