ENFOQUE

A propósito de Messi

Claudio Caniggia y otros tantos le recuerdan a Lionel Messi que para ser ídolo en la Argentina debe escribir historia grande con su selección nacional, como si el muchacho no fuera el primer interesado en asumir esa hipotética deuda, como si no la conociera de memoria.

Claudio Caniggia y otros tantos le recuerdan a Lionel Messi que para ser ídolo en la Argentina debe escribir historia grande con su selección nacional, como si el muchacho no fuera el primer interesado en asumir esa hipotética deuda, como si no la conociera de memoria.
 Y la verdad es que aquello que en algún momento resultó un reclamo lógico, aceptable, legítimo, ya se está convirtiendo en una cantinela inoportuna y decididamente injusta.
 Si cada vez que Messi consuma las maravillas que está consumando, para asombro de los cinco continentes, recordamos que jamás brilló con la Selección en un Mundial, pues quiere decir que estamos cayendo en un pozo de estrechez y necedad.
 Sea por no haber dispuesto de un equipo que estuviera a su talla, sea por haberle faltado la sintonía y la chispa y la rebeldía que sí tiene con la camiseta del Barcelona, cabe aceptar que con la Selección la Pulga ha estado, o está, un par de escalones por debajo de lo que sus dones prescriben.
 Pero eso es tan cierto como que el Messi de hoy no es el Messi de hace dos o tres años, y eso en el plano personal, también en el plano futbolístico y en particular cuando defiende los colores argentinos.
 El de hoy es un Messi más maduro, más estable, más comprometido.
 Su larga sequía goleadora, su falta de gravitación en la red, son insuficientes para pasar por alto que en la Copa América de 2011 se puso el equipo al hombro y jugó para todos cuando pocos o acaso ninguno jugó para él.
 En el partido versus Uruguay, el que redundó en la eliminación por tiros desde el punto penal, se erigió en el líder del juego pero asimismo en el líder temperamental.
 Y luego fue vital en la remontada contra Colombia, por las Eliminatorias, y hace un par se semanas convirtió tres goles en el amistoso contra Suiza.
 Es decir, si hablamos de la Selección urge reconocer que Messi está en franco crecimiento.
 Y conste que se alude a alguien que en julio recién cumplirá 25 años y que, por carácter transitivo, salvo imponderables desdichados dispondrá de decenas de partidos con su representativo nacional y un mínimo de dos mundiales más, por qué no tres.
 He allí el dato que vuelve más descomunal la cosecha de Messi, que aconseja un plus de valoración y de respeto, y que exige delicadeza a la hora de pisar la vereda de los juicios categóricos.
 El carácter provisorio de su biografía y las rotundas certificaciones de su genialidad deberían invitar al consabido aplauso, al puro disfrute y a la fundada esperanza de que alcanzará nuevas cumbres.
 Entretanto, que ya está sentado a la mesa de los dioses de la pelota número 5 es más verdadero que la propia verdad.