None
MARIO CAPORALETTI

De la pelota naranja a Haile Selassie

Encabezó el primer proceso de ascensos encadenados en Argentino. Ascendió tres veces con San Martín. Es líder de los Delfines de Etiopía y su canción Babilonia se convirtió en un himno.

Mario Caporaletti tiene marca registrada. Jugó al básquet que fue su primera pasión y ahora abraza la música, su segunda pasión. Como jugador en el club Argentino participó del primer proceso de ascensos encadenados en la era Cristian Márquez. Se fue el 18 de septiembre de 1997 siendo el líder del equipo que ganó un partido imposible como visitante de Náutico de Zárate 89-88 con un doble suyo sobre la chicharra en el aro que da espaldas al Río Paraná. Hizo esa noche 29 goles. Como músico lidera en la actualidad la banda juninense Delfines de Etiopía, siendo autor del tema Babilonia que se convirtió en un himno con el paso del tiempo.
“Yo empecé a jugar al básquet desde muy chico. En la escuela donde iba –primer grado- había dos chicos que jugaban en el club Argentino y por ese lado me agarraron las ganas de jugar al básquet. Si bien mi viejo fue futbolista toda la vida, quien me acercó al básquet fue mi vieja. Esos chicos de la escuela a los dos años no jugaron más y yo seguí yendo al club, tomando un gran amor por el deporte y la camiseta que abracé  por primera vez en mi vida.
Llegué a jugar en Argentino hasta los 19-20 que fue cuando me fui a Ciclista por primera vez. Fue un paso difícil. Si bien en ese momento no era lo que son hoy Ciclista-Argentino, clásico, porque jugaban en distintas categorías, fue mi primer traspaso del club con todo lo que significa. Los nervios, incertidumbre, expectativas y más que nada salir de casi mi casa a  jugar profesionalmente de un día para el otro en un nivel que era altísimo con diferencias muy marcadas de un torneo local a un TNA.
Jugué varios años en Ciclista. En el medio volví a Argentino para participar del inicio del regional que después llevó a Argentino al proceso de ascensos encadenados. Jugué en Gimansia de Pergamino. Estuve a prueba en Belgrano de San Nicolás pero no arreglé. Andaba con pocas ganas de jugar, estaba pesando mucho en ese momento. Me puse a mirar en qué club podía jugar sin muchas exigencias y me decidí por San Martín. Hablé una tarde con Papón Freston y arranqué a entrenar. Ahí comenzó todo el proceso de San Martín y que a mí me llevó a poder decir que fue mi lugar, mi momento como jugador y capitán. De poder lograr jugar en una institución como todo jugador mayor merece. Pasar un momento de gloria y haber logrado tres ascensos en dos años y medio fue lo máximo. Fue haber integrado un grupo de personas increíbles que lograron todo. Esta decisión la tomé en un minuto.
Estuve en Ciclista jugando la Liga A, volví a pasar por Douglas de Pergamino y terminé jugando en Argentino que para mí es mi cuna. Si bien en todos los lugares dejé mucha gente amiga y los mejores recuerdos, nací y terminé en Argentino. Y no se si terminé el ciclo. Llegan las ocho de la noche todos los días y me agarra una sensación inexplicable. No me hallo sin estar en una cancha de basquetbol. Me toma esa sensación de jugador que no es pero que a su vez quiere seguir siendo.
Si bien mi cabeza está ocupada en un montón de cosas que es lo que me hace todo más llevadero no me veo jugando en un campeonato senior. No estoy en contra de las personas que lo hacen, pero personalmente yo no me veo. Yo me crié basquetbolísticamente en la competencia de entrenamiento duro y de no hacer eso prefiero ir a jugar al tenis con mis amigos o hacer otro tipo de actividades recreativas. No el básquet. Por una cuestión personal lo considero como una cuestión competitiva”.

La música

“El hecho de la música en mi vida es algo mágico. Me gusta mucho componer y tocar. Quizá de chico fue un sueño que fue cobrando realidad de grande. Siempre estuvo relegado a lo que fue el básquet. Si yo firmaba un contrato lo cumplía, siempre.
Entonces el hecho de tocar quedaba siempre a un lado hasta que un día me di cuenta que las cosas se empezaban a superponer. Jugando en San Martín teníamos que enfrentar a Vélez en un partido clave en Junín, un día viernes. Ese mismo día se presenta un recital de Los Delfines haciendo de banda soporte de Dread Mar I en Temperley. Para nosotros era todo un desafío como banda. Nos juntamos con el Lobo Piegari y le expliqué la situación. Les pedí si podían cambiar la fecha del juego y lo hicieron. Al final jugamos el domingo y por suerte ganamos, pero fuimos a tocar a Temperley.
Acá me hizo clic la cabeza. Son dos cosas profesionales paralelas que se cruzan en un momento determinado y tuve que tomar una decisión.  Sin bien la música me había acompañado siempre se había puesto tan exigente como el básquet en cuanto a cumplimiento y responsabilidad. Decidí seguir entrenando y jugando dos años más pero la prioridad era la banda”.

Babilonia

“Si bien se refiere a un emperador que fue Rey y que fue considerado como un Mesías, habla del respeto a la creencia de cada uno. Es un motivo para despertarse como dice, ver luz en la oscuridad, ver las cosas importantes de cada día y atribuírselas a lo que cada uno cree que son los motivos de fe, de esperanza que tenemos. Empecé a escribirla así y un día faltaba el estribillo. Un día en el ensayo empezamos a cantar Ohhhh y salió solo Babilonia, entró solito.
Babilonia es un poco la representación  de este mundo competitivo, monetizado, tan anti humano. Eso es Babilonia para los rastas. En si Babilonia fue una ciudad opulenta, ostentosa que desapareció en nuestros antepasados.

Un himno

“A mi viene un chico un día y me dice que estaban cantando la canción en la cancha de Sarmiento. Y la siguieron cantando durante todos los partidos y todo el mundo la canta. Son cosas que uno no puede manejar.  Se dan. Y donde vamos terminamos el recital con cualquier tema que se nos ocurra y la gente se queda cantando Ohh Babilonia. Es algo llamativo, lo cuento y se me pone la piel de gallina. 

COMENTARIOS