OPINIÓN

El Liverpool de Inglaterra, la contracara del ampuloso Real Madrid en el Viejo Continente

El DT Jurgen Klopp y el goleador egipcio Mohamed Salah son hoy los nombres de moda en el fútbol mundial.

Boca podrá coronarse en una u otra fecha bicampeón y líder de Liga quinientos días consecutivos, pero todo puede servirle de poco si llegara a quedar eliminado en primera rueda de la Libertadores. Barcelona se coronó campeón de Liga invicto en España, y ganó además la Copa del Rey, pero también allí todo le sonará a poco si Real Madrid obtiene su tercera Champions seguida. En el nuevo orden del fútbol globalizado las competencias continentales, al menos para los clubes más poderosos, tienen cada vez mayor peso que las nacionales. 
La notable performance del Manchester City de Pep Guardiola, campeón con lujos de la Premier League, ya parece cosa del siglo pasado porque ahora todos hablan del Liverpool del DT Jurgen Klopp y del goleador egipcio Mohamed Salah. Liverpool, Klopp y Salah son hoy los nombres de moda en el fútbol mundial.
Liverpool es un club con enorme tradición. La maldición que pesó sobre sus hinchas tras la masacre en el estadio belga de Heysel (provocaron la muerte de 39 hinchas de Juventus en 1985 en la más triste final de Champions de la historia) fue superada por un desastre aún mayor y que lo tuvo como víctima (96 hinchas muertos en el estadio de Hillsborough de 1989). La sensibilidad después de esta última tragedia sigue siendo hoy altísima. Lo advirtió el diario inglés Express. Tuvo que retirar un artículo, disculparse y suspender a su autor. El artículo aludía mal a Heysel y Hillsborough. Los unía con un incidente que dejó en coma a un hincha inglés en la previa de la semifinal de Champions contra Roma del martes pasado. No es casual que Klopp, después de siete años formidables en Borussia Dortmund, que lo amaba, haya elegido irse a trabajar a un club tan pasional como Liverpool.

"En el nuevo orden del fútbol globalizado las competencias continentales, al menos para los clubes más poderosos, tienen cada vez mayor peso que las nacionales".

“Es un loco genial, pero a su vez normal”. Así me describe a Klopp Jan Henrik Gruszecki, periodista e hincha famoso del Dortmund. Klopp lo visitaba una vez a la semana para que, entre cerveza y cerveza, Gruszecki le contara historias del club. En Liverpool, pese a la partida del crack brasileño Phillippe Coutinho a Barcelona, Klopp impuso el mismo ritmo de fútbol “heavy metal” (así lo define él) que aplicaba en el Dortmund. Marca agresiva, poca posesión y rápido contragolpe. Ideal para el juego de Salah, el egipcio que dejó partir José Mourinho en Chelsea y del que Roma se desprendió una temporada atrás por unos 50 millones de euros, sin posibilidad de percibir que el jugador cuadruplicaría su cotización menos de un año después. Sus dos goles y dos asistencias en la goleada 5-2 de la semifinal de ida contra Roma completaron los elogios. El diario Sport, de Barcelona, eligió un título simbólico: “SalahMessi”.
Los artículos sobre Salah dominan hoy la prensa mundial. Pocos recuerdan sin embargo que el jugador asomó en Europa por la masacre de 2011 que provocó 74 muertes en el estadio de Port Said, en medio de protestas políticas, y que obligó a suspender la Liga egipcia. La Federación de ese país envió entonces a una selección Sub 23 a una gira por Europa. Salah no volvió nunca. Está hoy en estado de gracia. En el año del City de Guardiola, la Premier League le dio a él el premio de Mejor Jugador de la temporada. Salah puede ganarle a Messi la Bota de Oro europea. Y coronar a Liverpool campeón de la Champions. Egipto, dirigido por el argentino Héctor Cúper, se clasificó al Mundial de modo agónico gracias a Salah, por supuesto. Resulta inimaginable pensar que Egipto pueda ganar en Rusia. Pero si Salah lo hace avanzar con sus goles es más que probable que sea el egipcio, y no Neymar, el que finalmente corte la hegemonía Messi-Ronaldo en el Balón de Oro.
¿Acaso nos estamos precipitando? ¿Y si la explosión de Salah fuera sólo una Primavera Arabe? Así parece sugerirlo un artículo reciente del colega Diego Torres en el diario El País, titulado (con la inevitable carga que ello supone) “El nuevo Bale”. Torres se refiere al galés Gareth Bale que Florentino Pérez fichó por millones para que compitiera con Ronaldo por el trono de Real Madrid, pero que hoy, lesiones mediante y euforias aplacadas, a veces ni siquiera aparece como suplente en las últimas decisiones del DT Zinedine Zidane. La comparación con Bale, en rigor, se debe a que Salah, igual que el galés, precisa de grandes espacios para imponer su velocidad. Lo demuestran los problemas que tuvo Liverpool ante equipos menores de la Premier que le regalaron pelota y terreno y eligieron refugiarse cerca de su área, como Watford, Burnley, Everton, West Brom y el sábado último Stoke City, entre otros. Por algo el City de Pep le sacó a Liverpool más de veinte puntos en la tabla. Uno de los especialistas de la Premier consultados por Torres no tiene dudas: “No hay un abismo entre Salah y Messi, ¡hay cuatro abismos!”.
Argentina no es Egipto, pero pocas veces, como ahora, nuestra selección llegó a un Mundial sin chapa alguna de candidato y aferrada a Messi para el milagro. La carga, agravada acaso por algún “sincericidio” de Jorge Sampaoli, parece excesiva. Todavía faltan unos cuarenta días para Rusia. Hasta tanto, el escenario, y es más que merecido, está ocupado por Liverpool, Klopp y especialmente por Salah, el Faraón.

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