None
Integrantes de la comisión directiva de la Liga Cooperativa de fútbol.
LICOOF

Crearon una liga cooperativa de balompié en Chile

Los ojos de los y las representantes de la Liga Cooperativa de Fútbol (Licoof), parecen brillar cuando hablan de esta organización que es la primera en su tipo en el país. Brillan por la ilusión que les despierta el proyecto, porque saben mejor que nadie lo que significa sacar adelante una idea de esta envergadura y connotación. 
Las cooperativas tienen, querámoslo o no, un componente ideológico, que se une por lo demás a un cierto rechazo de la opinión popular ante la mezcla del deporte y política. Es, quizá, un espacio que permite redefinir lo que entendemos por hacer política, sacando el significado de lo partidista, que está tan desprestigiado, y reemplazándolo en el hacer colectivo. 
Es difícil separar la política de la vida, pues la entendemos como el preocuparse del espacio propio, del entorno. Por lo tanto, el hacer política y el hacer coopoerativismo es eso, generar un espacio de encuentro donde el encuentro, lo que queremos, está definido por el aunar voluntades y buscar el bien común.
No ha sido un camino fácil. Llevan dos años trabajando en el proyecto y las complicaciones han sido muchas, desde el estudio de qué tipo de organización querían, hasta la elección de ser una cooperativa de servicios. 
Además de ser ideológicamente afín a lo que buscaban, era lo más conveniente. No han estado exentos de trabas institucionales: no existe ningún tipo de ayuda y soporte para la constitución de este tipo de organizaciones. Por esto, el establecimiento de la sociedad tomó cerca de ocho meses. 
También estuvieron presentes las complicaciones para definir un lugar donde jugar, pues al no estar asociados a una productora -quienes normalmente llevan las ligas de fútbol- ni tener una gran chequera detrás, los complejos tendían a desconfiar o incluso cerrarles las puertas. 
Es así como llegaron al complejo Caden, ubicado en la comuna de Pudahuel (Chile), que cuenta con tres canchas de medidas oficiales, una de fútbol 9, camarines, estacionamientos y todo lo necesario para llevar a cabo un evento de esta envergadura. Los administradores del complejo vieron en Licoof un proyecto serio y con proyección. Tanto así que, dice Sebastián ‘Cuti’ Parada, secretario de la liga, “está la posibilidad de generar un crecimiento a otro complejo ubicado al frente, pero pusimos este límite porque queremos crecer de a poco”.
Saben que las trabas que han ido surgiendo podrían haberse resuelto con más ayuda. No obstante, este punto, para Cuti y también para el presidente de Licoof, Eduardo Parterrieu, es al mismo tiempo una oportunidad: “la gracia del cooperativismo es que también nos permite no solo cooperativizar los recursos, sino que también los saberes”. 
El hacer comunitario. Que todos aporten en el crecimiento personal y grupal desde sus intereses y saberes propios. Y esto, evidentemente, no debe quedarse anclado al interior de la cooperativa, sino que salir de ella y permitir la existencia de otras. No solo en el fútbol, aclara Eduardo; piensan en cooperativas de vivienda, de salud, de educación, “de hacer colegios cooperativistas donde se junte la gente y decida realmente cómo quiere que sea su escuela pública y su territorio”. 
Los intereses y necesidades de sus integrantes han moldeado su espacio actual de varias maneras. Por ejemplo, la imagen que quieren proyectar, que también ha sido sometida al escrutinio de los y las involucradas. El logo, por ejemplo, consistía en un principio de dos hombres disputando un balón, pero al incorporarse la liga femenina, ellas notaron que éste no era representativo, por lo que se cambió por un hombre y una mujer. 
El cambio de prácticas también se puede ver en el plan de reciclaje que se implementará tras ser propuesto por un integrante muy interesado en la conservación del medioambiente, o en la resolución de un problema de sombras en una tarde calurosa de domingo utilizando algunas mallas plásticas y vigas, más la ayuda de todos los participantes.
Es este último punto uno de los que genera mayor división a la hora de ingresar a Licoof. Muchos la llaman “la liga del esfuerzo”, pues las obras las llevan a cabo sus mismos miembros. 
No obstante, para los organizadores esta liga del esfuerzo ha dado espacio a algo mucho mejor: a un punto de encuentro comunitario alrededor del fútbol, a otra forma de organizarse y de realmente construir sus territorios, sus espacios comunes. Les resulta extraño que haya personas interesadas en ver las ligas de fútbol amateur como un servicio más, como algo a lo que los equipos asisten solo para jugar y obvian -o se niegan a ver- la potencialidad que tienen los recursos invertidos. 
Edu y Cuti dejan en claro que no demonizan a las ligas organizadas por productoras. “De hecho, nos facilitó a nosotros jugar por muchos años”, menciona Cuti. Muchas veces, no existe otra posibilidad para gente fuera de los clubes de barrio, o del mundo ANFA, para jugar fútbol 11, pero lo que ellos ven ahora es el potencial de los recursos. Un potencial transformador que muchos otros equipos también están teniendo en cuenta. 

