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Bruno Zuculini (River) y Ramón Abila (Boca), dos casos polémicos de la Copa Libertadores.
ENFOQUE

Si el escritorio le gana al fútbol algo anda mal

Sobre la nueva costumbre de definir cuestiones en una oficina y no en un campo de juego.

El hincha de fútbol añora volver a discutir de fútbol en el bar o la oficina. Comentar jugadas, criticar errores, machacar sobre lo que vio desde la tribuna o a través de la TV. Todas situaciones absolutamente superadas por una realidad tan lamentable como vigente: “El fútbol de escritorio” que en el caso de la Conmebol, y de las competencias que cuentan con su responsabilidad ya son moneda corriente.
El desorden está sobrepasando todos los límites a punto tal que de un tiempo a esta parte el mejor ataque puede surgir de un error administrativo y el defensor más seguro suele ser el abogado del club. Al menos en los torneos continentales afectados por esta lamentable costumbre de definir cuestiones en una oficina y no en un campo de juego.
La edición actual de la Copa Libertadores seguramente pasará a la historia por ser una permanente caja de sorpresas, con arbitrariedades y sin el respaldo organizativo que merece cada uno de los participantes. Los ejemplos sobran: Calos Sánchez (Santos de Brasil), Bruno Zuculini (River), Ramón Abila (Boca), Dedé (Cruzeiro), fueron casos emblemáticos que pasaron a engrosar un capítulo de la historia futbolera plagado de idas y vueltas.

Frente a toda la tecnología que se sigue sumando para el mejor desarrollo de la actividad futbolística, de este lado del mundo han primado la impericia y falta de resolución. A tanto han llegado las dudas y sospechas que en algunos casos se han guardado jugadores “por las dudas” o porque “a lo mejor están suspendidos”.
Una ridícula decisión de achicar los castigos a los jugadores penados por el Tribunal Disciplinario para “celebrar” un aniversario de la Conmebol no hizo más que sumar más confusión y menos certeza. Los escritorios no dieron abasto, tuvieron más participación que los propios equipos y hubo más de una vez que la decisión burocrática sobre el resultado de un partido generó más expectativa que el propio encuentro.
Hubo alguien que recordaba al viejo almacén de barrio en el que las deudas se anotaban en libretas y con lápiz poniendo en paralelo esa situación con la que se palpó en la Conmebol cuando debió confirmar o desterrar la suspensión de algún futbolista. Frente a este cuadro pedirle raciocinio a los hinchas cuando los dirigentes no aciertan con la forma de tener los registros al día parecen demasiado según otra consideración valedera.
Tanta fragilidad le deja siempre espacio a los “vivos” que procuran sacar ventajas de las fragilidades dirigenciales. El fútbol a esta altura de las circunstancias no puede permitirse lo que se vivió ni más ni menos que en la Copa Libertadores el torneo que todos los clubes quieren ganar, pero en la cancha.

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