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BÁSQUET

Daniel Norberto Aréjula: “La trama secreta del pase a River Plate”

Casi se trunca el fichaje del Mago al club de Núñez porque Los Indios le pidió un disparate a Los Millonarios en 1980.

Yo había estado de gira con la selección. Ese año tuvimos el Sudamericano y el Mundial. Donde tuve una buena tarea, habíamos sido terceros en el mundo. Ese grupo de jugadores comenzó a ser mirado por el grupo de equipos de Capital Federal que iban absorbiendo jugadores de otra manera. No era como ahora que las formativas de selecciones las van siguiendo. Antes era juveniles y mayores. Comenzamos a estar en el candelero. 

Carlos Gandolfo, que había estado en la selección, ya estaba en Ferro Carril Oeste. Y la gente de Caballito viene a hablar a Junín para saber si yo quería comenzar la carrera profesional con ellos.  

Yo había dejado de estudiar veterinaria que estaba haciendo el ingreso con Raúl Scaglione en 1979. Raúl siguió, entró a la facultad y después se vino. Yo no tenía pensado irme a Buenos Aires. Y les dije que todavía no, que me quedaba en Junín.

Pasó que la selección tuvo una invitación de un año de gira por Europa y no fue. Entonces fue Ferro con su equipo de primera. Y me invitaron. Ahí les dije que sí. El otro refuerzo fue Prato que jugaba en River. Igual era el gancho que esperaban para que me quedara en Ferro. En definitiva me fue bárbaro. Allá estaban Miguel Cortijo, el Tano Ferello que fue uno de los últimos años que jugó, un equipo de gente grande.

El que era un visionario fue León Najnúdel que ya estaba mirando el recambio generacional para ese equipo. Y buscaba jugadores en el interior. E hizo saltar a Ferro a diez años de hegemonía en el básquet nacional desde el ´81 en adelante, que fue donde trajo los americanos Terry y Derry. Hicieron un equipo con algunos grandes, los chicos y los extranjeros. Fue un boom. No solo estaban prendidos en los torneos de Capital Federal, sino en la Liga.

Terminó la gira con Ferro y me volví a Los Indios. En 1980 me fui a estudiar Educación Física en Lincoln. Ferro me seguía llamando y había aparecido River Plate para irme allá. Todavía no me quería ir, estaba por cumplir los 20 años y los tiempos no eran como ahora.
Yo soy muy amante de la ciudad y me quería quedar en Los Indios. Acá habían traído al americano Mc Keller, estábamos jugando un torneo regional, era otra competencia distinta, donde yo me sentía muy cómodo.

Hice el primer año en Lincoln y en ese transcurso vino varias veces River Plate a buscarme. A Ferro le había dicho que no.

El que inclinó la balanza fue Tatote Pagella. Hoy uno tiene acceso a todo y ve como funciona cada club. Antes no. Viajar a Buenos Aires era esporádico a pesar que tenía parientes allá relacionados con el club Vélez Sarsfield.

Tatote fue muy claro: “lejos River es el mejor club de la Argentina, en todos sentido. Infraestructura, viajes, relaciones con los dirigentes de cualquier categoría o deporte que se practique”. De hecho nosotros viajábamos en ese entonces en Micromar con azafata incluída. Y parábamos en los mejores hoteles. Incomparable.

Seguí hablando con la gente de River  e hice un acuerdo personal. Pasaba que en esa época los clubes compraban el pase de los jugadores. Hasta 1984 cualquier jugador del interior del país que quería ir a un club, la entidad debía abonar su pase al club de origen. Lo que se decía pagar el pase. Hoy existe un arancel por pase.

La parte mía la tenía armada. Había hablado con Tatote para ver cómo venían los números porque una cosa era acá y allá era otro nivel.

Vinieron los dirigentes de River a charlar con Mario Pugliese, que era el presidente de Los Indios en ese momento. Yo  sinceramente no tenía idea de que monto le iba a pedir Los Indios, así que directamente pasaron por mi casa y fueron al kiosco de Pugliese –a la vuelta de mi casa- para juntarse posteriormente en el club con el resto de la dirigencia.

Yo me quedé en mi casa. Al rato veo que aparecen los dirigentes de River con la cara transformada. Me pidieron que “hablara con este muchacho, porque está totalmente loco, se cree que vos son Maradona o Kempes”.

Yo le contesté que para ellos sí lo era, pero que desconocía la cifra que le habían pedido. Partí hacia el kiosco y cuando me vio llegar Mario me dijo “ya sé, se me fue la mano”. 

Yo nunca tuve idea de los números que se manejaron. Pero yo me quería ir, River quería que fuera y Los Indios estaba de acuerdo. La cuestión era acomodar los números de una manera razonable. Y así sucedió. Tengo entendido que con ese dinero Los Indios compró todo o buena parte del lote que actualmente da a calle Hipólito Yrigoyen.

Y eso es  lo que queda, las obras. Me acuerdo que Mario me dijo que con la venta de Carlos Gandolfo a Ferro habían comprado unas plateas anaranjadas, de acrílico, que la cancha parecía un plato volador. Igual Mario siempre se quedó con la duda de haber podido sacar un mango más por el pase de Carlos.

En River fue la mejor experiencia de mi vida. Armaron un equipo nuevo con algunos jugadores viejos. Lo llevó también a Duffy, a Haile, a Aldo Yódice que se fue conmigo. Y logró una hegemonía de seis u siete años dentro de lo que era Capital Federal, Sudamericano, jugamos todo. Llegamos a tener una rivalidad muy grande con Ferro y después entró a terciar San Andrés en el inicio de la Liga Nacional. Nosotros jugábamos de martes a jueves en el torneo de Capital y de viernes a domingo viajabas por todo el país. Generalmente íbamos con Boca Juniors que tenía un buen equipo. Y los que contrataban el espectáculo en Salta, Tucumán, el Sur, querían a Boca y River. Era el gancho para que la gente vea un básquet distinto, con americanos, etc. que para ellos no existía.

Teníamos un equipo que jugaba de memoria. El primer año de Liga llegamos a la final. El segundo vinimos a jugar a Junín en 1985. Ese equipo duró un año más, hasta 1986, y en 1987 comenzaron las modificaciones. Fueron 7 años espectaculares.

River era el único equipo del país que todos los años pagaba prima. Es como que se renovaba el contrato en forma anual.  El club era tu dueño. Lo único que ajustaba con el jugador era el sueldo porque en este país siempre había variables. Pero al principio de año se negociaba.

Nosotros cobrábamos un porcentaje de sueldo por partido ganado de visitante, de local, ya sea amistoso u oficial. Tatote era muy amigo de Passarella y entonces nosotros teníamos  información de cómo se manejaba económicamente el fútbol y  eso nos ayudaba a encarar la negociación del básquet. Pero Ferro, Obras, Lanús, no lo tenían y eso que eran de los mejores.

En 1982 lo trajeron a Kempes, en la era de Aragón Cabrera. Pero no nos pagaron el sueldo durante todo el año porque cayeron en un pozo económico muy grande.

Vivíamos de los contratos particulares que cada uno tenía con las casas de deportes, llámese Topper, Adidas, Pony en su momento.

En 1983 asumió Santilli y River nos pagó todo el contrato junto y renovamos por un año más.

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