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Fabio Nigro: “En Eslovaquia y Sarmiento pasé los momentos más lindos de mi vida”

El juninense conquistó en su paso por Europa a los hinchas del Slovan Bratislava y se transformó en el ídolo del club: está considerado como el mejor extranjero de la historia. Además, cuenta su paso por River y su despedida del fútbol en su gran amor: Sarmiento.

Está calificado como el  mejor extranjero que  pasó por el fútbol eslovaco y en la web de su equipo el Slovan Bratislava –el más importante de ese país- lo catalogan como uno de los jugadores más famosos e importantes que han vestido la camiseta celeste en la historia.
Su estadio, el “Tehelné Polo” ha sido testigo de la calidad técnica y la pegada “encantadora” de Fabio Nigro durante “tres maravillosos años” como los nombra el protagonista de esta historia que conquistó con buen juego a los fanáticos del “Belasí” como popularmente se lo conoce y en donde ganó –entre 1993 y 1996- seis títulos sumando torneo de liga, copa eslovaca y supercopa. 
“De chico pateaba todo el día la pelota, creo que nací con el fútbol dentro mío” cuenta sonriente, el hombre que debutó en River un 13 de julio de 1983 frente a Platense. “Hice mucho sacrificio para llegar a ser alguien, por eso, a los chicos siempre les digo que nunca bajen los brazos”, cuenta el ahora técnico de la inferiores y primera amateur de Sarmiento.

-Tu llegada a River, ¿cómo se dio?
-Me consiguió una prueba Abel Olivero. Fui como seis meses hasta que me dijeron que me quedara. Después todo pasó muy rápido. Tenía 17 años, hubo una huelga de jugadores en el club y me tocó jugar en primera: no me olvido más ese día.  Fue pasar de las inferiores a lo más alto de la noche a la mañana.  Jugué seis partidos y, siendo autocrítico, no sé si hubiese jugado si no fuera por ese paro. También es verdad que había muchísimos juveniles y a mí me eligieron entre los 11: me dí el gusto de jugar en uno de los clubes más grandes del mundo.

-¿Cómo fue el cambio de Junín a la gran ciudad?
-Me costó muchísimo, viví en quince barrios distintos (risas). Algunos compañeros del club me alojaron, como Pedro Troglio, Pícolli o Perrone; son personas a las que nunca dejaré de agradecer porque me dieron todo: son hermanos para mí. Yo sabía que me tenía que rebuscar la vida solo, porque a mi familia no le era fácil. Pero mi objetivo era claro: quería jugar al fútbol.

-Me imagino que con tus “andanzas” en Buenos Aires tendrás miles de anécdotas…
-Muchas (risas), había veces que con algunos chicos queríamos engañar al portero del club para que nos deje dormir en la concentración o cuando Pedro (Troglio) me comía los sándwiches que me hacía mi tía y me moría de hambre (risas). Fue mucho sacrificio: no sé si los chicos de hoy lo harían, pero por suerte valió.

-De los siete años que estuviste entre Italia y Francia, ¿qué fue lo positivo y lo negativo?
-Lo bueno es que todo lo que aprendí lo vuelco hoy como entrenador: movimientos tácticos, la preparación de los partidos y demás. Lo negativo a lo mejor fue haberme casado cuando no estaba del todo maduro. Ojo, no me arrepiento de nada, pero eso me llevó a pagarlo porque cuanto tuve la posibilidad en la Lazio no la supe aprovechar porque volcaba mis problemas en los partidos o en los entrenamientos y eso me costó el lugar.

-Ese tema te quedó pendiente digamos…
Sí, ni hablar. Los primeros meses habían sido espectaculares, me pidió el Lecce para jugar con Barbas y Pasculli y me llamó el Betis. Siendo joven a veces no te das cuenta y te equivocás, pero las cosas se dieron así.

Eslovaquia: Su camino a la gloria

En 1993 luego de no haber podido mostrar sus armas futbolísticas en Italia y en Francia, Fabio llegó a Europa Central para resucitar y brillar por completo.
-¿Cómo fue ir a jugar a Eslovaquia, un mercado quizás extraño para el fútbol?
-A lo mejor era raro, pero fue como volver a vivir. Al principio era todo distinto. Ellos no estaban acostumbrados a recibir extranjeros: me pasé seis meses sin hablar con nadie en el vestuario porque no nos entendíamos. Era muy duro, pero me la banqué y tuvo sus frutos: fueron los mejores tres años de mi vida.
-¿Vos fuiste a intentar reivindicar tu juego?
-Claro, lo necesitaba. Repito: soy muy autocritico conmigo y en River jugué pero a lo mejor por la huelga, en Lazio no jugué, en el Parma por problema de ciudadanía tampoco y en Francia me lesioné. Entonces me dije: ´bueno querido, pensá qué vas a hacer con tu futuro´. Llegué con un desafío muy grande y fue lo mejor que me pasó. Gané títulos, jugué la UEFA, que fue algo hermoso, hasta el día de hoy se acuerdan de mí. El año pasado, me eligieron el mejor extranjero de la historia: eso es una satisfacción muy grande.
-A los 30 pegaste la vuelta para jugar en Estudiantes, ¿querías jugar en Argentina?
-Sí, me probé y quedé, no sé si era una revancha pero sí quería jugar acá. Además, me encontré con el “Profe” Córdoba que fue la persona que logró sacarme la presión para jugar al fútbol y me enseñó a disfrutar.

Su regreso a Sarmiento

Retornó a Junín y un 20 de marzo de 1999 en un partido frente a San Telmo se ponía por primera vez como profesional la casaca verde del club de sus amores. Con el “Verde” jugó 98 partidos y marcó 28 goles.
-¿Qué te significó volver a Sarmiento?
-Mucho. Soy hincha del club y vestir tu camiseta es algo especial. El Eslovan y Sarmiento fue donde mejor me sentí futbolísticamente y anímicamente, lo único que lamento fue no haber podido ascender. Estuvimos muy cerca pero no se pudo: me dolió mucho. Además era un plantel muy bueno que contaba con gente de experiencia y chicos de la ciudad con mucho talento. Si ascendíamos teníamos todo para hacer una gran temporada en el Nacional, una lástima.
-¿Te quedaste conforme con tu paso como técnico del primer equipo “Verde”?
-Sin duda. Sé que había gente que pensaba que yo no estaba capacitado para esto. Mantuve siempre una postura y fui fiel a mis principios. Me quedé muy conforme porque me paré delante de 35 profesionales cuando las cosas no venían bien e hicimos un buen papel. Pero mi objetivo ahora es que alguno con los chicos que estamos trabajando en las inferiores llegue a primera. Después todo llega a su tiempo.

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