BÁSQUETBOL

Enrique Maximiliano Cáceres

Uno de los árbitros con mayor futuro en la Liga Nacional. Sufrió un asalto a mano armada en La Plata donde le dispararon por la espalda. Siente que “volvió a vivir” y que la vida lo premió con llegar a dirigir la LNB.

Nací en La Plata, en el barrio Norte, uno de los más coquetos de la ciudad. A media cuadra estaba el club Asociación Mayo, una de las canchas más chicas de la ciudad que nunca daba las medidas reglamentarias y que siempre pedían que lo dejaran participar de los campeonatos.

Nunca jugué al fútbol de manera profesional, más que un picado con los chicos del barrio. Jugábamos en una rambla, sobre una avenida que era peligrosa. Por ese motivo, un día,  la madre de un compañero nos llevó a todos  al club. Y era el que estaba a la vuelta manzana. Ahí aprendí el amor por la naranja. Comencé tirando al aro una tarde y fue un amor a primera vista. Pasaba horas y horas en el club. Enseguida me pusieron en el equipo, no era de los mejores, pero me divertía. Me llenaba de pasión estar adentro del club y con una pelota. Estaba todo el día tirando al aro. Medio como que es la historia de la mayoría de los árbitros que no fueron buenos jugadores y se dedicaron al arbitraje.

Llegué a jugar hasta juveniles. Fue una camada muy linda de basquetbolistas. Pero enseguida tuve dos luxaciones de rótula. Me enyesaron 45 días la pierna derecha y a los dos meses otros 45 días la pierna izquierda. Ya no quería saber más nada con las lesiones.
Me fui alejando de a poco y dedicándome más a lo que es el arbitraje.  En esa época cada club tenía que presentar dos jugadores a los cursos de árbitros que se hacían anualmente. Y yo fui a colgarme un silbato. Siempre miraba como se movían los árbitros en la cancha. Me gustaba mucho.  En ese tiempo el instructor era Alejandro Amiconi, que organizaba los cursos a través de la Asociación Platense en la época de Rubén Bazzana que fue un prócer del básquet de la ciudad de La Plata y tuvo mucha influencia en el básquet de la Provincia de Buenos Aires.

Fueron varios años de instrucción. Amiconi sabe muchísimo de esto y he aprendido de todo.

Yo tenía 21 años cuando comencé a dirigir partidos importantes en la categoría mayores en La Plata. Me costó tres años consolidarme en primera. A los 25 años fui a rendir por la licencia de Provincia y cinco años después rendí para juez nacional.

Ahí se dieron un par de circunstancias que a un montón de árbitros se le cerró la puerta de la Liga Nacional. Estuvimos esperando mucho tiempo para tener acceso al básquet grande y mientras tanto se dirigían partidos del orden provincial y algún torneo Argentino de infantiles, cadetes, juveniles y mayores.
Luego apareció el Torneo Federal que  nos abrió otras puertas. Debuté con Hernán Mastrofilippo y fue el único partido como segundo árbitro. Luego fui siempre primer juez y fueron dos años que los sentí como el despegue en mi carrera.

Al tercer año ascendí al TNA. Tenía 33 años. Y se dio la posibilidad de llegar a la Liga Nacional “A” con un gran trabajo de la Asociación Argentina de Árbitros en conjunto con la AdC, que se incluyó la mecánica de tres tan necesitada en el día de hoy. Siempre trabajé para llegar a la máxima categoría y estoy muy orgulloso de haberlo hecho.

La “A” es distinta a todas las categorías. A medida que se sube, el básquet es más profesional y mejor para dirigir.  Es fácil ver y darse cuenta de un montón de cosas porque es más fluido que las categorías inferiores. Y al estar de a tres el trabajo está más repartido y no hay chances que se escape nada. Son seis ojos mirando las cosas dentro de la cancha y se facilita todo mucho más.

En el medio de todo esto soporté un asalto a mano armada en La Plata. Una noche volvía de dirigir el campeonato local, dejo a mi compañero en su casa y paso por lo de mis suegros. Bajo del auto, veo que viene una persona encapuchada pero le resté importancia. Comienzo a subir la escalera externa, éste sujeto saca un arma y me dice quedate quieto. Lo menos que hice fue quedarme quieto. Piqué hacia arriba y me disparó por la espalda.

La bala entró por debajo del omóplato izquierdo y quedó alojada en el pectoral. Hizo un recorrido raro la bala, calibre 22. Es una bala que una vez que ingresa al cuerpo camina por todos lados y ha hecho un camino increíble. No me tocó ningún órgano vital. Esquivó la pleura, el pulmón, el corazón, las arterias y todo lo que está alrededor. Tuve un Dios aparte. Me tuvieron  internado. A las 48 horas me sacaron la bala porque estaba al tacto del pectoral izquierdo y me mandaron a mi casa.

Se te cruzan un montón de cosas por la cabeza. Sentís que estás de paso por acá y que en cualquier momento te vas. Pensé que nunca más iba a conversar con mi señora, un millón de cosas.

Siento que la vida me premió con haber llegado a dirigir la Liga Nacional. Además disfruto muchísimo más de la familia, trato de pasar el mayor tiempo con mis hijos. He tenido la suerte de desempeñarme en dos trabajos que me permiten manejar los tiempos y disfruto todo lo que hago a cada rato.

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