Tabla en mano, sonrisa ancha y puño apretado, Martín Passeri sale del agua con su hijo Thiago y se desahoga en medio de Playa Varese en Mar del Plata. Un grito que resume lo que vivió el surf (y sus practicantes) en su regreso al agua luego de más de tres meses sin sentirla.
"El Guerrero (de 45 años), como es conocido el seis veces campeón argentino, disfruta como nene con chiche nuevo, casi como si fuera la primera vez, como si no hiciera 39 años que lleva metiéndose al mar para hacer lo que ama y lo que, desde hace 25, le da de comer a él y a su familia. Y qué mejor que gozar con su pichón (de crack, a los 11 años), una de las joyas del semillero nacional. “Estos 105 días sin surfear, sin hacer el deporte que amo desde que tengo uso de razón, fueron muy duros. Pasé por todas las emociones, sensaciones y estados de ánimo, algunas muy difíciles porque en el final sentíamos que era injusto que siguieran prohibiendo una actividad que se hace en el medio del mar y con tan bajo grado de contagio. Yo soy surfista amateur pero, a la vez, profesional, coach y hasta padre de un surfista. Necesitábamos volver al agua, a nuestro lugar, a nuestra pasión y profesión. Y realmente estos primeros días los disfrutamos muchísimo. Hasta revalorizamos lo importante que es, lo bien que nos hace y lo privilegiados que somos. Ahora, eso sí, tenemos que seguir siendo muy responsables y tomar todos los recaudos sanitarios como para no retroceder”, fue la primera reflexión de Passeri, rey vigente del circuito argentino y coach del Team Quiksilver-Roxy y director del Centro de alto rendimiento de surf (CEEIS) en el balneario Honu Beach.
Prueba piloto
Mar del Plata fue la última ciudad costera de la provincia de Buenos Aires que habilitó los deportes náuticos, por ahora solo como parte de una prueba piloto de una semana, con la posibilidad de extenderla dependiendo de sus resultados. El marplatense Fernando Aguerre, presidente de la Internacional Surfing Association desde 1994, pasó la cuarentena en "La Feliz" y fue uno de los muchos que trabajaron para lograr que el deporte que logró que fuera insertado en los Juegos Olímpicos (estuvo en los Panamericanos 2019 y debutará en Tokio 2021) fuera autorizado a regresar.
“Mar del Plata fue la última en lograr el permiso, parecía que no iba a llegar nunca. Estos 105 días se sintieron interminables. Al principio entendimos que la cuarentena y el aislamiento eran la mejor solución, pero con el paso del tiempo, y viendo que la ciudad tenía un bajísimo nivel de contagios, se fue creando un consenso, la gente dándose cuenta de que era tiempo de flexibilizar las salidas. Afortunadamente, el intendente Guillermo Montenegro y demás autoridades coincidieron. Ahora todos debemos seguir con mucha responsabilidad para que la prueba se convierta en permanente”, cuenta. Su felicidad es doble porque no solo pudo volver al mar y las olas, sino que además pudo pararse en una tabla de surf por primera vez en ocho meses, tras el grave accidente de skate en octubre del 2019. “Fue increíble, en ese mismo día, volví al mar y fue mi primera surfeada de pie. En el verano solo había surfeado acostado y ahora me paré en la primera ola, luego surfeé varias cerca de amigos y familiares. Fue mágico. De alguna forma volver al mar fue como volver a la vida. Al salir, recordé todo lo bien que nos hace el mar, al deslizarnos en la energía de la naturaleza. Porque eso es la ola: vientos lejanos con mareas apropiadas que se combinan y sale una energía hecha ola, que nosotros aprovechamos en su última etapa para ir hasta la playa”, describió Aguerre.
Lucía Indurain tiene 23 años, es bicampeona nacional y terminó séptima en los Panamericanos de Lima. Lo suyo fue duro porque, cuando empezó la pandemia, regresó del país de un torneo y tuvo que estar en aislamiento total. “Mi mamá me dejaba la comida en el pasillo y yo casi no salí de la cama. Ni sabía lo que me estaba pasando. Tal vez fue el peor momento”, recuerda. La cuarentena para un deportista profesional fue cruel. Y a ello se le suma ser un surfista de alma. “En mi caso fueron 88 días, porque Miramar fue Zona Blanca, sin contagios, y la prohibición se levantó antes, pero es demasiado para un atleta de alto rendimiento. Pero, cuando me di cuenta de que venía para largo, me pregunté cómo quería tomar este tiempo, si me iba a deprimir o lo aprovecharía para crecer. Así fue que busqué mejorar en lo que tenía a mano, en la nutrición, en el entrenamiento físico y psicológico, en los detalles... Cuando me enfoqué, eso me mantuvo entretenida y motivada para cuando se diera la vuelta del surfing”, explica. Y cuando le abrieron la puerta, salió corriendo hacia el mar. “Fue una sensación muy especial. De felicidad, claro. Pero también recuerdo que el primer día me fui de cabeza en las primeras cinco olas, mi cuerpo no estaba al ritmo (se ríe). Luego, poco a poco, lo fui retomando y ahora me planteo objetivos a corto plazo para ir recuperando mi nivel y estar lista para cuando vuelvan las competencias”, analiza la figura del Team Roxy, campeón a nivel nacional.
Passeri detalla cómo vivió cada etapa de estos 105 días. “Siempre pienso que todo es una oportunidad para crecer y mejorar, pero tuve momentos difíciles en lo que no quise exteriorizar mi frustración, porque pensaba que se estaba siendo injusto con el deporte, uno de los principales pilares de la salud. Entendí también por qué se hacía, pero estar tantos días alejado del mar para alguien que surfea todos los días, que vive de esto, era duro. Los primeros 40 días le busqué la vuelta, los segundos 30 fueron más cuesta arriba y los últimos 30, muy complicados. Me mantuvo a flote la ilusión de volver, haber estado entrenado, el estar listo para poder disfrutarlo como antes cuando regresara. Cada día fue un laburo fino en casa, controlando horarios, comidas, humores y sesiones de entrenamiento”, relata. Pero un día se abrió una ventana y pudo respirar, como él gráfica. “Estar lejos del deporte es una sensación muy extraña y más en el surf que tiene un medio irreproducible como el mar. Por suerte el regreso me dio todo lo que esperaba: una emoción terrible y me sentí bien, mucho mejor de lo que pensé, pese a la inactividad y el frío del agua que te pone más duro. Si bien no me animé hacer nada jugado, no sentí bajón de nivel. Creo que tiene que ver con las ganas de volver a hacer lo que amamos”, completa el Guerrero.
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