“Vasco” Olavarriaga: “En mi época los dirigentes siempre desprestigiaron al jugador de Junín”
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“Vasco” Olavarriaga: “En mi época los dirigentes siempre desprestigiaron al jugador de Junín”

Es uno de los hombres más ganadores en la historia profesional de Sarmiento y sus tres ascensos lo confirman. Es, además, uno de los que más veces vistió esa camiseta. Hoy alejado del club, muestra su enojo con la dirigencia de aquellos años pero revela que la gente le reconoce su pasado “verde”. “Siempre me recuerdan los ascensos y el cariño de la gente es lo importante”, dice.

Con temple, marca, firmeza,  presencia, goles y mucho amor a la camiseta, el “Vasco” se convirtió en uno de los últimos grandes caudillos que tuvo Sarmiento. Durante la década del noventa y principios de esta era usual verlo con la 2 en la espalda, con la que debutó en junio de 1990 frente a Midland, cuando el “Verde” estaba en la “C”.
Desde la escuelita jugaba y se ilusionaba con llegar al plantel profesional: “Practicábamos en el anexo soñando que algún día el técnico nos llamara para que cruzáramos a entrenar con la Primera”. Sus tres ascensos y los 314 partidos jugados en diez temporadas, lo ponen como uno de los jugadores más destacados en la historia Sarmientista.
Además, es el tercero en la lista de los hombres que más veces vistió la casaca “verdolaga”. “A eso no le doy mucha importancia, me fijo más en el momento que jugué y creo que a lo largo de esos años fui regular, cumplí en cada partido y di todo por esa camiseta”, dice Gustavo, que dejó Sarmiento en el 2001 tras un conflicto con la dirigencia. “No valoraban al jugador de Junín y siempre terminábamos dando la cara nosotros”, agrega.
Por estos días, y luego de jugar varios años en la zona, el marcador central está feliz por su llegada a Jorge Newbery. “Llegué para sumar, parece un plantel cien por ciento profesional y el grupo es bárbaro”, elogia.

-Perteneces a una generación de la que salieron muchos jugadores de la mano de “Taqueta”. Muchos lo marcan como el mejor entrenador que tuvieron, ¿para vos es así también?
-Sí, fue de lo más sobresaliente. Tenía una forma de manejar el grupo como pocos: cuando llovía nadie faltaba a la práctica. Eso te lo resume todo. Dio muchas enseñanzas en lo futbolístico y en lo humano. Cuando debuté en primera siempre pasaba por la gomería a saludarlo como la mayoría y me seguía dando consejos: me retaba cuando la reventaba (risas). Quería que salga jugando como lo hacíamos en las inferiores. Nuca salieron tantos jugadores en Sarmiento como cuando él estaba.

-Además de jugador sos hincha, en el momento que te llamaron a entrenar con la profesional, ¿Qué sensación te pasó por el cuerpo?
-Fue algo hermoso: lo recuerdo como si fuera hoy. “Taqueta” me dijo que Mario Finarolli me llamaba para que fuera a entrenar con la Primera. No sabés que alegría me agarró: ir a entrenar a la cancha, con el pastito como estaba, las tribunas y demás, era el sueño de todos. Mario me dijo si me animaba a jugar en el debut del torneo, obviamente le dije que sí y ahí empezó todo.

-No sólo debutaste ese sábado, sino que te afianzaste y jugaste todos los partidos de la temporada, ¿Por qué crees que te consolidaste tan rápido?
-Pienso que la constancia y el querer aprender todos los días algo nuevo. Sinceramente había mejores jugadores, con más técnica quizás, pero intentaba esforzarme siempre, me quedaba después de las prácticas pateando con la zurda o en otros aspectos para mejorar: el fútbol me gusta mucho y voy a entrenar siempre con ganas.

El primer ascenso

En la temporada 1990/91 Sarmiento dejaba atrás una racha de resultados adversos y descensos: en el octogonal, vencía en el partido decisivo a Comunicaciones por 1 a 0 para subir a la “B” Metropolitana.

