Emanuel “Manu” Ginóbili.
BÁSQUETBOL

La herencia de "Manu" Ginóbili

El bahiense irá seguro al Salón de la Fama, tras su brillante desempeño en San Antonio Spurs, en la NBA estadounidense.

Amén de invitar a que sea seguida de cerca, valorada y disfrutada, la luminosa vigencia de Emanuel Ginóbili madura como breva la pregunta del millón: 
¿ Cuáles son los principales valores que hará circular una vez que se retire del básquet profesional ?.
¿ Cuánto de él hará brillar su bronce y cuánto será digno de emulación por las nuevas generaciones ?.
Los números, las noches deslumbrantes, los anillos con San Antonio Spurs, el reconocimiento universal, ya los tiene abrigados y en su casa.
Y también, va de suyo, el Salón de La Fama, galardón para el que apenas si deberá esperar los tiempos protocolares.
Esperar, lo que se dice esperar, es menos una obsesión de Ginóbili que una convención idiomática, en la medida que aludimos a quien entre otros atributos ha destacado y destaca por su escaso apego a las recompensas solitarias.
 

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Animal del básquet, "Manu". Animal competitivo y a la vez animal colectivo, pero no colectivo en su vertiente gregaria, la que alude a quien carece de ideas propias y se subordina al camino indicado por sus pares, sino más bien por ser portador de talento, ideas, maña y sangre caliente que pone al servicio del interés común.
Y eso en cada entrenamiento y en cada partido, así en la adolescencia como ahora, cuando camino de los 41 almanaques devino ese “jugo de abuelo” con la cual -con una emocionada mezcla de ingenio y admiración- lo bautizó su compañero y amigo Patty Mills, el base australiano suplente de Tony Parker.
Hace un puñado de días tomó el último tiro de un partido cerrado y dio la victoria a los Spurs, frente a Dallas, así como en 2008 lo había hecho con Phoenix, y en 2009 con Milwaukee, y en 2014 con Memphis.
Así como hace menos de un mes lo había hecho con Boston Celtics, que llegaba con una marca insuperable y al cabo se rindió y capituló víctima del triple teledirigido del acróbata de los cielos nacido en Bahía Blanca.
Cuando "Manu" anunció que por lo menos jugaría una temporada más, la temporada en curso, se daba por descontado que su piso estaría en dar todo y algo más en cada minuto sobre el parquet y su techo en jugar unos cuantos partidos de buen nivel.
Lo que no se descontaba, lo que redobla el asombro y la admiración, es que en su versión otoñal y casi final sea capaz de jugar grandes partidos, esto es, partidos cuyo protagonismo influye en grado sumo en su equipo, en el equipo adversario y en el resultado.
Y es llegado este punto donde cabe preguntarse qué será lo más extraordinario que legará Ginóbili el día que deje de hacer picar la pelota naranja.
Por curioso que parezca, el talento no.
Su talento es apreciado y disfrutado pero a la vez muestra la irreconciliable cara de lo intransferible, de lo que nace y muere con su portador.
Pero si además del aspecto técnico e intelectual a los que remite la palabra “talento” nos tomamos la licencia de ampliar su sentido, será posible entonces dar con el triángulo mágico: soñar, entrenar y jugar; entrenar y jugar sin dejar de soñar.
Jugar como Ginóbili, imposible: pero tender a honrar una devoción, tal como lo hace Ginóbili, he ahí un legado maravilloso.