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CUENTOS VERDES: ENTRE LA FICCIÓN Y LA REALIDAD, RELATOS DE LA MITOLOGÍA SARMIENTISTA

Don Borges era de Sarmiento

En realidad, no recuerdo bien si fue en Carlos Casares o en Carlos Tejedor, por aquel entonces yo era joven y recorría la provincia de Buenos Aires vendiendo artículos de almacén.

Una mañana sofocante recalé en una típica fonda de pueblo. Como era temprano para almorzar encaré el mostrador y pedí un Cinzano. 
A mi lado, un hombre de mediana edad me miró curioso con sus ojos achinados y me saludó cortésmente. 
Observé el vaso “martona” vacío e invité: “¿qué toma amigo?” El hombre pareció avivarse, “gracias por lo de amigo y gracias por el convite. Que sea un Gancia”, precisó.

El invitado dijo llamarse Prudencio Garrido, era conversador y la charla se tornó interesante.
“¿Y usted amigo?”, preguntó. Ramiro Albornoz de Junín, para servirlo”, me presenté. 

“Mire -dijo pausado- si usted acepta compartir la mesa para el almuerzo yo le puedo contar una historia sobre algo que ocurrió hace unos años allá por el Junín, aunque yo-aclaró- nunca pisé esos pagos”.

Ahora el que aceptó el convite fui yo y nos sentamos en una mesita del rincón.

Entonces Garrido que, había sido agraciado con la virtud de la verba comenzó su relato que, por respeto y admiración, dejé que lo hiciera de un solo tirón sin interrumpirlo:

“Una noche de bailongo compartíamos unos vinos con algunos paisanos. La charla se había puesto linda y los temas variaban desde payadas, compadritos y poetas, hasta política y fútbol. Se había puesto tan buena que a eso de las tres de la mañana ya había como veinte alrededor de la mesa. La conversa tenía picos y caídas. En un momento después que hablamos de don Domingo Faustino Sarmiento y su visión de los gauchos y de don Jorge Luis Borges y el fútbol se hizo un silencio que fue aprovechado para atacar la bebida, hasta que un hombre con aspecto de pueblero y que parecía muy letrado casi en un murmullo aseveró: ‘Borges era de Sarmiento de Junín’”.

Me pareció irreverente, pero me vi en la necesidad de interrumpirlo, era la primera vez que lo hacía, pero su afirmación lo ameritaba: “¿Cómo? ¿Borges hincha de Sarmiento? Discúlpeme amigo, no es que quiera faltarle el respeto, pero eso es un disparate”, dije.
Garrido me miró a través de la curvatura turbia del vaso mientras bebía. Lo apoyó en la mesa, observándome fijo, y continúo: “Así es. Y fíjese que, a este hombre, paisano suyo, cuando escuchó tal afirmación le produjo la misma sorpresa que a usted ahora y se juró investigar el tema. 
“Cuenta que lo primero que hizo fue ir a ver a un hombre muy avezado en la historia de Junín, un tal Dimarco y que este le aseguró que jamás había escuchado tal cosa, pero le tiró dos datos. Uno que el escritor tenía algunas obras en cuento y poesía que hacían referencia a Junín, fundamentalmente porque su abuelo, el coronel Borges había estado por allí. 
“El otro dato era que por los años 70 el escritor había estado en esa ciudad para brindar una conferencia.

“Después del historiador, nuestro hombre, dio con un poeta y escritor local, un tal Leiva que había estado con Borges en Junín. Esta persona era un hombre de letras muy respetado por sus conocimientos y la gracia de sus versos y prosa, así que fue a verlo a su casa.
“La primera vez lo atendió el ama de llaves. Le dijo que no estaba pero que lo iba a poner al tanto al señor. En la segunda oportunidad la mujer le dijo que el hombre lo esperaba esa misma noche en el boliche de Santana.
“Cuando llegó ya era algo tarde, dos o tres mesas ocupadas y apoyado en el mostrador un hombre de mediana edad, cabello negro, alto de saco cortón a rayas, pañuelo y funyi gris, pantalón bombilla y botines negros. Era Leiva.
“Amable el hombre le convidó una ginebra y contó que cuando Borges anduvo por Junín le pidió que lo llevara a la calle que lleva el nombre de su abuelo, el coronel Borges y, como ya no veía, le pidió que se la describiera.
“Como buen escritor la descripción de Leiva dejó satisfecho a Borges, quien aceptó el convite de ir a un boliche con otros amigos mientras se hacía la hora de la conferencia.
“Dicen que entre otros temas se mezcló la historia, la literatura y el fútbol. En ese torbellino de palabras y ginebras alguien habló de Sarmiento de Junín. En ese preciso instante dicen que Borges afirmó: ‘Mire Sarmiento fue uno de los más grandes hombres de nuestra historia y literatura y si hay un club que lleva su nombre yo necesariamente tengo que simpatizar con él’.
“Tras esta revelación Leiva dejó unas monedas sobre el mostrador ‘acá está lo del amigo también, yo invito’”.

Garrido sorbió otro trago y siguió: “Nuestro hombre quería saber más, pero Leiva se disculpó porque, dijo, debía retirarse para atender un compromiso.
“Habló algo de un entrevero. Que no era ni en Palermo ni en Balvanera, sino por el matadero. Nombró, creo a un tal Chiclana y enseguida a un tal Muraña. Después mencionó un cuchillo.
Volvió a disculparse por irse, pero debía atender un asunto y la hora de la cita se acercaba. 
“Se acomodó el funyi, después ajustó el pañuelo y me saludó con una mano firme y fuerte. Me miró fijamente y dijo: “admiro a Borges y como él, también soy hincha del Verde, aunque esta noche me salve o me lleve el rojo, por esas cosas de la vida, vio”.
“Se dio vuelta y caminó lentamente hacia la puerta, bajó la cabeza y se tocó el funyi a modo de saludo. Después su figura se recortó en la puerta y enseguida se perdió en el telón negro de la noche buscando su destino.
“No sé si fueron las copas, pero al regresar por Pastor Bauman, el sonido de un furioso entrechocar de metales ganó el silencio de la oscura calle y las respiraciones agitadas y los entrecortados juramentos me hicieron percibir la cercanía de un luctuoso desenlace”.

El relato de mi compañero de almuerzo llegaba a su fin. Yo tenía que seguir viaje con mis muestrarios y listas de precios. Pagué al mozo y, cuando me retiraba, Garrido levantando la copa, desde el rincón oscuro de la fonda me gritó: “¡vio amigo que al final don Borges también era de Sarmiento!”


(*) Profesor en Letras e Historia y periodista. Se desempeñó como Jefe de Redacción en el Diario de la República de San Luis y como periodista en Semanario y La Verdad de Junín. En San Luis fue profesor en la Universidad Católica de Cuyo, el Nacional Juan Pascual Pringles y la Escuela Secundaria de El Trapiche. En Junín, fue director de la Escuela Secundaria N°19 y profesor en varias escuelas de nivel medio.

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