Daniel Jaule: "Tenés que demostrar todos los días que podés"
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Daniel Jaule: "Tenés que demostrar todos los días que podés"

El entrenador juninense comenzó su carrera a los 14 años y hoy está en la elite del básquet nacional. Dirigió en México y Paraguay pero resalta que “la liga argentina está por encima de todas en América Latina”. A los 44 años dirige a Quimsa de Santiago del Estero y remarca que con convicción todo puede superarse en la vida.

Al finalizar el año uno  pone en la balanza el   debe y el haber en la vida, lo que se hizo bien, lo que se hizo mal, lo que se logró, lo que no y, en muchos casos, se ve lo negativo por sobre lo positivo. Aunque hay gente, que por fuerza de voluntad y superación personal, siempre ven el lado bueno de las cosas y salen adelante. Daniel Jaule es un ejemplo de esto.
“En un segundo todo puede cambiar, pensaba que se me había terminado la carrera pero luego empecé a convencerme y a preguntarme ¿por qué no?”. Dice sonriente disfrutando la Navidad en su ciudad natal. A los cuatro años empezó a jugar y diez más tarde comenzaría con su carrera como entrenador. Sueña con ganar la Liga Nacional y acota: “Trato de ser 100 % profesional”.   


-Empezaste a dirigir desde muy chico…
-Sí, fue algo sorpresivo.  Al “Alemán” Naso le habían dado la selección de mini básquet local y me fue a buscar a mí casa para que le dé una mano como asistente. Tenía 14 años y le podría haber dicho sí o no: acepté. Teníamos un provincial en Olavarría y el entrenador no podía estar con los chicos por eso fui yo y salimos segundos. Me encantó la experiencia y de ahí no paré más.


-¿Por qué pensás que te eligió a vos?
-A lo mejor por cómo veía el básquet, porque hablábamos mucho, no sé en realidad bien qué fue. Aunque la gran sorpresa fue al regreso de ese torneo. En la Asociación de Mini Básquet dirigida por el Dr. Gandolfo y Pontelli me dieron la selección de pre-mini contra el resto de la comisión, era un desafío grande: terminamos siendo campeones y por ende terminé con 15 años siendo además el técnico de la Selección provincial. Si no fuera por estos locos que me dieron la oportunidad a lo mejor no estaría acá (risas).


-Se comenta que jugando al fútbol eras un muy buen volante por derecha…
-(risas) Me encantaba jugar al fútbol. “Taqueta” me llevó a Sarmiento, hacía las dos cosas a la vez. Cuando asciende en el ´81 integré la tercera, jugué en la cancha de Boca, River, en todas: hasta que a  los 19 años tuve que decidir por uno de los dos. Quién sabe que hubiese pasado si seguía con el fútbol (risas).

Una nueva vida

Proseguía su camino ascendente como entrenador. A los 21 llegó a Newbery de Rufino y luego fue a Neuquén para dejar a su equipo en la antigua Liga “B”. Después fue el turno de Pico FC y, tras ascender a la Liga, el 8 de marzo de 1995, su vida cambiaría tras un accidente automovilístico en Tunuyán. “Las muestras de afecto me dieron la fuerza para continuar”.


-¿A partir de ese instante empezaste otra etapa?
-Sí, en ese momento tenía todo para ser feliz y en un segundo te vas diez mil metros bajo tierra. Pensé que se me había terminado la carrera: de a poco fui recuperándome. Todos me buscaban un nuevo puesto de trabajo. Interiormente quería seguir siendo entrenador pero pensaba: no puede ser, ¿quién me va a contratar? A partir del tratamiento en Cuba me fue cambiando la cabeza y dije ¿Por qué no? Al año, Flor Menéndez arregla con Independiente de Pico, y como él no podía venir hasta dos días antes del inicio de la Liga, Germán Vacaro me ofrece ser el asistente y empecé a entrenar al equipo hasta la llegada de Flor.


-¿Te costó estar de nuevo frente a un plantel?
-Fue una sensación extraña; volver a entrenar, tener en frente a jugadores consagrados y no sabía cómo iba a ser la reacción de ellos conmigo: tuvieron que hacer una rampa para que pudiera entrar a la cancha. Por suerte desde el momento que empecé, el plantel me respetó y dije: lo puedo hacer. Me terminé de convencer. Fue un año espectacular que me dio la seguridad de volver a trabajar e irme a Estudiantes de Santa Rosa como entrenador principal.


-¿Tu caso marcó un precedente en cuanto a la superación?
-Puede ser; me han pasando cosas insólitas: una madre me fue a buscar para que vaya al hospital a ver al hijo que le había pasado lo mismo que a mí. No me siento un ejemplo, creo que fue lo que me tocó y trato de hacerlo lo mejor posible: vivo como si caminara, trato de perfeccionarme y ser profesional. Me costó convencerme pero lo logré y pude superarme. Tenés que demostrar todos los días que podes y si a alguien le sirve mi experiencia bienvenido sea. La fuerza personal y la convicción tienen mucho que ver.

Dirigir en Junín

En el 2005 tomó el cargo de entrenador en San Martín para disputar el TNA, una experiencia nueva para el club y para él, ya que era la primera vez que dirigía en Junín profesionalmente.


-¿Tu paso por San Martín cómo lo tomás?
-Tenía muchas ganas de dirigir en Junín, no reniego de haberlo hecho, quizás fue un mal paso para mí y me hago cargo. Era la primera vez en mi ciudad y se dieron un par de circunstancias que nos perjudicaron, tener que hacer de local en Chacabuco, un club nuevo: estaba acostumbrado a otras situaciones. De parte mía aprendo de lo bueno y de lo malo. Me hubiese gustado que sea distinto.


—¿Te gustaría tener otra oportunidad en la ciudad?
-Uno siempre piensa en dirigir acá. Mi lugar en el mundo es Junín y me imagino un futuro instalado trabajando: hoy no es el momento, pero sí sería una satisfacción dirigir en Junín encarando un proceso largo.


-¿El básquet local como lo ves?
-Creo que siguen los problemas de hace 60 años atrás. Somos exitistas y por eso valoramos todos lo que viene de afuera y no lo nuestro: eso lleva a cometer equivocaciones. Me parece extraño que luego de tanto tiempo de jugar Liga no hayan salido más jugadores: son contados con los dedos de la mano. Hay que darle más oportunidades a los jugadores y técnicos locales.


-¿Santiago es tu segunda casa?
-Ni hablar. Lo que se produce en Santiago es algo increíble: el afecto que me dan es inentendible. Fue una etapa de tres años, donde de la nada se hizo un club profesional y ascendimos al TNA, por eso la gente me reconoce mucho. Me invitan a todos lados aunque no los conozca, me piden fotos, de todo. Ojo, eso no quita que si las cosas no salen bien me tenga que ir, pero el afecto va a estar siempre, me siento un santiagueño más.

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