-¿Te esperabas ascender tan rápido?
-No, cuando empecé a jugar imaginaba estar un par de partidos y nada más. Tenía 18 años y había un plantel de experiencia. Para mí ya estar en ese vestuario e ir con un botinero era demasiado: es más me daba vergüenza ir a cobrar por mi fanatismo, sólo quería jugar. Obviamente después uno forma su familia y pelea por lo suyo. Ese año fue todo maravilloso.

-Ese día con la cancha de Rivadavia colmada, ¿Era tu primera vez a estadio lleno?
-Claro, pero además eran años en los que el club venía en caída libre: después de la “A” le costó mucho afianzarse y se hablaba siempre que los jugadores que venían de afuera lo hacían para “robar” la plata. Me llegó todo junto: hasta concentramos antes de la final. Para mí era todo nuevo y asombroso.

-Luego ascienden a la “B” Nacional, ¿Por qué pensás que les costaba mantenerse en esa categoría?
-Esa fue otra alegría inmensa, aunque después no pudimos mantener la categoría: fue un trago amargo. Pienso que el problema estaba en los dirigentes de esos años porque traían jugadores que no eran aptos para Sarmiento, lesionados, que nunca jugaban y siempre terminaban dentro de la cancha los juninenses: cuando empezaba el torneo los dejaban de lado, luego cuando todo estaba mal querían que arreglen las cosas. En vez de traer 15 jugadores que no servían hubiese sido lógico que vengan 5 pero para ponerse la camiseta y jugar. Hoy está preparado para subir y quedarse y le haría muy bien a la ciudad: se están manejando diferente.

-Luego pasaste a Tigre y tuviste la mala fortuna de cruzarte con Sarmiento en el camino…
-Sí, yo nunca me hubiese querido ir pero los dirigentes no me dejaron otra alternativa: tenían una deuda muy importante y no me la querían pagar. Hablé con Mario Rizzi y me llevó a Tigre donde tuve un gran año, convertí goles, ascendimos y creo que dejé una buena imagen: lo único feo fue lo que pasó en Lincoln. Ya me habían expulsado y cuando me metí a separar se pensaban que yo les quería pegar. Una locura, si los conocía a todos jugadores o hinchas: no me gustaba jugar en contra del club que soy fanático. Pero si era por lo dirigentes hubiese jugado siempre en contra porque cuando estuve se manejaron muy mal y desprestigiaron a los jugadores de Junín.

-Al otro año tuviste una especie de revancha y ganaron el ascenso justo frente a Tigre, ¿fue uno de los logros más importante que tuviste?
-Seguramente: cuando empatamos acá todos pensaban que nos quedábamos afuera. Luciano Polo era un técnico muy motivador y salimos a la cancha como leones y jugamos muy bien. Lo más lindo fue que al regresar nos estaban esperando en La Agraria con banderas: es impagable. No lo podía creer y fue una emoción muy grande. Después estuve a un paso de lograr el cuarto ascenso que hubiese sido hermoso y no pudimos por un gol.

Su alejamiento

Disgustado por el maltrato dirigencial, el “Vasco” luchó por lo suyo y le costó su lugar en el club. El 24 de noviembre de 2001 frente a Camba-ceres, quizás sin saberlo, se ponía por última vez la camiseta número 2 del “Verde”.

-¿Después por qué no continuaste?
-Otra vez por lo mismo: nos debían muchos meses de sueldo y el castigo fue para los jugadores más grandes. Dimos la cara con otros muchachos y nos sacaron a patadas. Los directivos no tienen problema porque como tienen su trabajo llegan a fin de mes sin inconvenientes, pero nosotros no. También hubo algunos colegas que rompieron los códigos, aunque cuando la gente los insultó se dieron cuenta y se fueron solos.

-Hoy a los 36 años, ¿cómo tomás él futbol?
-Como siempre, con la mayor responsabilidad. En Newbery me encontré con un club que está haciendo las cosas muy en serio, entrenado como si fuesen todos profesionales: un plantel bárbaro que practica todos los días, a veces en doble turno, por eso me dan ganas de seguir jugando un poco más.

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