ENFOQUE

El señor éxito ya es historia

En la selecta lista de quienes han escrito la historia del mejor fútbol del mundo hay que agregar el nombre de Josep Guardiola, el hombre que decidió en la cresta de la ola ponerle punto final a uno de los ciclos más exitosos de un entrenador al frente de un club.

En la selecta lista de quienes han escrito la historia del mejor fútbol del mundo hay que agregar el nombre de Josep Guardiola, el hombre que decidió en la cresta de la ola ponerle punto final a uno de los ciclos más exitosos de un entrenador al frente de un club. Fueron cuatro años, 13 títulos y la concreción de una marca registrada -”Barcelona”-, sinónimo de solvencia y efectividad en un rectángulo de juego.
A ese pedestal reservado a muy pocos, que podría incluir al Real de Di Stéfano, el Peñarol de los 60, el Boca de Bianchi, el Ajax de Cruyff y el Milan de Sacchi, Pep se sumó en silencio, con mucho trabajo, transformando en leyenda a un equipo considerado por muchos como el mejor de todos los tiempos. Cada uno de ellos tuvieron brillo, aunque con diferentes herramientas: unos al ataque, otros defendiendo, algunos con atrevimiento, con jóvenes o veteranos. Lo cierto es que marcaron un rumbo y por eso están donde están.

Sin vueltas

La nota hoy es Guardiola que empleó para el retiro -o paréntesis, según quien analice el caso-, palabras simples pero contundentes. Adujo “cansancio”, y “falta de ilusión para seguir”. Anunció un tiempo prudencial sin fútbol para después definir qué hacer más adelante y le comentó con el mismo tono pausado de siempre a Busquets, Piqué, Xavi, Iniesta y Puyol, entre otros, que “me he vaciado y necesito llenarme”.
Horas antes de esa confesión el adiestrador había recibido en su casa al presidente de Barcelona, Sandro Rosell al director deportivo, Andoni Zubizareta, y el vicepresidente deportivo, Joseph María Bartomeu, que durante tres horas intentaron convencerlo para que siga. Apelaron, como último recurso, a una propuesta inédita: le extendieron un cheque en blanco para renovar por la cifra que él considere de aquí a cuatro años. Ni eso ni la propuesta de ampliarle los poderes en el plano deportivo para confeccionar y gestionar el plantel alcanzaron para torcer su voluntad.
Las mismas convicciones expuestas a la hora de parar su equipo se observaron en estos últimos movimientos del hombre que ya había anticipado su decisión irreversible a su familia y un círculo muy íntimo que lo rodea.
El técnico que supo potenciar al máximo el enorme talento de Lío Messi dejó al descubierto desde el mismo momento que abandonó su carrera de futbolista sus intenciones de calzarse el buzo de DT. Y se preparó a conciencia para ello. No se conformó sólo con encarar la carrera de director técnico sino que viajó por todo el mundo para enriquecerse.

Con Bielsa

Uno los periplos de aprendizaje incluyó a nuestro país con la finalidad de poder entrevistarse con varios entrenadores del fútbol criollo. En esa oportunidad quedó encandilado por uno de ellos que lo invitó a compartir un asado en Rosario. El anfitrión, Marcelo Bielsa, además de agasajarlo mantuvo con Pep una charla sobre fútbol que se extendió durante once horas ininterrumpidas.
Después de dirigir al Barcelona “B”, en 2008 le abrieron las puertas hacia el gran desafío: dirigir el primer equipo “culé” que hacía muy pocos años antes lo había tenido como capitán y futbolista. Todo lo demás forma parte de la historia reciente, colmada de vueltas olímpicas y de reconocimientos que dieron la vuelta al mundo.
Uno de los aspectos salientes en todo este tiempo ha sido instalar el “sello Barcelona”, o sea imponer en el círculo mayor los mismos valores que se impulsan en “La Masia”, una verdadera cantera de grandes valores que, entre otros, impulsó al estrellato a la Pulga, a Xavi y a Iniesta.
En estos años, Pep superó a cada adversario que se le cruzó en el camino. Ganó dos Ligas de Campeones, dos Mundiales de Clubes, tres Ligas, una Copa del Rey, dos Supercopas de Europa y tres Supercopas de España.
En los últimos tiempos debió soportar dos contrastes en pocos días: la caída en la semifinal de la Champions ante el Chelsea y la derrota 2-1 como local ante el Real, que lo dejó a siete puntos de su rival en la pelea por el título.
Nada tuvo que ver esto con la decisión de Guardiola y él mismo se encargó de aclararlo: “En otoño ya le había dicho al presidente que el final de mi etapa era un hecho”. Aunque prefirió no decirles nada a sus dirigidos para no incidir en el desarrollo de las competencias que estaban afrontando.
Fin de una era histórica. Pep dejó el equipo de los sueños con el 72,31 por ciento de efectividad. Revolucionó el fútbol y encontró la fórmula para que “su” Barcelona combine contundencia, brillo, practicidad y precisión. Está todo dicho.

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