Enrique “Fiaca” Pelli falleció a los 80 años.
BELLA PERSONA

El adiós a Enrique Pelli

Irremediablemente, la muerte nos llega a todos, tarde o temprano, pero hay muertes que son dolorosas, inesperadas, que te dejan aturdido, sin respuesta, sin reacción. Y esa fue la muerte de Enrique Pelli, ex futbolista, ex bochófilo, pero en especial, un ser de otra galaxia por su bondad, su transparencia y su honestidad a rajatabla, un compañero con todas las letras de quien esto escribe, que nos dejó el viernes último con 80 años muy bien vividos, aunque todavía con mucho por delante.
El milagro de su vida fue que pasó por ella de puntillas. Con la mirada franca y cristalina entre los suyos y los pies apoyados sobre la tierra, se hizo querer casi con unanimidad. Nunca habló mal, nunca guardó ningún rencor, ninguna pendencia, ninguna envidia hacia nadie. 
Siempre tenía una palabra amable para los suyos, un cierto rasgo hasta de inocencia latente, y una justificación para sus adversarios deportivos. Fue, por encima de todo, un soñador feliz y un hombre agradecido a la vida.Por todo eso murió recordado a ultranza, como los poetas, como los deportistas, como los caballeros andantes, con los que, al parecer, hizo su camino compartiendo quimeras, virtudes y adversidades.
Tenía códigos y el sí fácil, prendiéndose en todas. Era amiguero, se preocupaba por el prójimo. Tenía devoción por sus hermanos, en especial por “La Coca”, fallecida meses atrás. Y un amor intenso, que iba y venía a raudales, por su hija Gabriela y su nieta Milagros. Sentía que al lado de ellos, con ellos, la vida se profundizaba en alegrías.
“El Fiaca”, como todos lo conocían con cariño, pertenecía a una noble familia ferroviaria de brillantes futboleros, surgidos de la cantera inolvidable del Club B.A.P. Su hermano Ernesto, el recordado “Coco”, fue el notable goleador de Sarmiento y uno de los jugadores fetiches  de la historia de la entidad verde. Ricardo, en tanto, su hermano más chico, también tenía un enorme olfato de gol, pero en el seno de la institución ferroviaria. Además, su sobrino, Hugo Oscar Basso, brilló también en Sarmiento (22 partidos, 6 goles), al extremo de pertenecer al plantel del  ´77 que obtuvo el primer título profesional. 
Y él mismo, como zaguero central, defendió los colores de B.A.P. durante incontables temporadas, junto a compañeros talentosos de “sangre azul”, como Andrés Guruceaga, Rubén Piedrabuena, Camilo Aguilar, “Torta” Roldán, Juan y Omar Frías, Ricardo Giles, Ronaldo Puente e Ismael Squeff, entre otros.
Ya retirado del fútbol, se dedicó a otra pasión: las bochas. Y lo hizo con mucha dedicación, actitud que le sirvió para destacarse en la actividad, justamente en la época de mayor esplendor de dicha disciplina.
 Aún muy joven, estuvo a la altura de otros veteranos que se venían luciendo en el plano local, como Ubaldo Perelli, Felipe Ciancio, Juan Gralatto, Pirulo Comastri, Rubén Ciampagna, Manuel Gómez, Mario Agostino, y Rebelde Giménez, entre varios más. Representó a varios clubes, siempre a alto nivel. En pareja con Perelli, obtuvo el título provincial, en un campeonato disputado en Bahía Blanca.
Cuando se va un amigo, los amigos sufren una tristeza infinita. Pero cuando ese amigo deja tantas cosas lindas, la pena se transforma en alegría, simplemente por habernos permitido ser eso: su amigo. 
Aprendimos mucho de la bondad mayúscula de Enrique. Lo estamos extrañando. Y lo vamos a extrañar siempre….