FÚTBOL

Héctor Osmar “El zurdo” Rodríguez

Campeón con Villa Belgrano, Rivadavia de Junín y Rivadavia de Lincoln, entre los 11 títulos que tiene en toda su carrera.

Nací en Junín, pero en el campo, en el cuartel X. Me decían Pelusa de chico, luego el Zurdo y en el final de la carrera el Vigilante. Fui a la escuela de la zona, la 34, con Darío Contreras, Gustavo Duhagón, Sergio Riva, los Palma, Tepaz, mi hermana que también fue ahí. Es más, hace tres años  volví y les doné la camiseta de fútbol con mi nombre para que hicieran un sorteo.

Mis viejos se separaron y a los cuatro años que quedé viviendo con mi abuelo. El compró una quinta acá y ya fui a la escuela 4 que fue donde empezó el tema del fútbol.

Yo aprendí a jugar en el campito de Marchetto. Estaban los Marchetto y los Platone. Ahí te hacías hombre, y aprendías. Esas fueron mis inferiores.

A Villa Belgrano llegué en 1978, un amigo de la escuela –Horacio Flores- me llevó directamente a la sexta división. Tuve de técnico a Dionisio García, a Falcón y después pasé a primera promovido por Héctor Mosca. Debuté en el banco en la segunda rueda de un oficial y jugaba solamente unos minutos. El primer gol se lo metí a River Plate. Tenía 17 años. 

Después ya fui titular hasta fines de los ´80 que salimos campeones del oficial. Jugaban el Toro Rassi, Munafó, Calabró. Los Bello, Bertolotti, Gardú, Balbi, los Pereyra, Mariano Etchetto, Alcides Gubitosi, el Negro Núñez.

Jugando para Villa fuimos a enfrentar a Jorge Newbery en cancha de Sarmiento. Fue un partido decisivo para la clasificación. Entré en el banco contra el famoso equipo de la época dorada de Newbery. Faltando cuatro minutos me tocó entrar. Me hicieron una falta, tiró el centro Pereyra, yo estaba entre Cataraín y Pondal,  y como venía le pegué al arco. Hice un golazo de los que nunca más en mi carrera metí. 

De ahí me empezaron a ver de Sarmiento, fueron a hablar con los de Villa para negociar el pase y salió un préstamo en 1981. Jugué todo el año y el Verde después hizo la opción de la compra.

En Sarmiento me fue bien. Jugar en esa época  y llegar nada menos que a la “A” era ser reconocido para siempre. A Sarmiento le debo todo, siempre voy a estar agradecido del club y de la hinchada, en especial de Mario Panero.

El otro día decía Toti Iglesias lo de Funes, cuando se sacaba fotos en la cancha de River. A mi me pasó lo mismo. Yo jugaba en la cancha de Villa y el año estaba en el Monumental… te quedabas mirando las tribunas y al rival que al lado nuestro tenía una preparación física de otro planeta. Yo le debo un montó a Sarmiento.

Una vuelta discutí con un técnico en Sarmiento, me suspendieron tres meses, y me fui a  jugar a la zona. Estuve en 9 de Julio y después en Rawson.

Volví a Sarmiento recién en 1985. Héctor Mosca era el técnico. El club estaba mal. No se cobraba sueldo, solamente algún premio cuando se ganaba. Viajábamos a Buenos Aires con un sándwich de jamón y queso y un agua mineral. La pasamos muy mal.

Pero yo siempre digo, gracias a Francho Benito que fue uno de los presidentes de la época que más la luchó, salió adelante Sarmiento. Hasta hubo un momento que se pensó de bajar de categoría para subir luego desde el Regional. En esa época el que ganaba el Regional iba directo a la “A”.

Ahí ascendieron un montón de jugadores del amateur: los Merlo, Cangelosi, Olavarriaga, los Vigorelli, Gianfrancesco. Fue una linda experiencia.

La pasábamos mal, si hasta nos bañábamos con agua fría. Un sábado fuimos a jugar contra Central Córdoba de Rosario y hallá estaba el Bomba Robles que habíamos jugado acá en 1981. Había quedado una amistad. Y cuando terminó el partido intercambiamos las camisetas. Se la tuve que ir a pedir porque no había camiseta para el otro partido.
Fue una situación difícil, linda y brava. Jugar la “C” en esos tiempos era complicadísimo. En el entretiempo, en cancha de San Telmo, entró un tipo con un revólver al vestuario. Había que perder para que ellos clasificaran.

En Central Córdoba entró un tipo con un cuchillo. Contra Cambaceres ganamos uno a cero  y nos querían matar. Justo hice el gol yo ese día y ellos quedaron afuera de la competencia. Cuando salimos nos metieron un tiro en el colectivo. Una locura.

Dejé de jugar de un día para el otro. Hubo una reunión en la quinta de los suegros de Mario Finarolli –a quien ya le había manifestado mi intención de dejar- y así fue. 

Yo arrastraba problemas familiares, una separación,  y a su vez laburaba como todos. Corbanini trabajaba, los Vigorelli, todo el mundo trabajaba. Se salía del laburo directo a entrenar porque el club no tenía plata para pagar.

Llego el momento de tomar una determinación y me dediqué a criar a mi hijo. A pesar de todo probamos 25 días, pero la cosa no marchó.

Con el tiempo jugué en Matienzo de Alberdi. Arreglé por el pase. Me pagaban en dólares en ese momento. Un platal. Estuve un año y medio. Luego me fui a Rawson y al año me llamaron de Rivadavia de Lincoln. Acá fuimos campeones y jugamos el regional.

Me vine a Rivadavia de Junín donde ganamos tres campeonatos, con Vilaplana y Rusiñol.

Hacía dos años que no jugaba y me llamó Félix Di Marco para ir a Villa Belgrano, que le habían echado como diez jugadores. Yo había trasladado el pase a Villa porque me quería retirar ahí, pero no había jugado más por un desgarro en el gemelo.

Estaba fuera de estado y en 20 días me puse más o menos. Tenían que jugar la final contra Independiente en cancha de Sarmiento. Empatamos el primer partido y fuimos a un tercero. Ahí jugué más tiempo, salimos campeones y fue la medalla 11 para mi colección de títulos.

¿Maradona o Messi? En distintas épocas, me quedo con Maradona. El Negro es barrio, campito, mucho mejor que Messi.

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