Integrante de la Escuela de Karate Do Goju Ryu de Junín.
ESCUELA DE KARATE DO GOJU RYU

"Nos abstraemos de lo cotidiano y trabajamos pensando en cada clase"

El coordinador del proyecto en Junín, Adolfo David Imizcoz, explicó a Democracia los beneficios de practicar este deporte. "Es una actividad que requiere de mucho sacrificio, de mucha concentración pero claramente está al alcance de todos", puntualizó.

Adolfo David Imizcoz es ex combatiente de Malvinas y forma parte del equipo de entrenadores de la Escuela de Karate Do Goju Ryu. En diálogo con Democracia, contó el presente del proyecto y remarcó los valores que se inculcan a través de este deporte.
Sobre el trabajo que se viene realizando en nuestra ciudad, Imizcoz explicó a Democracia: “Nuestra escuela es de Karate Do Goju Ryu. Dentro de karate do, lo que significa el camino de las manos vacías, hay varios estilos, dentro de los cuales está el nuestro Goju Ryu que significa estilo duro y blando”.
Agregó: “Tanto aquí, en Junín, como en distintas localidades de nuestro país, como Mar del Plata, La Plata, Mendoza, 25 de Mayo, Tiburcio, entre otras, estamos nucleadas bajo la Asociación Argentina Goju Ryu Karate Do (AAGK)”.
En cuanto a la historia del proyecto, detalló: “En Junín el proyecto nació en 1997 de la mano del sensei Javier Larrañaga, quien en ese momento y hasta el año 2012 fue el instructor y sensei de todo el Dojo Junín (nombre que le damos a la escuela, dojo significa lugar donde se entrena), a partir de ahí se hizo cargo María Benigni que luego le dejó el lugar a nuestro actual sensei Rubén Salazar".
Entre otros detalles, Adolfo reconoce que es un placer practicar este deporte junto a sus hijos Anahí, Sacha y Nahuel. También siente un gran orgullo de formar parte del equipo de entrenadores junto al sensei Ruben Salazar, su hija Anahí y la "profe" Florencia Cuadrilatero. 
En definitiva, el presente de la escuelita y los ideales que se intentan transmitir formaron parte de la charla. 



- ¿Cómo podría describir la actualidad de la escuela?
- Bien, con muchos chicos y dictando clases prácticamente todos los días de las semana. Por suerte tenemos alumnos de todas las edades. El sensei de la escuela, Rubén Salazar, quien también es el director, está a cargo de los entrenamientos para los mayores. Como metodología de trabajo, siempre una vez a la semana nos juntamos todos para hacer un entrenamiento y una vez por mes nos reunimos con los adultos en el "Beto" Mesa.  Y ahora vamos a hacer un torneo regional, el sábado 19 de octubre, de 12 a 19 horas, donde invitamos varias escuelas con el fin de hermanarnos mucho más. Será la primera vez que se haga un torneo abierto de karate. La idea es que esto empiece a crecer. Este proyecto está más relacionado a lo que sería la parte deportiva del karate que nosotros practicamos.

- Mientras tanto la apuesta fuerte está en cada clase. 
- Exacto, seguimos en los dos dojos, con chiquitos, grandes, mujeres, jóvenes. Estamos en Juan B. Justo 375 y la otra dirección es en Oviedo 65. En total somos un poquito más de 50 participantes. Es una actividad que requiere de mucho sacrificio, de mucha concentración pero claramente está al alcance de todos. Todos pueden participar.  Es cierto que tenemos ciertas normas o costumbres que respetamos. Por ejemplo, antes de cada entrenamiento hacemos un agradecimiento, en silencio. Y después arrancamos a trabajar. Esta es una disciplina que requiere de paciencia, respecto, sacrificio, perseverancia. Y me atrevo a decir que muchos valores de estos que nosotros estamos tratamos de transmitir son los que están desapareciendo de nuestra sociedad.

- ¿Cómo son las clases?
- Hacemos un saludo al sensei y ya en ese instante empezamos a pensar en la clase, en cuánta energía tenemos para gastar en esa clase de karate. Los problemas se dejan afuera. Los problemas sentimentales, económicos, religiosos, de cualquier índole, los dejamos afuera. Nos abstraemos de lo cotidiano y trabajamos pensando en cada clase. Hacemos dos ceremonias, una al inicio y otra al cierre, en agradecimiento a la experiencia vivida. Es una costumbre japonesa, de agradecimiento y respeto. Y cuando nos vamos, nos volvemos a poner la mochila con los problemas que nos presenta la vida. Funciona un poco de esta manera.

- ¿Cuáles son los desafíos de cada clase?
- El principal desafío es con uno mismo. Esa es la idea. Es una manera tradicional de practicar el karate. Después está la parte deportiva que viene aparejada a la competencia. Pero a nosotros siempre nos interesó el desafío personal, nos gusta la idea que si no te sale algún ejercicio, que te esfuerces para que te pueda salir. 

- ¿Cómo se dio la participación de gran parte de su familia?
- Alguna vez mis hijos seguramente me habrán visto lo bien que me hacía. La verdad no lo sé. Mi señora quería que mi hija practicara danzas pero ella eligió karate. Y la verdad es que me superó porque ella es segundo dan. Y después, mis otros dos hijos, que viven en La Plata, también practican y enseñan karate. Y te puedo asegurar que ninguno fue obligado. Supongo que me habrán visto contento. Lo que estoy seguro es cada uno de mis hijos lo usó a su manera. 

- ¿Qué le aportó a usted el karate?
- Me ayudó muchísimo. Miedos, el postraumático que tenía en mi cabeza, me ayudó para bajar varios cambios. Todos tenemos problemas, yo estuve en una guerra y el karate me ayudó para resolver varios cuestiones relacionadas al después de esa guerra. Pero bueno, esto es un camino de las manos vacías, de los valores, de la tolerancia, del desafío personal. Es un deporte muy lindo, donde entrena el gordito, el flaquito, el pibe que viene con anteojos. No hay requisitos ni impedimentos. Esto no te va a llenar el bolsillo pero te va a llenar el alma.