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En un equipo de Mariano Moreno.
UNA GRAN PÉRDIDA PARA EL DEPORTE Y LA COMUNIDAD EN SU CONJUNTO

Murió Walter "El Vasco" Echarri, un futbolista y un tanguero de ley

Jugó en B.A.P., Newbery y Moreno. Fundó y presidió la “Comisión Gardeliana de Junín” y tuvo un largo romance con la geografía céntrica de la ciudad.

Se baja el telón para un grande del fútbol, la dirigencia gremial, el tango y la geografía callejera. Walter Vicente Echarri, El Vasco para todos, murió anteayer por la mañana, a los 83 años, a causa de varias complicaciones que lo tenían en jaque desde hace varios años atrás. Una irreparable pérdida para el deporte juninense, en particular, y para toda la comunidad en general.
En lo estrictamente futbolístico, se inició en las divisiones inferiores de Jorge Newbery. Después pasó a B.A.P. en trueque por Hebert Pérez, que poco después fue adquirido por Sarmiento. Luego estuvo a prueba en Vélez Sarsfield, recomendado por Pablo Mallegni y Osvaldo Zubeldía. No llegó a jugar oficialmente en la entidad de Liniers, aunque sí en varios amistosos, como titular en el equipo de Primera. En esos entrenamientos, logró conformar en plenitud al DT, nada menos que Victorio Spinetto, tanto que finalmente iban a hacerle contrato. Sin embargo, optó por volverse a Junín. “No aguantaba la vida en solitario en la pensión”, confesó en su momento.
El destino lo llevó nuevamente a enrolarse a la institución del Pueblo Nuevo y más tarde jugó en Mariano Moreno, junto a grandes figuras: Edgar Caresani, Carlos Burgos, Abel Pardini, Alberto Guzmán, Roberto Zamparolo, Raúl Azconzábal y José Luis Herrera, entre otros. Cerró su trayectoria en clubes de la zona y en la ex Liga Independiente, jugando para Origone, donde se coronó campeón.


Otro de sus brillantes capítulos lo tuvo también con la casaca de la Liga Deportiva del Oeste, a la que era un habitual elegido por los diferentes entrenadores. En la década del 60, por ejemplo, brilló en una formación albirroja que hoy bien podría ser catalogada como “el equipo de los sueños”: Pérez; Rebecco y Echarri; Comisso, Caporaletti y Britos; Ricardo Giles, Omar Vargas, Horacio Barrionuevo, Félix Tobalina y Humberto Franchi.
Quizá Walter Echarri haya sido uno más de los jugadores juninenses de proyección nunca anexados al profesionalismo por Sarmiento, como sí lo fueron otros exponentes de enorme brillo que sobresalían en otras instituciones locales. Simplemente una estadística, un detalle en medio de una agenda cargada de éxitos. Qué pena enorme no haberlo disfrutado con la casaca verde adherida a su pecho, satisfacción que sí tuvieron los hinchas de B.A.P., Newbery y Moreno. Seguramente hubiese trascendido lo meramente vernáculo para transformarse en un producto nacional. Rara paradoja del encaprichado destino.
¿Sus características? Fue un excelente marcador central, de buenos recursos y con manejo criterioso para la salida. Tenía una gran técnica para distribuir el juego cuando se hacía poseedor del balón, luego de desairar a los delanteros adversarios. En las pelotas divididas, era raro no verlo ganar, tanto en el piso como en las alturas. Otro de sus atributos destacados fue el cruce rápido y oportuno, colaborando con sus laterales.
Entre sus gustos especiales estaba el tango, al que amaba entrañablemente. En sus años de soltería, no se perdía la llegada a Junín de las grandes orquestas típicas. “Yo iba a los bailes especialmente para ver y oír a Troilo, Pugliese, Basso, Stampone, Salamanca. Y después, si se podía, cabeceaba a alguna piba”, decía, riéndose. 
Por otro lado del dos por cuatro, admiraba muchísimo a Carlos Gardel, al extremo que fue fundador y presidente de la “Comisión Gardeliana de Junín” y, además, uno de los promotores de las placas que se encuentran anexadas en las paredes externas de la exconfitería Los Mandarines (hoy, Amanda) y el excine Crystal Palace, en homenaje a El Zorzal, como también del busto del Morocho, emplazado en la avenida San Martín, entre General Paz y Roque Sáenz Peña.


En lo personal, fue un ser humano de gran carisma y muy franco y directo para verter opiniones, siempre coherentes. Conversador e inteligente, El Vasco nunca eludió el compromiso, el buen gusto y la sabiduría callejera, en todos los sentidos. Era un hombre de carácter fuerte y temperamento creativo. 
En la faz laboral, trabajó en los talleres locales del ferrocarril y más tarde en las oficinas generales, hoy ocupadas por una franja de estudios de la Unnoba. Fue dirigente gremial en épocas difíciles, de dictaduras, donde hizo valer su férrea personalidad para defender de injusticias a compañeros con problemas, sin importarle los riesgos personales, que no eran pocos.
En las distintas charlas con quien esto escribe, solíamos recordar a los amigos y a los personajes conocidos que poco a poco nos iban dejando. El Vasco aludía bastante seguido con picardía a la muerte, la estudiaba, la aceptaba, pero advertía que no tenía “ningún apuro por hacer las maletas”. Al final, los dos coincidíamos mucho en que se nos hacía raro sentirnos de otra generación, aunque en el fondo creíamos estar en el “momento”, no antes ni después: “ahora”.
Como el recordado Taliche Lombardi, Echarri fue un caminador constante y empedernido de Roque Sáenz Peña, con su geografía tan particular. Era normal verlo transitar por esa calle tan entrañable para los juninenses, aún en los últimos tiempos en los cuales tenía problemas de motricidad. Así y todo se las ingeniaba para llegar, encontrar amigos y conversar sobre temas diversos, repartiendo consejos a los más jóvenes, como un tipo verdaderamente comprometido con la sencillez y el buen gusto.

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