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FERTILIZACION Y RESULTADOS

Con ayuda, el suelo es más generoso

Una red de ensayos de nutrición en campos del sur santafecino y cordobés demuestra que la ausencia de una fertilización balanceada provoca pérdidas en la calidad biológica de los suelos y menores productividades

En un esfuerzo conjunto, CREA Sur de Santa Fe, Agroservicios Pampeanos (ASP) y el Instituto Internacional de Nutrición de Cultivos (IPNI) llevan adelante una red de ensayos de nutrición en campos de productores del sur de Santa Fe y sur de Córdoba. Esta se mantiene de forma ininterrumpida desde el año 2000 y ha sentado las bases para el análisis de los efectos de la práctica de fertilización sobre parámetros relacionados con la productividad y la calidad de suelos, considerando el largo plazo.
Se trata de responder en definitiva cómo son la evolución o los costos que se pagan cuando el suelo no es fertilizado.
En primer término, es difícil describir una evolución, llamemos "típica de un suelo", ya que es el resultado de la interacción de numerosos factores, entre los cuales se encuentran características propias de los suelos en cuestión y, por supuesto, la nutrición de cultivos. En este sentido, la Red de Nutrición ha sentado las bases para el análisis de los efectos de la fertilización, en diferentes combinaciones de nutrientes, sobre parámetros relacionados con la productividad y la calidad de suelos, considerando el largo plazo.
Estos ensayos son manejados bajo rotaciones agrícolas estabilizadas en siembra directa, que incluyen los cultivos de maíz, trigo, y soja, y el manejo general de éstos (sanidad, malezas, fechas de siembra) de forma similar al de los lotes de producción.
En el caso de nutrientes móviles en suelo como nitrógeno, con altos potenciales de pérdida por lavado, los balances positivos no son viables en términos económicos ni ambientales. Su evolución está estrechamente relacionada con la materia orgánica, donde se encuentran las reservas del suelo. Por ello, para nitrógeno es tan importante una nutrición balanceada que favorezca la productividad, como el manejo de la rotación de cultivos en el lote, incluyendo gramíneas en la secuencia, para mejorar los aportes y el balance de carbono.
En los ensayos, la fertilización con fósforo (de baja movilidad en el suelo) presentó efectos residuales que se verifican con el efecto sobre los niveles de disponibilidad del nutriente en el suelo, cuando la dosis es mayor a la extracción por los cultivos, siendo este efecto dependiente del nivel inicial de fósforo del suelo.
De esta forma en suelos con nivel inicial inferior a 20 ppm (índice P Bray), la disponibilidad aumentó, en promedio, 4 ppm por cada 10 kg de balance positivo del nutriente, pero disminuyó lentamente con los balances negativos. Para casos con niveles iniciales superiores a 40 ppm, los niveles bajan rápidamente ante balances negativos, alrededor de 2 ppm por cada 10 kg de balance negativo, modificando muy levemente su nivel cuando los balances del nutriente fueron positivos.
En el caso de otros nutrientes, como azufre, la evolución a lo largo de estos años marca tendencias favorables para los tratamientos con fertilización azufrada, pero con un menor grado de relación con los balances del nutriente respecto de lo que se observó en fósforo.
Por otra parte, los niveles de potasio disponible, si bien siguen siendo altos, en algunos casos disminuyeron significativamente, consecuencia de la gran extracción por cosecha y la falta de reposición del nutriente, situación productiva común en la región pampeana.
Además de lo que sucede con los parámetros físico-químicos, en estos mismos ensayos se observó que la ausencia de una fertilización balanceada implica pérdidas en la calidad biológica de los suelos, disminuyendo tanto la abundancia, como la actividad de las poblaciones microbianas del suelo. Consecuentemente, los efectos de la nutrición sobre la calidad del suelo tarde o temprano se reflejan en la productividad de los sistemas, aumentando la brecha entre los rendimientos logrados y los potencialmente alcanzables en cada ambiente. Así, observamos que a lo largo de más de 10 años con manejos de nutrición balanceada para nitrógeno, fósforo y azufre, se alcanzaron productividades significativamente mayores que bajo manejos sin fertilización

No todos son iguales

La eficiencia agronómica, los kilos de grano adicionales que obtenemos por unidad de nutriente aplicado, es de mucha utilidad a la hora de evaluar las cuestiones económicas de la práctica de fertilización.
Para trigo las eficiencias agronómicas promedio fueron de 23, 51 y 24 kg de trigo por unidad aplicada de nitrógeno, fósforo y azufre, respectivamente. En maíz, las eficiencias fueron de 22, 40 y 46 kg de maíz por unidad agregada de nitrógeno, fósforo y azufre, respectivamente.
En soja de primera, los mejores resultados se obtuvieron mediante la fertilización con azufre y luego con fósforo, con eficiencias agronómicas de 24 y 11 kg de soja por unidad aplicada respectivamente. En soja de segunda, se observó el mismo patrón de mayores respuestas mediante la fertilización azufrada, y en segundo orden con la aplicación de fósforo, con eficiencias promedio de 42 y 23 kg de soja.
Estos números, combinados con cuestiones de tenencia de la tierra, son los que determinan en buena medida la aplicación de determinados nutrientes a los cultivos.
Ahora bien, si bien esta filosofía de considerar lo que sucede en cada cultivo es válida en términos económicos para el corto plazo, omite lo que sucede con la evolución de los suelos, que están proporcionando créditos a la producción de granos en nutrientes como moneda de cambio. Evidentemente, tenemos una deuda a saldar con nuestros suelos. Mencionemos que en la Argentina, si bien los balances de nutrientes han mejorado en los últimos 20 años producto de un mayor consumo de fertilizantes, continúan siendo negativos. Por lo que los principales cultivos extraen en grano se repone el 38%del nitrógeno, el 54% del fósforo, menos del 2% del potasio y el 33% del azufre extraído.
Por otro lado, destaquemos la importancia del aporte balanceado de nutrientes, ya que el agregado de un solo nutriente ha demostrado en algunos casos rendir menos que la parcela testigo.
El artículo fue redactado por Fernando García y Adrián Correndo (IPNI) y Miguel Boxler (CREA)

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