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LA DERROTA FRENTE A CHILE

El Messi terrenal de las finales y el dolor profundo de la deuda con el seleccionado

El crack volvió a ausentarse en un cotejo decisivo. El goleador histórico de Barcelona y el combinado argentino sumaron un nuevo capítulo de desencuentros.

Su rostro triste fue una vez más la imagen que recorrió el mundo, esta vez con la Copa América de fondo y la medalla del segundo puesto, luego de un rendimiento que no se adecuó a su talla futbolística.
La final contra Chile era el partido para la gran oportunidad de una generación que pasará como aquella que no ganó nada, que no pudo romper el maleficio más allá de los rótulos como los mejores en las grandes ligas europeas, según el caso que corresponda.
La definición contra el seleccionado chileno era la chance de Messi para tener esa foto que todos querían ver. Sus manos sobre la Copa América, la camiseta “albiceleste”, el brazalete de capitán, la número 10 en la espalda y una sonrisa de oreja a oreja para celebrar con un plantel detrás y una lluvia de papelitos.
Sin embargo, una vez más, como en la final ante Alemania en Brasil 2014, la decepción se apoderó del seleccionado argentino por el resultado, pero principalmente por lo que hizo en la cancha.
Esa frustración tiene a Messi en la mira porque no rindió. Lo que se esperaba de él quedó en la nada y la gran expectativa se redujo a un nuevo cuestionamiento a su figura.
La historia entre el goleador histórico de Barcelona y el seleccionado argentino sumó un nuevo capítulo de desencuentros que generará un debate entre periodistas e hinchas para tratar de entender qué le pasa en las finales.
A Messi se le va a exigir más que al resto porque es el mejor jugador del planeta y de eso no hay dudas. Es incuestionable su talento por su despliegue en Barcelona ante los equipos más poderosos de Europa, pero también por algunos encuentros que disputó con la casaca “albiceleste”.
Sin embargo, hasta el momento su imagen en la Argentina se asocia más con la de aquel jugador que “se borra en las difíciles”, una frase que le debe doler y mucho.
El funcionamiento del equipo no lo ayudó tal vez en este objetivo. Argentina jugó el sábado a la noche en el estadio Nacional, de Santiago, su peor partido en la Copa América y lo pagó caro en la final, pero Messi no fue capaz de crear una situación que ayudara al equipo a animarse, a reinventarse en cancha y a rebelarse.
Ante Holanda y Alemania, frente a la lesión de Ángel Di María, sufrió la ausencia de un socio en cancha. Ahora con Chile, “Fideo” otra vez lastimado y Javier Pastore deslucido en juego, estuvo desconectado y atrapado por la marca, muy lejos del arco.
Esos contratiempos no encuentran excusas para un jugador de su impronta, porque su destreza para romper defensas contrarias se puso de manifiesto en reiteradas ocasiones, aunque mucho menos con la camiseta del seleccionado argentino.
Su salida del vestuario en el estadio Nacional evidenció un dolor profundo. Sus ojos tuvieron un punto fijo a lo lejos y su mente pareció abstraída, como si se hubiese levantado luego de un terrible mal sueño.
La pesadilla no terminó para Messi, que aún está buscando una explicación para semejante decepción, ya no solo por un título, sino por el orgullo propio.

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