TRIBUNA DEL LECTOR

¿Nisman o Ícaro?

Luego de mi nota ¡Basta Cristina!, publicada en una tribuna del lector de este diario (ejemplar del 2-2 15), en la que ponía de relieve la violación por la señora presidente de la prohibición constitucional de arrogarse el conocimiento de causas judiciales, y ante la opinión de un fiscal capitalino en el mismo sentido, aquella manifestó que la Constitución Nacional permitía la libre expresión al establecer la igualdad de todos los ciudadanos, aún ella, en su artículo 16. Agregó que ningún "carancho" le obligaría a callar y a no opinar sobre el tema Nisman.
Se evidencia que persevera en su conducta disvaliosa por dos razones. Primero, porque no hay derechos constitucionales absolutos, pues la misma carta magna prevé que los mismos rigen conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio (artículo 14). Segundo, que ella no es una ciudadana más, sino presidente de todos los argentinos, por lo que debe ceñirse a lo dispuesto en el artículo 109, que le prohibe intervenir en causas judiciales y que, para ella, es la ley que reglamenta el ejercicio de "su" libertad de expresión respecto de dichas causas.
Más allá de la reiteración de la falta de respeto hacia el Derecho de que hace gala la señora presidente, en el caso Nisman me carcome una duda que tal vez sea fruto de una mentalidad deductiva pergeñada a través de casi cuarenta años de observar y juzgar conductas ajenas.
Memoro que Nisman había efectuado una denuncia penal. También recuerdo que al día siguiente de su muerte violenta debía ampliar y explicar aquella ante diputados. Igualmente, que todo el elenco gubernativo salió a pegarle al fiscal desde la denuncia, remarcando, contradictoriamente, su inconsistencia, pero manifestando que irían a la reunión de diputados con los "tapones de punta".
La denuncia sólo es promotora de un proceso, no es una sentencia. La inconsistencia de la denuncia se verá, avanzando el proceso, ante la falta de pruebas, cuando así lo verifique la sentencia, no antes. Más allá que desde el Gobierno no honraron al fiscal tras su muerte, tampoco lo cuidaron en vida tras su denuncia.
Sospechar que el responsable de la muerte es el Gobierno, dicen, es ridículo pues sería el principal perjudicado. Muchas veces, en la psicología del delincuente se intercambian los roles: el victimario se convierte en víctima y esa es la coartada ("no me voy a incriminar solo").
Asimismo, los crímenes políticos, y éste lo es, generalmente llevan un mensaje mafioso. ¿Para quiénes? Para los que desde la misma perspectiva de la víctima estuvieran investigando causas que incriminan a los mismos sujetos denunciados por aquella.
Quizás sean, éstas, cavilaciones de un viejo, pero permítaseme que sintiéndome orgullosamente un hombre de la Justicia no baje los brazos, pues, como enseña un aforismo de José Narosky, " quien baja los brazos, perderá la ilusión de tocar el horizonte".
Según la mitología griega, Ícaro, hijo de Dédalo, huyó con éste del laberinto de Creta por medio de alas pegadas con cera. Habiéndose acercado demasiado al sol, se derritió la cera, y cayó al mar, donde pereció.
Cualquier comparación con la muerte del fiscal Nisman es pura coincidencia.
No obstante, creo que el horizonte argentino debe mostrarse necesariamente plagado de fiscales que, valientemente, como Nisman, se atrevan a acercarse al sol sin que se derrita la cera que permite su vuelo en las alturas de la Justicia.
Es que, cito a nuestro Mariano Moreno: "Hay verdades tan evidentes que se injuria a la razón con pretender demostrarlas".<


Juan José Azpelicueta

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