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Estadio de Boca Juniors
FÚTBOL-ENFOQUE

Bombohumo

Las cosas como son: el presunto tema de interés nacional en torno a la sede del partido Argentina-Perú del jueves 5 de octubre es menos una preocupación de los propios jugadores que una mezcla de pánico escénico y despiste de los dirigentes.
De los dirigentes de la AFA, desde luego, con el presidente Chiqui Tapia a la cabeza, y sus asesores, y los asesores de sus asesores, en fin, la legión de cerebros luminosos que atribuye una vital importancia al lugar dónde la Selección jugará buena parte de su clasificación al Mundial de Rusia.
Ante una amenaza perfilada en el horizonte y sin conjuros garantizados, puesto que la tendencia es negativa y la sensación térmica tampoco ofrece sonrisas de aprobación, qué mejor que acudir en ayuda del pensamiento mágico.
Pero no cualquier pensamiento mágico, conste, en este caso se trata de un pensamiento mágico de masiva aprobación de parte de la comunidad futbolera.
Según ese presupuesto, en la Bombonera los jugadores argentinos se agrandarán y los jugadores peruanos se achicarán, he ahí el tono deductivo que se emplea por estos lares en las tertulias futboleras de living o de bar.
He ahí la premisa que inspirado el volantazo de don Tapia y su pandilla.
Salgamos rápido del antídoto que podrían emplear los peruanos, una suerte de pensamiento mágico invertido que esgrime la contundencia de una realidad ya consumada: en la misma Bombonera que los argentinos hoy preparan al modo de una trampa perfecta, ellos dieron el golpe histórico en las eliminatorias de 1969.
Pasó casi medio siglo, ni el Perú de estos días se parece al de entonces, el mejor Perú de todos los tiempos, ni por desangelada que sea esta Selección es análoga a la que al mando de Adolfo Pedernera jugaba a la que te criaste en medio de un carnaval institucional que a la AFA de hoy la convertiría en Suiza.
Hablemos de 2017, de estos meses, de estas selecciones y de estas eliminatorias.
¿La cercanía de las tribunas de la Bombonera con la cancha representará vitamina para una Selección, como la Argentina, que sufre de más complejos que problemas tenía el plomero del Titanic?
¿La cercanía de las tribunas de la Bombonera representará fuente de temor ingobernable a una selección, la de Perú, que ha sido capaz de ganar en estadios que serían dificultosos aun para el Real Madrid de Cristiano Ronaldo, como lo son el Defensores del Chaco de Asunción y el Atahualpa de Quito?
¿Quién les dijo a los ideólogos del cambio de estadio que los jugadores de la Selección se sienten urgidos de calor humano cercano? 
¿No son los mismos que eluden olímpicamente a sus compatriotas cuando los esperan en la puerta del hotel de turno para saludarlos y llevarse un autógrafo o una foto?
¿No son los mismos que palabras más, palabras menos, confiesan que se sienten abrumados por los requerimientos del soberano?
En última instancia, en primera instancia, en cualquier instancia, el problema clave que acosa a la Selección Nacional de fútbol… ¡es que juega mal al fútbol!
Y que como juega como juega, mal, ha sumado lo que ha sumado y ve peligrar su presencia en el Mundial.
Hablemos en serio: entre otros factores (siempre conviene reponer que en el mazo consta también la carta de lo imponderable), vencer a Perú dependerá de un genuino crecimiento futbolístico que ni por asomo se deduce de si el partido se jugara en el Monumental, en la Bombonera, en el Gigante de Arroyito o en La Quebrada de Humahuaca.

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