None
José Luis Ortega dialogó con Democracia.
MÁS ALLÁ DEL FÚTBOL, ES UN FANÁTICO DEL ATLETISMO Y CICLISMO

José Luis Ortega, un juninense dedicado al deporte en Argentina, Italia y España

A los 14 años, por casualidad, comenzó a atajar en el Club Defensa de Junín, donde debutó en la primera. Tras su paso por otros cuadros como Sarmiento, Douglas Haig, Guaraní y Cerro Porteño, emigró hacia Europa donde emprendió una carrera como director técnico.

Desde muy temprana edad, la vida de José Luis Ortega se vio ligada al deporte. Comenzó a jugar al fútbol en las inferiores del Club Defensa, casi de casualidad, cuando en un partido de barrio faltaba un arquero, puesto que se adjudicó y lo vieron desde la entidad deportiva.
“El fútbol nunca me atrajo tanto, pero sí el ciclismo y el atletismo”, explicó en una entrevista con Democracia. Tras años de jugar en la primera de distintos equipos argentinos y de Paraguay, y luego de haber participado en un pentlatón en Mendoza, en 1983, el juninense decidió emigrar hacia Italia escapando de la crisis económica que por aquel entonces afectaba a nuestro país.

-¿Cómo se inició en el fútbol?
-Tenía 14 años y no sabía pegarle a la pelota. Un día salí para ver una carrera de bici y me crucé con los chicos, entre ellos Carlos Garbe, en una esquina del barrio Las Morochas con la pelota bajo el brazo y me invitaron a participar del equipo para hacer un barrio contra barrio, ya que les faltaba el arquero.
Terminó el partido y un señor, el Moro Ale, delegado del CADA, se me acercó para preguntarme dónde jugaba, cómo me llamaba y fue a hablar con mi papá. Ahí más o menos comenzó mi historia en el mundo del fútbol. 
Debuté en la primera en la cancha de BAP a los 15 años y ese partido lo ganamos 2 a 1. No me lo olvido más. Al año siguiente, el señor Ceballos me llevó a Sarmiento para jugar en quinta división donde estaba como DT Hebert Pérez: salimos campeones.
Luego, pasé a jugar a Villa Belgrano por dos años. En el año 70,  me convocó Héctor Mosca para la Selección de Junín mayor, en la que fui arquero titular e inauguramos las luces de la cancha de Moreno. 

-¿Cómo fue la etapa entre Paraguay y Douglas Haig?
-Un año más tarde, por intermedio de Juan Berro, viajé a Asunción del Paraguay donde jugué en Guaraní con Mariano Etcheto y luego pasamos a Cerro Porteño. Cuando regresé a Argentina, me fui a vivir a Buenos Aires, donde me lesioné la mano izquierda entrenando en Deportivo Morón. 
Cuando me repuse, comencé a jugar en San Miguel que estaba en la C. Luego, me surgió la posibilidad de jugar en aquellos torneos regionales en los clubes del interior, como en San Martín de Roberts. En Alsina de Viamonte jugamos la final con River, atajé algunos penales y salimos campeones.
En un receso de verano, junto a otros juninenses, participé de una gira futbolística por La Pampa y Córdoba con los veteranos de Boca Juniors. Entre el 81 (fuimos campeones) y 82 estuve en Douglas Haig de Pergamino, donde estaba Juan Echecopar que salió campeón del mundo con Estudiantes. En ese tiempo me volví a lesionar la mano izquierda y dije basta, ya estaba un poco grande.

-Ciclismo, atletismo y pentatlón
-Participé de maratones, como en la Carrera de la Amistad. En el 83, siendo presidente de la Peña de Veteranos Pedro Ramírez, les propuse a los muchachos organizar una competencia de ciclismo en la avenida San Martín y finamente lo logramos, con el nombre de Circuito al Jardín.
Durante esa época, tras mirar en la televisión el pentatlón de San Rafael (Mendoza), me puse en contacto con unos amigos y les dije que teníamos que ir a correr ahí y armé el equipo. En febrero del año siguiente salimos para allá y salimos octavos entre 43.

