real madrid españa
Gol de Sergio Ramos en la victoria del Real Madrid ante Barcelona, por 3 a 1.
ENFOQUE

Un clásico devaluado

Ahora que nuestro VAR criollo se acerca, vayamos sabiendo que, tal vez, lejos de calmarse, las polémicas en el fútbol serán aún mayores. La vuelta de los campeonatos en casi todos lados sirvió para confirmar que la utilización del VAR en el fútbol mundial tiene todavía poco recorrido. Y que queda mucho por mejorar. No lo decimos por la denuncia de la cadena de TV que se siente afectada porque la AFA amenaza romper el contrato de derechos. Esa denuncia lanzada sin sustento alguno, que afirma que el VAR será utilizado aquí por la AFA para favorecer amigos y castigar enemigos.
Es tonto hablar cuando todavía nada sucedió. Y cuando, en rigor, todos sabemos que es más fácil manipular resultados sin VAR que con VAR.
Dicho esto, hay que aceptar que el VAR está cambiando y mucho al fútbol y está decidiendo partidos de modo excesivamente brutal.
Vayamos al clásico que Real Madrid ganó el sábado 3-1 a Barcelona en el Camp Nou, al penal que vio el VAR y que definió la puja. El VAR que ve el agarrón de camiseta de Clement Lenglet a Sergio Ramos, pero no que el capitán de Real Madrid dio primero un pequeño empujón al francés y que éste lo toma como acto reflejo para no perder la distancia, pero lo suelta rápido. Fue un mínimo forcejeo mutuo que, si es visto como penal, entonces abre la puerta a cientos de otros penales similares. Además, Ramos se tiró de modo infantil, solo buscando impresionar, jamás por el agarrón. “¿Por qué se mira solo lo que sucede dentro de un área y no de las dos?”, se preguntó el DT holandés de Barcelona, Ronald Koeman, con razón, por alguna otra mano o infracción que ni siquiera buscaron chequeo del VAR con el árbitro de campo. Esa es la cuestión. Hay decisiones que realmente cuesta entender. Si se cobra uno se tienen que cobrar todos. Las redes explotaron. Dibujaron al todopoderoso presidente de Real Madrid, Florentino Pérez, manipulando él los controles en la sala de VAR.
Como sea, el clásico del sábado, pese a su gran inicio, dos goles en los primeros ocho minutos, terminó confirmando que la Liga ha perdido peso. Los clásicos anteriores tenían en general otra dinámica, otro ida y vuelta. Velocidad y precisión. Y condimentos extras. No hablo de aquel viejo duelo entre Pep Guardiola y José Mourinho, morboso muchas veces, pero interesante tácticamente muchas otras. Hablo también del duelo Cristiano Ronaldo-Leo Messi. El primero, sabemos, se fue hace tiempo a Juventus. Y Leo, que jugó tal vez el sábado su último clásico en el Camp Nou, tuvo un muy buen primer tiempo, pero un final apagado. Con su gesto de resignación cuando siente que ya todo es irreversible. Por el VAR, porque este Barcelona no es el de antes o porque, también sabemos, hace solo dos meses dijo que se quería ir del club. Y el club no lo dejó. Ayer, prolongó su extraña sequía de novecientos días sin marcarle goles a Real Madrid.
El clásico (ahora 97 victorias para Real Madrid, 96 para Barcelona) tuvo de todo en 118 años: policías en el campo, militares en los vestuarios, botellazos, cabezas de cerdos, nudistas, coches bomba y tensión política, como recordó horas atrás Sid Lowe, autor de un libro formidable sobre el tema (”Miedo y asco en la Liga”). Pero nunca se había jugado a puerta cerrada, como sucedió el sábado por la pandemia. El Camp Nou, que atraviesa una formidable crisis económica, no habría pitado el sábado a Koeman tras la derrota y mucho menos a Messi. Y tampoco, creo, al resto del equipo. Pero sí seguramente al presidente Josep María Bartomeu, cuya gestión parece con las horas cada vez más contadas, con un plantel que, en los días previos al partido, reiteró críticas en medio de recortes salariales profundos y los socios que reclaman dimisión. Y con un Messi al que, pese a su empeño, si no aparecen resultados, le será cada vez más difícil seguir en el club al que le dio todo y, luego de veinte años, quiso irse.
Justamente Manchester City, el equipo que casi se lo lleva en agosto pasado, no está jugando mucho mejor que Barcelona (registró un discreto empate 1-1 contra West Ham). Pero la Premier League sí es un desafío hoy mucho más atractivo que la Liga de España. Basta ver sus partidos. Mucho más abiertos. De ida y vuelta. Como si fueran una NBA del fútbol. Por momentos, espectáculo puro, que además agradece la aparición del Leeds de Marcelo Bielsa y el descaro de otros equipos más chicos que están saliendo a jugarle de igual a igual a los poderosos. La Liga gastó mil millones menos de euros en refuerzos que la Premier. El ajuste es previo a la pandemia. Real Madrid fue eliminado en primera rueda de la última Champions. Y Barcelona se fue humillado 8-2 por el campeón Bayern Munich. Son equipos que envejecen y no están acertando en los fichajes ni en el recambio, excepción clara de Ansu Fati en Barcelona, firme proyecto de crack. La Liga de España, claro, ha conocido tiempos mejores.

COMENTARIOS