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RECURSO ESTRATÉGICO

Cuando no viene de arriba, hay que recurrir al “agua invisible”

Con una planificación inteligente es posible utilizar al agua subterránea si las lluvias son escasas o se generan períodos de sequía, como los sufridos en la zona núcleo durante los dos últimos ciclos agrícolas.

En el campo el cielo se suele mirar más que el suelo en muchas ocasiones, porque la actividad agropecuaria depende en gran medida del factor climático y de un régimen de lluvias que en los tiempos justos permita la siembra, haga su aporte para el desarrollo de los cultivos y no dificulte la cosecha.
En la zona núcleo, la más rica de todo el país en materia productiva, durante los dos últimos ciclos agrícolas  sufrió por falta de precipitaciones, con períodos de sequía prolongados que afectaron el rendimiento de los granos y provocaron pérdidas económicas.
Frente a esa realidad, cuando el agua no viene de arriba hay que recurrir al “agua invisible”, que proviene de las capas subterráneas y que, de acuerdo con lo destacado por investigadores del INTA, se trata de un recurso estratégico que, en un contexto de escasas precipitaciones, su buen uso permite cubrir la demanda de los cultivos. 

El proyecto
El INTA cuenta con un proyecto que trabaja sobre las napas freáticas y la toma de decisiones. De esta manera, tiene una mirada integral con una visión sistémica de los agroecosistemas, conocimientos que se generan desde la ecofisiología, la hidrología y la hidrogeología.
Los investigadores describieron que en las grandes llanuras la dinámica temporal de las napas freáticas o acuíferos someros, está modulada principalmente por procesos locales, la evapotranspiración y las lluvias. Jorge Mercau, coordinador del Proyecto Disciplinar Interacción de Agroecosistemas y Napas freáticas, afirmó: “A partir de cierta profundidad los poros grandes del suelo almacenan agua, que llamamos napa freática, cuyo origen son lluvias que excedieron la evaporación y transpiración”.  
Además, destacó que cuando los sucesivos excesos acercan la freática a la zona radical; la vegetación, frente a un déficit hídrico, puede transpirar esa agua, por ascenso capilar, lo que determina un descenso de la freática. En este sentido, desde INTA destacaron que si el nivel de la napa freática sube se puede generar falta de porosidad del suelo, anoxia en las raíces de los cultivos, con la consecuente caída de rendimientos, evaporación directa desde la superficie y salinización. “Allí es cuando eventualmente el suelo rebalsa y se producen anegamientos e inundaciones”, aseguraron los técnicos.
Por su parte, el trabajo de investigación explicó que los cambios en el uso del suelo que se han realizado en nuestras llanuras son los principales responsables del acercamiento de las napas freáticas a la superficie. “En la llanura pampeana se han reemplazado pastizales perennes y capaces de convivir con excesos hídricos, por pasturas y, mayormente, cultivos anuales. 

El buen manejo reduce riesgos
Mercau también comentó que, por un lado, se redujo la capacidad de transpirar al reducir los días con cobertura verde y, por ende, aumentó el exceso. Estos factores contribuyen a que la agricultura produzca un ascenso generalizado de napas”, explicó el especialista.
Por este motivo, se deben aplicar estrategias para manejar la sequía, como la siembra directa, el control de malezas, el maíz tardío, entre otras herramientas. “La contracara es que no somos tan buenos en limitar la pérdida de agua en profundidad”, señaló Mercau. 
En este sentido, comentó que hay que aprender a manejar ambos para reducir riesgos futuros. “Hay que reducir la pérdida de agua en profundidad y también procurar usar el agua de la napa desde una mayor profundidad, para evitar que tenga posibilidad de acercarse mucho a la superficie”, subrayó.
Para un correcto uso se deben implementar estrategias que aprovechen esas pequeñas ventajas. “Frente a un año muy húmedo, el ascenso de la napa no llega tan cerca de la superficie y genera problemas y, en cambio, queda un rango muy bueno al año siguiente”, expresó el coordinador. 
“Para adaptar la estrategia agrícola es importante saber dónde estoy parado y cuál es la variabilidad de la oferta, para ajustar la demanda de los cultivos”, sostuvo Mercau. Del lado de una secuencia agrícola adaptativa hay que identificar momentos críticos en los que se deben tomar decisiones, en general al comienzo de otoño y de primavera. “No me tengo que dejar llevar por la variabilidad, sino que hay que planificar la flexibilidad”, aseguró el coordinador. 

La napa, un servicio
El técnico citó que en otoño ya se debe decidir si se va a sembrar trigo o hacer un cultivo de servicio y en primavera decidir si el cultivo de servicio lo tenemos que secar temprano o tarde y si la fecha de siembra del cultivo de verano puede ser temprana o tardía. “Si tengo un perfil cargado usarlo, no demorando la siembra”, ejemplificó.
Mercau llamó a evitar que la napa sea un problema transformándola en un servicio, que puede ser de provisión de granos y forrajes o bien un aporte de nitrógeno para el sistema, aporte de carbono, control de malezas y reducción de la erosión.

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