-¿Cómo fue su paso por Europa?
-Estábamos con Alfonsín y había hiperinflación. En ese viaje a Mendoza,  de la noche a la mañana, la nafta se fue al doble y se armó un desastre. Le dije a mi señora: “Volvemos a Junín y nos vamos a Italia”. 
Cuando llegué al Viejo Continente, con mi hija y esposa, me instalé en la ciudad de Arezzo de 150 mil habitantes, en la región Toscana. Por pura casualidad, a 15 días de haber llegado, hubo un punto de giro en mi vida. Los italianos al principio te miran un poco de lejos, pero cuando te abren los brazos, son amigos en serio.
Un día, sentado en el café Undici, el mozo me preguntó: ’Y de qué trabaja usted’. Y le respondí que jugué al fútbol muchos años y trabajé de técnico en Argentina. Me comentó que había un argentino jugador de fútbol y que era habitué del bar. Era la época de Maradona en el Nápoles, imaginate, éramos furor.
“Ahí viene Don Antonio”, exclamó el mozo unos días después y me lo presentó. “Yo jugué en la Selección nacional con Corbata, Maschio”, me comentó. Le pregunté quién era, a lo que me respondió: Antonio Valentín Angelillo. Casi me desmayo.

-¿Cómo surgió dirigir en clubes italianos?
-Yo le conté mi situación a Angelillo y me presentó a Mauro Valente, dueño del Club Arezzo, quien me propuso armar y dirigir el equipo. Hicimos una linda campaña y nos salvamos del descenso, ya que el conjunto venía mal.
Giorgio Antonielli, un gran amigo que tuve allá, junto a su mujer, fue quien me brindó todo su círculo social y le consiguió el colegio a mi hija, una maravilla. Nos brindaron toda clase de atenciones en todo ese tiempo en esa localidad. Fue una cosa maravillosa.
Después de unos vaivenes que obliga hacer la Federación Italiana de Fútbol, además, cumplí con los exámenes y me dieron la habilitación, el “cartellino”, de director técnico. Dirigí el Fratta y Spoiano, y finalmente me quedé en el Sansovino.

-Amistad con Fabrizio Meoni
-En Sansovino conocí a un señor, de pura casualidad. Un día me puse a mirar en una vidriera una campera de moto, entré y me atendió una chica, que me preguntó si era español. “Ah, argentino, mi marido estuvo en Argentina compitiendo en moto”, me exclamó. 
A todo esto, lo llamó a Fabrizio quien me dijo que había estado corriendo en la carrera desde Lima a Río de Janeiro y que había salido segundo. Ahí lo empecé a mirar de otra manera. ‘Recién llego de correr el Rally de Los Faraones’ continuó diciendo y me sorprendió cuando me dijo que me conocía por la televisión. “Vos sos el técnico de mi escuadra”, me señaló. 
Se trataba de Fabrizio Meoni. A este punto, me invitó a pasar a su taller donde estaba preparando una de sus motos Honda para el París Dakar, competencia que ganó en cuatro oportunidades. La última vez que lo vi fue en la etapa Marsella – Valencia en 2003. Trabamos una linda amistad y en 2005 murió corriendo en Mauritania. 

-España y la vuelta a Junín
-Tras organizar un pentlatón en la Laguna de Gómez en Junín, a mediados del 2000 me fui a vivir a Valencia, de pura casualidad, ya que en Italia estaba como intermediario en una empresa de jugadores de fútbol y luego me trasladé a España, donde, además, conocí y entablé una amistad con Mario Kempes.  
Al haber andado tanto en los clubes, un conocido, Giuseppe Mallorca, me enviaba a mirar jugadores y hacer las fichas técnicas. Y llevé un par de deportistas desde Junín. Después trabajé en South Player, con Alberto Cesar Gómez.
A través del tiempo surgió la posibilidad de dirigir algún equipo en España, como por ejemplo a una filial del Valencia y un equipo de juvenil. Al poco tiempo, pegué la vuelta a Junín, pero no definitivamente.

COMENTARIOS