FALLECIÓ A LOS 85 AÑOS

Dolor por la muerte de Heriberto José “Coco” Ferrari, un gigante del fútbol

Fue uno de los grandes jugadores que aportó Junín. Se inició en B.A.P. y luego se destacó en Sarmiento, como así también en los seleccionados de la Liga del Oeste. También brilló en la amistad y en la fidelidad que exhibía ante la geografía de su ciudad natal, a la que amaba.

Lamentablemente, la muerte nos llega a todos, tarde o temprano, como una verdad revelada. Pero hay muertes que son arteras, injustas, inesperadas, que te dejan aturdidos, sin respuesta, con escasa reacción. Y esa fue la muerte de Heriberto José Ferrari, ex crack de Sarmiento, “Coco” para sus familiares y amigos, caminador incansable de Sáenz Peña, bohemio esquinero, aunque en especial, una bellísima persona, por dentro y por fuera, que falleció el lunes 30, con 85 años muy bien vividos, aunque todavía con mucho por delante.
Para recordar a este exquisito jugador, conviene empezar por su cuna. El Club B.A.P. fue durante muchísimos años algo así como la “piedra fundamental” del fútbol juninense. Pocas veces marcó momentos extraordinarios y rutilantes, pero si uno se detiene en los pasos claves de su extensa historia, allí encontrará coherencia en estado puro y jugadores talentosos que salieron de una cantera inacabable. 
Ninguna entidad local puede lucir tamaña satisfacción, que seguramente tiene que ver con los “delegados” de entonces (hoy llamados entrenadores), verdaderos maestros sin títulos en el arte de trabajar con adolescentes y jóvenes. Desde hace varias generaciones, la familia azul tiene que ver con eso y no es un milagro que a la par de excelentes futbolistas, pueda lucir en sus vitrinas el nombre de cinco campeones mundiales: Osvaldo Zubeldía, Hugo Spadaro, Oscar Ortiz, Camilo Aguilar y Sebastián Bueno.
Cuando Ferrari llegó a Sarmiento procedente de B.A.P., nadie dudó de que se trataba de un jugador de características singulares. Poco tardó en ganarse el cariño de la hinchada, en virtud de sus exquisitas cualidades. Pero no fue fácil. Eran épocas en las que se miraba muy poco hacia adentro, ya que todo venía desde afuera. 
Para colmo, le tocó desempeñarse en momentos de la aparición de la mentada “doble afiliación”, cuando varios jugadores (entre ellos, él) actuaban el sábado en el conjunto profesional y al día siguiente en el torneo amateur local, con el consiguiente repudio de los hinchas adversarios. 
En rigor, la mayoría de los clubes nunca le perdonaron a Sarmiento haber saltado al fútbol de la AFA, por diferentes motivos (mezquindades, celos, envidias, incomprensión, etc.), una sinrazón que el tiempo se encargó de disipar. Puede decirse, con algún que otro reparo, que las rispideces y las convulsiones se atenuaron un tanto allá por los años ochenta, tras el paso de más de tres décadas. Nunca le resultó fácil a la institución de los Behety convivir con sus hermanos, pese a haber sido uno de los fundadores de la Liga Deportiva del Oeste.
Debutó en Sarmiento en la décima fecha ante Talleres, el 3 de julio de 1955, en un partido jugado en el estadio Eva Perón, que terminó con el triunfo del once de Escalada por 2 a 1. Tenía 23 años. Vistió la casaca verde hasta 1960, participando en 13 encuentros profesionales, aunque extendió su brillante categoría en la Primera doméstica, donde siempre fue titular indiscutido y campeón en varias temporadas.
Ya a los 19 años se había consolidado en el combinado albirrojo de 1952, el que integró hasta 1958. En aquella ocasión, Junín realizó una gran campaña en el campeonato argentino. El equipo tenía la siguiente formación: Dortona; Muñoz y Alvarez; Inglese, Torres y Ferrari; Barreiro, Obdulio Cárdenas, "Chulín" Tablada, Héctor Tablada y Silveyra. 
El elenco de 1954 estuvo constituído así: Mussi; Muñoz y Gianfrancesco; Rodríguez, Posse y Ferrari; Urquiza, Giménez, Marchesi, Madama y Silveyra. Pero el gran equipo, el de mayor solvencia, fue aquel de 1958, con Poratto; Nievas y Lucero; Prévite, Caramelo y Ferrari; Proglio, Barrionuevo, Ayala, Álvarez y Guilloti. Todo un cuadrazo.

