None
CUENTOS VERDES: ENTRE LA FICCIÓN Y LA REALIDAD, RELATOS DE LA MITOLOGÍA SARMIENTISTA

El abuelo y los preguntones

A lo último las actitudes del abuelo se habían tornado preocupantes. Confundía el horario en que tenía que tomar las pastillas, tomaba píldoras de más y otras veces se olvidaba de hacerlo por completo. La abuela andaba detrás controlando el cumplimiento de las prescripciones y renegando muy enojada con nosotros, porque, decía, que tomábamos al abuelo para el “churrete”. 
Reconozco que, a pesar de la gravedad del caso, con mi hermano habíamos reforzado la habitual práctica de poner a prueba la infalible memoria del abuelo, que como rasgo distintivo se daba solamente con estadísticas y cuestiones ligadas al club de sus amores. 
Con toda seguridad este inocente entretenimiento, teniendo en cuenta, la situación por la que atravesaba no era para nada conveniente. Pero claro éramos niños y la memoria que tenía el abuelo para las campañas de Sarmiento era singular y asombrosa. 
Preguntarle resultados de partidos intrascendentes, formación de equipos mediocres, fechas de épicos triunfos y remotas derrotas, nombres de autores de goles, ascensos, descensos y otras cuestiones estadísticas eran para nosotros una diversión extraordinaria, que se convertía en jolgorio y exagerados festejos ante la precisión de las respuestas. 
Al principio esa exactitud nos hacía pensar que el abuelo nos metía el perro. Acudíamos entonces a consultarlo a nuestro padre, hincha del Verde también, que algo sabía. Una gran cantidad de veces comprobábamos que las contestaciones del abuelo eran correctas en otras, la mayoría, no podíamos tener la certeza del acierto porque mi padre no sabía las respuestas. Otras veces buscábamos los datos de algunos diarios y revistas de distintas épocas que él tenía en el galponcito del fondo. 
En esta práctica de corroborar la veracidad de las respuestas, se nos ocurrió consultar a Canaparo, un vecino periodista que sabía un montón y que siempre pasaba por la vereda de casa. 
“Abuelo cómo salió Sarmiento de local con All Boys en el 60” y el abuelo respondía: “ganamos 2 a 1”. Por la tarde, cuando Canaparo iba para el diario, le preguntábamos. A veces nos daba la respuesta inmediatamente y comprobamos la certeza del abuelo. En otras ocasiones nos decía “no esa no me la acuerdo, pero mañana se las digo”. Y al otro día con su respuesta comprobamos otra vez la inefabilidad del memorioso. 
Al poco tiempo nos empezó a dar un poco de vergüenza, más aún cuando un día nos pareció que el periodista ya cansado de tanto cargoseo, trataba de evitarnos cruzando de vereda. Entonces, algo avergonzados decidimos dejar de molestarlo.

Un día se hizo la luz. No sabemos si papá por ser hincha del club o por que observó nuestro interés por el tema sarmientil, o porque ya lo teníamos cansado con tantas preguntas, trajo a casa la “Historia de Sarmiento” de los ilustres Roberto Dimarco e ítalo Marone en dos hermosos tomos. Ese día fue una fiesta. Allí al alcance de la mano teníamos todas las estadísticas que el abuelo, quién sabe por qué razón de la naturaleza las tenía en su cabeza.
A partir de ese día ya no tuvimos dudas de la infalibilidad del abuelo.
“Abuelo cómo formó Sarmiento cuándo debutó en Primera B”, “Quién fue goleador en la campaña del 60”, “Con quiénes jugó el Verde las finales en el 63”, “En qué año descendimos” “Con quién debutamos en la Primera C”, y el abuelo respondía certero. “En la C debutamos como locales con J.J. de Urquiza equipo casi desconocido para nosotros. No fue un buen comienzo, empatamos 3 a 3. En ese partido lo conocí al “Loco” Gargarelli, mirábamos el partido detrás del alambre, él estaba tomando un vino y yo estrenaba una camperita Lee de corderoy blanca y en el abrazo de uno de los goles el tinto nos bautizó en una categoría que tuvimos que sufrir por años”.
Y así hasta que se enfermó.
De qué... mejor, de qué no. Primero que la presión, después que la tiroides, enseguida que la próstata, que la columna... Pero dentro de todo, como decía la abuela: “tiraba”. 
Hasta que comenzó a confundir las pastillas. Ahí fue cuando, dentro de la gravedad de la situación, nos causaba gracia el contraste: despiste total con los horarios de la medicación y certeza absoluta en las respuestas sobre cuestiones del Verde. 
Una mañana después del “cole” pasamos con mi hermano por su casa. La abuela estaba contenta. El día anterior el abuelo había tomado sus pastillas de las 8, las de las 10 y tenía sobre la mesa las del mediodía. Con mi hermano nos alegramos. Pero enseguida, con cierta duda nos miramos y le preguntamos cuál fue el partido donde metimos la mayor goleada. Pareció buscar algo muy dentro suyo que no encontró. Entonces nos miró, sonrió y sin responder nada se limitó a hundir la cuchara en el plato de sopa. 
Al otro día la abuela llamó asustada que fueran pronto, que el abuelo había desmejorado y estaba más perdido que de costumbre. Cuando llegamos el doctor Eguren estaba en la habitación. Al rato salió con rostro serio. Enseguida conversó en voz muy baja con mis padres y la abuela que lloraba. Algo, que nosotros intuíamos no era bueno, se presagiaba en el ambiente. 
Fue entonces que escuché desde la habitación la voz del abuelo: “Pablito..., Pablito...” 
Me acerqué, y me senté al borde de la cama. Entonces me miró con serenidad, después me tomó la mano con fuerza y dijo: “la mayor goleada fue 9 a 0 y se la hicimos de locales a Barracas Central en 1977”.
Sentí entonces que su mano se aflojaba. Lo miré y vi en su rostro calmo una hermosa sonrisa que jamás voy a olvidar. 
En ese preciso instante tuve dos certezas. 
Supe que dejaba definitivamente mi niñez y que el abuelo se iba al cielo a festejar eternamente ese ascenso que para nosotros siempre está por llegar. 

(*) Profesor en Letras e Historia y periodista. Se desempeñó como Jefe de Redacción en el Diario de la República de San Luis y como periodista en Semanario y La Verdad de Junín. En San Luis fue profesor en la Universidad Católica de Cuyo, el Nacional Juan Pascual Pringles y la Escuela Secundaria de El Trapiche. En Junín, fue director de la Escuela Secundaria N°19 y profesor en varias escuelas de nivel medio.

COMENTARIOS