TENÍA UNA SÓLIDA PERSONALIDAD

El adiós a Alfredo Julio, un dirigente irrepetible

Fue presidente de la Liga Deportiva del Oeste y del Club Defensa en varios ejercicios. Verborrágico, vigoroso, lúcido y temperamental, nunca le escapó a las responsabilidades, las que asumió con mucha valentía.

Nada en su trayectoria resultó predecible y nunca se conformó con los estereotipos. Su inusual vigencia durante muchas décadas, jamás fue en desmedro de la calidad institucional que siempre pregonó. El fútbol juninense, con la muerte de Alfredo Julio, hecho ocurrido ayer, perdió a un grande de verdad, verdadero símbolo de su club y de la actividad en general. Tenía 91 años.
Retirado quizá antes de tiempo de la función dirigencial, encontró una nueva actividad como una forma de seguir en plenitud. Junto a un grupo fiel de amigos, continuaba hablando de su gran pasión: el fútbol. Se lo podía ver no solamente en su barrio (vivía pegado a la sede del club), sino también en distintos lugares de la ciudad. Alfredo Julio, nombre que es un tácito sinónimo de Defensa Argentina (¿o es al revés?), fue varias veces presidente de la institución, durante un recorrido que superó largamente el medio siglo.
Luego de dejar una marca indeleble de seriedad y responsabilidad en su club, ancló en el seno de la Liga Deportiva del Oeste, donde desarrolló, en representación de Defensa, otra etapa de tesonero trabajo, que llevó a la entidad madre del fútbol lugareño a constituirse en un ejemplo dentro de las afiliadas al Consejo Federal de la AFA. Fue presidente de la entidad de calle Juan B. Alberdi durante cuatro años y vicepresidente en varias conducciones.
Enérgico, vehemente, de carácter muy fuerte, preso de sus convicciones, Julio también sabía escuchar y, si cabía, enmendar sus errores sin que se le cayeran los anillos. Formó parte de una gran dirigencia, asociada con Pedro Borra, Pascual Baro, Luis Montagna, Ramón Castro, Carlos Gamazo, Antonio y Rubén Di Cicco, Néstor Azcárate, Oscar Revello, IdelboVoda, Ismael Casin, Eduardo Cosola y Juan I. Borchex, entre otros.
Defensa, un club humilde pero coherente en actitudes, practicó, además de fútbol, diversos deportes, como bochas, ciclismo y boxeo. En esta última franja, con el apoyo de Julio, impulsó en su gimnasio casi toda la trayectoria de Mario Omar Guilloti, desde el plano amateur hasta llegar al cinturón de campeón argentino, pasando por la medalla olímpica en los juegos de México.
En el aspecto social, adhirió al esfuerzo de sus pares de la subcomisión de Fiestas, sosteniendo en su sede brillantes reuniones danzantes que, vistas con ojos de hoy, resultaron épicas, más que nada por las orquestas típicas y solitas que pasaron por el escenario de la calle Lartigau: Aníbal Troilo, Lorenzo Barbero, Alberto Castillo, Juan D´Arienzo, Floreal Ruiz, Roberto Caló, Roberto Rufino, Joaquín Do Reyes, Héctor Mauré, Francisco Rotundo, Fulvio Salamanca, Jorge Casal, Angel Vargas, Armando Pontier y Edmundo Rivero, entre muchos más.
Yace por ahí, olvidada en el tiempo, una linda anécdota que habla de la personalidad de Julio. En los años 80, Sarmiento y la Liga Deportiva del Oeste dirimían una puja deportiva: la entidad verde quería jugar sus partidos de local en día domingo, pero la Liga no aceptaba ese deseo, argumentando que era una jornada exclusivamente del fútbol amateur. La controversia quedó zanjada en la AFA, ante el propio Julio Grondona, con la presencia de Chelo Fernández (Sarmiento) y Alfredo Julio (Liga). Cada uno defendió con ardor sus posiciones, no cediendo ni un ápice en las convicciones que llevaron hasta la calle Viamonte 1366. Finalmente, “El Jefe”, haciendo gala de su tradicional “todo pasa”, laudó un empate y decidió que el domingo se jugará simultáneamente futbol profesional y amateur. Pero lo interesante llegó después, con un comentario que Grondona deslizó a oídos de su gerente, Hugo Cotz: “Esos, esos dos que acaban de salir, son los verdaderos dirigentes que yo quiero”.
Entre sus varios hermanos, todos vinculados a Defensa y al fútbol, Alfredo convivía muy de cerca con tres de ellos: Jorge, de amplia trayectoria como DT de equipos mendocinos; Mingo, de enorme gravitación en los torneos regionales y nacionales de Jorge Newbery en 1974 y 1975; y Ángel, un muchacho bohemio e inteligente, como también “cómplice” necesario de aquellos años felices.

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