¿ Sus características ?
“El Coco” siempre tuvo un gran romance con la pelota, a la que siempre trataba con mucha amabilidad,  en el marco de un jugador de lujo para disfrutar. Siempre se manejaba en el costado izquierdo de la cancha, como un volante retrasado, aunque sabía tirarse al medio cuando las circunstancias lo requerían. Tenía una sensibilidad especial en ambos pies. Era un tipo tranquilo, pero de carácter. Firme en el juego, pero no agresivo. Le gustaba mucho el toque suave, aunque también era proclive a meter pelotazos de treinta metros al compañero mejor ubicado, casi al centímetro. 
Le caían bien los clásicos ante Moreno, un verdadero Boca-River de los años felices. 
Sin embargo, a la hora de hablar de él, no hay que pasar por alto algunos hitos de su carrera. Tuvo partidos memorables, como ese de Unión en Junín, el 17 de julio de 1955, pese a que Sarmiento cayó 2 a 0, contra un Tatengue que luego sería subcampeón. O aquel otro ante Almagro, con goleada verde por 6 a 0, con un equipo inolvidable: Tosta; H. Pérez y Gómez; Domínguez, Espósito y Ferrari; Ferreyra, Vargas, Madama, Alcabín y Pelli. Hubo un tercero, frente a Atlanta (3 a 0 en el estadio de cemento), con pocas variantes: Mastronardi por Tosta en el arco, Dodino por el Negro Domínguez,  Tití Carini por Ferreyra y Recalbutto por Vargas. En la actualidad, si uno tendría que identificarlo con algún futbolista argentino, lo compararía con Fernando Gago. Por más que pase el tiempo, el recuerdo de Coco Ferrari va a estar siempre presente. 
Especialmente entre los viejos hinchas de B.A.P. y Sarmiento y, también, entre aquellos que lo hayan disfrutado como jugador, entre quienes lo tuvieron como compañero o entre las personas que lo trataron personalmente. Porque fue un caballerazo con todas las letras. Una gran persona y mejor amigo, de esos que caminan derecho por la vida.
Junto a "Taliche" Lombardi, quizá haya sido otro de los que sentía amorosas complicidades  con Sáenz Peña, calle a la que amaba profundamente. Era habitual verlo todas las tardes, café de por medio, en Amanda (nombre moderno que no impide recordar, en ese mismo lugar, al viejo Los Mandarines), conversando con Rubén Azconzábal y otros amigos.  
Lucir su brillante carrera de forma ostentosa nunca fue su costumbre. Por eso, el relato de los recuerdos con esos amigos entrañables no escapaba al hábito natural de la mesura. Aunque insistentemente intentaba bajarse de ese pedestal destinado a los grandes, los memoriosos saben que fue todo un intelectual del fútbol.Es posible que la mirada de “El Coco” hacia aquellos años de jovencito en el club ferroviario y después tocando la gloria con Sarmiento, pasando por los tiempos inolvidables del seleccionado liguista, sea más melancólica que entusiasta. La melancolía es, en el fondo, algo grato que al recordarlo nos hace sentir feliz, pleno, gozoso. 
Al igual que Hugo Ferrari, un ex compañero suyo en B.A.P. y radicado desde hace varias décadas en Brasil, Heriberto se destacaba por una gran pinta gardeliana, que haría envidiar a Brad Pitt o al mismísimo Antonio Banderas. Hasta su muerte conservaba la idéntica estampa de hace 55 años, cuando la pedía por izquierda y se cruzaba hasta el otro costado, siempre con la frente alta. 
Apenas si el tiempo, con su lapidaria intervención, pudo dibujar tenues huellas en su figura firme y esbelta, con la que se ingeniaba para sacar pecho y hacerse inmenso en cualquier cancha en la que le tocase actuar. Quienes no tuvieron la oportunidad de verlo jugar, ni se imaginan lo que se perdieron. 
La raya esmeradamente marcada sobre la izquierda, el cabello enrulado bien cuidado y la mirada penetrante, dentro de un rostro angelical envuelto en permanente seriedad, parecían contradecir su fútbol jovial, su fútbol despreocupado,  su fútbol prototipo de potrero. Irrumpió en Sarmiento como un duende travieso, atrevido para desairar rivales, magnifico para agrandar a sus compañeros con sus riquezas técnicas. Dispuesto siempre a intentar la jugada distinta, la maniobra sorprendente, el toque sutil o el enganche preciosista.Te vamos a extrañar, Coco.

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