Cada tanto, al modo del padrenuestro de la grey católica, no está de más reponer tantas veces sea necesario que en el universo del fútbol profesional no abundan los románticos, ni los filántropos ni los despojados: que el pescado grande de las devociones se despacha en el mostrador donde se exhiben los triunfos y las derrotas.
Los proyectos a largo plazo, la identidad, los principios, la coherencia, la esencia, la gratitud, no son más que moneda de cambio y, para peor, moneda devaluada, mero oropel, baratija.
Sin embargo, por alguna razón, acaso ligada a la misteriosa necesidad de andar por la vida detrás de la zanahoria más sabrosa, los titiriteros del fútbol mienten de forma descarada y los hinchas eligen creer en las mentiras, o simular crearlas, o las sostienen en la medida que no contrarían el plato del día.
Y el plato del día, el confort a la carta, pasa por lo venturosa o no que sea la marcha del equipo.
Todo lo demás es cosa por verse, frutilla sin postre o vulgar cotillón.
Los titiriteros del fútbol mienten de forma descarada y los hinchas eligen creer en las mentiras, o simular crearlas, o las sostienen en la medida que no contrarían el plato del día.
Que lo digan, si no, Edgardo Bauza y Pedro Troglio, que hace menos de tres meses eran los entrenadores que jugaban la final de la Copa Argentina y acaban de ser despedidos sin miramientos. (Ambos, conste, portadores de esa pomposa etiqueta que da en llamarse “ídolo”).
Tal vez ídolo no, pero en todo caso de una pertenencia más o menos igual de profunda que la de Bauza con Rosario Central y Troglio con Gimnasia, también Leandro Benítez en Estudiantes, el Chino Benítez, en su momento llamado de urgencia en clave de bombero voluntario y hoy renunciante sin que nadie moviera un dedo para que piense mejor su decisión.
El caso de Benítez no deja de poner al desnudo las descarados oscilaciones de los hinchas: buena parte de los de Estudiantes que ayer reclamaron su confirmación en el cargo, por ser “del riñón del club”, hoy se hacen los desentendidos, miran para otro lado o, peor, fustigan al hijo de la casa con idéntico rigor al sufrido no hace tanto por extrapartidarios como Lucas Bernadi y Gustavo Matosas.
¿Más? Hace un par de meses Jorge Almirón era el DT anhelado por más de cuatro seguidores de San Lorenzo, pero conforme avanzó el ciclo de Almirón y las victorias se hicieron y se hacen esperar, los seguidores han devenido menos seguidores y hasta quienes lo contrataron ya lo miran de reojo.
Y algo similar, aunque en menor medida, podría registrarse en el vínculo de Ariel Holan e Independiente.
El fútbol es maravilloso, cómo no, pero sus maravillas no cancelan las miserias que atañen y asedian a todo lo humano.
Y entre las miserias, también en el fútbol, destacan las verdades a medias, las falacias, las hipocresías, los mitos, las leyendas descascaradas.
Aunque también, nobleza obliga, saben levantarse voces de desnuda y gratificante sinceridad.
“El paladar negro de Huracán murió cuando nos fuimos cuatro veces al descenso”, afirma, con sonrisa pícara, un hincha del Globo. Y otro, de River, elogia la vertiente astuta del Muñeco Gallardo: “Cuando dice que le gusta el fútbol lindo es para la gilada: él sabe que mientras sigamos ganando copas, todo el mundo contento”.
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