CICLISMO

Abel De Blasi: Un ciclista de antaño

Corrió hasta los 26 años en una época donde todo era a puro pulmón y fue cosechando distintos logros a lo largo de su carrera.

Nací en la ciudad de Arenales el  8 de septiembre de 1936. Cuando terminamos el sexto grado en la escuela del campo, había mucha miseria y mis padres se trasladaron a Junín. Ya un hermano mío había llegado acá un año antes y la ciudad era otra cosa, se conseguía trabajo, había más movimiento.

Nos radicamos en el barrio Nuestra Señora de Luján, en Brasil y Villegas. Calles de tierra, una polvareda tremenda. Ni hablar cuando soplaba el viento sur. Te entraba la tierra por todos lados. Otras épocas.

Hice tres años en la escuela Industrial, con los Decarre,  donde me recibí de técnico mecánico y ni bien cumplí los dieciocho años entré derecho a trabajar en los talleres del ferrocarril. Yo no quería saber nada con laburar, pero mis viejos me forzaron a entrar a los talleres, en el año 1954.

A mi me gustaba correr en bicicleta. Había empezado a competir en Ascensión, en alpargatas porque no había zapatillas para calzarse.

Cuando vine a Junín, mi mamá recibió una  herencia y me compró una bicicleta de competición. Entonces arranqué en serio, en principiante, luego tercera y así sucesivamente.

Me fue muy bien. En el barrio teníamos un circuito por Brasil, Villegas, Urquiza hasta el Molino, doblábamos para la cancha de Moreno y volvíamos.

 En el Central Juniors (por la cancha de Moreno que se hacía un circuito por el asfalto) ganaba casi todas las competencias que se realizaban. Veníamos por la calle del Cementerio, doblábamos por Negreti hasta Chile.

Ahí se hicieron las 6 horas a la americana, por equipos. Corrí con Gardeña y salimos segundos. Ganaron Pescado y Augusto, que vinieron de Buenos Aires. Ellos allá ya corrían en primera.

Después el Club Ciclista Juninense organizaba veladas en la Avenida, con tres horas de competencia ininterrumpidas. Gané con Azcurra tres veces.

Luego gané una por eliminación. Se corría hasta que quedaban dos competidores, se iban eliminando.

Ya tenía un cuadro nuevo, moderno, liviano, que me permitió ir a correr a Buenos Aires. También a Luján donde gané varias carreras con los Federados, porque tenían un circuito mixto de cemento y tierra. Pero ellos no estaban acostumbrados a la tierra –menos los porteños- y yo ahí les hacía la diferencia. Hice muchas amistades en la ciudad de la Virgen, me querían mucho allá.

Acá corrimos la Arrecifes Junín donde salí segundo en la primera etapa y quinto en la general.

Se corría Junín-Arenales, donde gané dos veces. Junín-Lincoln, la doble Arribeños, otra que íbamos por Ferré hasta Arenales, una tierra tremenda, había que tener resto.

En Pergamino ganamos una competencia de 3 horas con Luis Uthurriaga, que metimos 9 embalajes de diez posibles. Fue una tarde histórica. Los matamos a los rosarinos que venían con todos los galardones a llevarse la competencia. También ganamos en Laboulaye varias veces, se iba hasta La carlota todo por ruta, en dos etapas.

No había la preparación de ahora, se comía cualquier cosa. Eso sí, me cuidaba en no salir antes de la competencia, me acostaba temprano. Los martes y jueves hacíamos una especie de entrenamiento, pero nada que ver con la parte física propiamente dicha, sino que íbamos a dar unas vueltas en bicicleta como para no estar parados toda la semana.

En Junín había una sola pista de Ciclismo, detrás del club Rivadavia, pero no se utilizaba porque estaba en mal estado.
Más se corría en las calles. Por ejemplo la vuelta del oeste que fue famosa. Largamos de Mariano Moreno y Brasil, donde estaba el club Ciclista Unidos. Fuimos hasta casi la ciudad de Rojas, doblamos hasta Chacabuco y de ahí volver a Junín. Salí primero, me esperaba toda la familia si la llegada era en la esquina de mi casa, de donde habíamos salido. Vino el famoso Prezzioso (3 veces campeón Argentino) de Capital Federal y no la pudo ganar.

Pero el Ciclismo se fue perdiendo mucho. Una porque está carísimo todo y otra por el desinterés mismo de la gente por la bicicleta.

Además en la ruta no podes andar. El transito es terrible. Y los de Buenos Aires tienen mil problemas para entrenarse. Si salen a la ruta, le roban la bicicleta. Si hoy una bici cuesta como veinticinco mil dólares.
Corrí hasta los 26 años, después me casé y me dediqué al fútbol. Trabajaba en Carpintería y estaban Greco y Giménez que me llevaron a jugar. Salimos campeones de intermedia. Jugaban Lito Aguilar, el Vasco Guruceaga.

Después fui masajista de BAP cuando vendieron al Lito Aguilar a Estudiantes y el Negro Ortiz a San Lorenzo. En esa época BAP trajo a Fernández, un arquero de Buenos Aires, un dos de San Telmo, al Gordo Nievas, Carlitos Burgos, los Frías. Hicieron un gran equipo y no pudieron salir campeones.

Y un año tuve que hacer unos relevos en Jorge Newbery –la época del Chacho Villafañe, Tomino-. Sucedió que habían echado al Negro Romero y me llamaron a mí por un par de fechas.

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