Fútbol, la lucha contra el patriarcado
Quienes organizan esta liga saben que están llevando a cabo un proyecto más grande que una liga de fútbol. Es un espacio de generación de política desde otra forma. Es un lugar donde los equipos pueden encontrarse alrededor del cooperativismo, con la responsabilidad social e histórica que este modelo de organización tiene en Chile. 
Somos un país donde los procesos llevados a cabo en la dictadura erradicaron gran parte de las construcciones sociales para reemplazarlas por lógicas individualistas, en que lo más importante es cubrir mis necesidades individuales, muchas veces a costa del resto. En este sentido, construir entre todos nuestro espacio es disruptivo, y esa disrupción debe ser necesariamente igualitaria.
El fútbol, en general, no discrimina por clase, pero sí por género. Fue desde sus comienzos, a mediados del siglo XIX, un espacio masculinizante. Licoof se inició como un proyecto de hombres que poco a poco comenzó a incorporar mujeres gracias a la motivación de Elisa Gil, tesorera de la liga, de involucrarse en las reuniones para sacar adelante el proyecto de liga cooperativa de fútbol femenino. 
Y lograr así que esta liga fuera un espacio de cooperación. En este tipo de ligas, la mujer siempre ha estado relegada en un segundo plano, muchas veces al exterior de la cancha como acompañante o, si es que existía la posibilidad de jugar, era en canchas de pasto sintético, transformando la experiencia a una totalmente diferente a la masculina que es usualmente sobre pasto. Este aspecto que quizá puede parecer como algo más propio del fútbol, se relaciona con la idea de que para que ellas fueran partícipes, no podían quedar relegadas a las canchas del patio de atrás, sino que hacerlo como pares, o, como dice Elisa, “echando a andar la pelota en paralelo a ellos”. 
Y, acota Michelle Ferruz, dirigenta de uno de los clubes participantes de la liga femenina, “creemos que va a ser una tremenda contribución a que siga creciendo el fútbol femenino porque abre otro espacio con más calidad, que genera más comunidad para las mujeres que juegan fútbol”. 
Al hacer andar la liga, ellas se dieron cuenta de que había muchos aspectos que no eran considerados dentro de la orgánica masculina. Por ejemplo, la necesidad de ser arbitradas por mujeres para que el partido se desarrollara de la manera adecuada, evitando así la condescendencia de los árbitros hombres en el fútbol femenino. A estas situaciones los dirigentes hombres no le habían puesto atención porque “bueno, son hombres”, afirma Elisa. 
Es así como a petición de ellas, se realiza la separación de la gestión de las ligas femenina y masculina. La importancia de esto estaba -según Elisa- en que “en el fondo, la idea era que la manera en que queremos jugar las mujeres la determináramos las mujeres”.
En lo que sí están de acuerdo es que están dentro de un proyecto especial. En un proyecto donde se está volviendo a crear incluso sin crear nada nuevo. Porque el retomar estas prácticas es disruptor. Es reapropiar y reactivar prácticas que habían sido dejadas de lado por motivos muchas veces ideológicos. 
Visto desde ese punto de vista, desde el combate al excesivo individualismo, es incluso un espacio de resistencia, y que no tiene límites. Cuando piensan hasta dónde puede llegar, piensan en ampliaciones de canchas, en estadios cooperativos, en que sus hijos e hijas puedan jugar en la misma liga que están sacando adelante sin distinción de género. En congregar familias alrededor del fútbol, de otras formas de educar y de hacer política. Congregar alrededor del compartir. 
“Claro, es una cuestión que se piensa de aquí a 30 años, y hay gente que al escucharte te mira con cara de estar loco, pero yo creo que es posible y que en verdad los locos son ellos, los que no creen y los que les cuesta finalmente dar el paso al cooperativismo, porque tiene un potencial enorme a largo plazo”, dice Eduardo, pausando un poco su voz y tomándose algo de tiempo para continuar: “No solo para nosotros, sino que para el resto, por eso queremos compartir lo que estamos haciendo”.
La liga se llevará a cabo en el complejo deportivo Caden, ubicado en la comuna chilena de Pudahuel. 
Cuenta con camarines, estacionamentos y canchas de fútbol 11 y 7. Las ligas masculinas junior y senior se jugarán en modalidad fútbol 11, mientras que la liga femenina lo hará en modalidad fútbol 7. Actualmente se están llevando a cabo jornadas de amistosos para preparar a los equipos participantes para el debut: 9 de marzo para las ligas masculinas y la primera semana de abril para la liga femenina.

COMENTARIOS